viernes, 21 de octubre de 2022

ROBOT JOX — CHOCA Y FULMINA

 

Afiche. El ánima de MAZINGER
Z parece sobrevolar esta cinta de
serie B hoy día convertida en una
de culto, tras su vapuleo durante
el lejano estreno

Durante Década 80 habían ido rompiéndose limitaciones imperantes muchos años en la industria del cine. Los planteamientos eran más audaces; la visión del sexo y sus desviaciones, más tolerantes. Las distopías, casi principal argumento de Década 70, exploraban nuevas vías, aunque sólo fuesen distintas facetas de la misma pesadilla.

Sin embargo, entre 1992-1994, todo eso acabó; Década 90 resultó ser bastante estéril, pese a que aquí/allá chispearan fogonazos que permitían esperanzarse un poco. La atonía se extendió a los 2000. THE MATRIX, por ejemplo, no dejó de ser un becerro de oro cuyas secuelas avinagraron al envolverla en confusión y aburrimiento.

Mas durante los primeros años de los 90 surgieron diversos filmes que compartían la misma factura, aunque procediesen de distintas productoras. Tenían una fotografía similar, repetían recursos y hasta protagonistas. Eran póstumos de las cintas de los 80 hoy día icónicas, importándonos un ardite si tienen una stop-motion cutre o no. Había incluso una idea sugerente, desplegada en un simple y noble propósito: entretener.

El escapismo ha estado mal visto de siempre, porque alguien decidió que todo debe ser un dramón que recuerde mucho a tu vida y así puedas sentirte el doble de amargado con tu misma existencia. Empero la evasión se las apaña para fugarse a sí misma y triunfar. Luego resulta el motor de la industria y soporte económico de esos dramones que nadie ve basados en novelas que nadie lee por el mismo volumen de su pretenciosidad.

Un importante trío en esta historia; nuestro héroe
es del medio. Bien cabreado porque las batallas
se pierden merced a la influencia de un JUDAS

Robot Jox juega con un puñado de ideas en pos de un difuso pacifismo centradas en esa especie de mantra de EINSTEIN de que no sabía cómo sería la tercera guerra mundial, pero sí la cuarta: librada con palos y piedras. Cincuenta años después del Apoqueclipse, dos potentes bloques (el MERCADO y la CONFEDERACIÓN) siguen guerreando. Dirimen las querellas con gigantescos robots-arsenales por las porciones de Tierra que aún ofrecen algo valioso. Entramos cuando se disputan Alaska, y toda la cinta va del vaivén que el protagonista, AQUILES, tiene entre si debe o no seguir batallando y si el objeto final es tan ilustre como van vendiéndole al distópico populux, hacinado en grandes bloques, vestidos todos casi igual y circulando con las mascarillas puestas.

El autor del libreto, JOE HADELMAN (Gran Maestre de la Ciencia Ficción), inspirado en las ocurrencias del productor STUART GORDON, mezcla varias conocidas referencias del cine del género; podemos atisbar un guiño a ESPARTACO, en el rizo en la nuca de los probetas (humanidad mejorada genéticamente, y otra fuente de conflictos —románticos, sugieren— para Aquiles), que designaba a los esclavos gladiadores de la finca de donde escapa Espartaco. Insinúa eso que los probetas son esclavos, Nexus, no personas libres.

ATENAS, la ¿clon? que pretende marginar al héroe
AQUILES. Tienen una pega. Sus refinados ADN
no entienden de ambición ni ansias de triunfo. No,
al nivel humano, al menos


Robot Jox refiere fuerte a ROLLERBALL y MAD MAX MÁS ALLÁ DE LA CÚPULA DEL TRUENO. Dos combatientes entran en una arena, sólo uno sale. El Jox, el piloto del robot gigante, parece más un ¡aclamado! roller-baller que un soldado. El resto es la comidilla habitual del austero mundo que recicla para vivir como pueda, drogado a base de pan y circo (los Robot Jox), mientras sus gobiernos totalitarios malgastan miles de millones en robots luchadores en vez de mejorar las difíciles condiciones de vida de sus ciudadanos.

La película se beneficia de la Guerra Fría y la política de bloques resucitada estos meses. Aunque el mensaje que Hadelman incrusta en la historia, para que tenga más miga que la de ver maquetas volando en pedazos, es que el Hombre no piensa cambiar pese a las condiciones. Es guerrero nato. Esclavo de pasiones básicas (incomprensibles para los clones; por eso fracasan), siempre buscará pretexto, justificado o no, para matarse. El final, ese brumoso entendimiento entre Jox rivales, puede tener su simbolismo en la búsqueda de una pax duradera pese a las diferencias. Mas sientes hay algo en él que bordea el cretinismo. Debió ganar alguien. Aun el jactancioso ruso, ALEXANDER.

Sufrido fotograma de Aquiles en el campo de batalla.
Al final, no hay vencedores ni vencidos. O, al menos,
como suele entenderse estos extremos. Un empate
que suena a concesión buenista de los EE.UU. al
comunismo, tras derrumbarse el Muro de Berlín,
su tumba