jueves, 6 de octubre de 2022

TRAINING DAY — CÓDIGO X

 

Afiche. ¡Peligro, JAKE HOYT,
peligro! Lo que piensas puede ser
la promoción perfecta en tu carrera.
puede convertirse en tu fosa

Esta película parece cruce de guiones entre JAMES ELLORY y QUENTIN TARANTINO. DAVID AYER, autor del libreto, imposta esa sensación a los que estamos versados en sus literaturas. El comienzo, cuando el corrupto ALONZO HARRIS cita al voluntarioso (y, aun incluso, ingenuo) JAKE HOYT en la cafetería, permite sospechar que Tarantino ha dejado ahí la huella que recuerda a RESERVOIR DOGS. Un comienzo de charleta, a lo SEINFELD, toma de contacto donde falta el elemento freakie de Tarantino, empero la escena, en general, reproduce sus tics. El resto es ya Ellroy puro.

Un Ellroy alejado de sus rincones oscuros, las Décadas 40 a 60, omitiendo a las estrellas de Hollywood, sus perversiones y drogadicciones. Lo que nos lleva a sospechar “su influencia” en este filme son dos temas habituales de sus novelas: la corrupción de la inocencia y Los Ángeles, ciudad que vemos siempre en coche. Comentan que es impropio de un angelino ir a pie a cualquier parte. Van al lavabo aun en sus coches.

Y Alonzo, un Oscuro Señor del Sith, nos pasea por los distritos más deprimidos y peligrosos de la ciudad de las estrellas, lo cual induce otra reflexión llena de interés.

Es asimismo Ellroy por albergar otro de sus tópicos: la policía como una mastodóntica institución corrupta y racista que se ampara en el lema servir y proteger para perpetrar sus fechorías. Es como una especie de quid pro quod: os salvamos de las bandas de cholos y negratas pero, a cambio, no cuestionáis metamos mano a sus cajas de caudales y alijos de drogas, ¿hace, blanquitos acojonados de Beverly Hills?

Esto, al cuarto de hora, o así, de estar de servicio.
ALONZO HARRIS se rebota enseguida, como su
asombrado compañero comprueba en este instante

En medio está la gente corriente y moliente (tú, yo, los familiares…) que acaba sufriendo tanto de uno como de otro bando. Unos, porque te roban. Los otros, porque lo permiten al estar en tratos con los manguis, pese a fingir trabajar en nuestra protección. A menos que, por una asombrosa concatenación zodiacal con el karma, al pasma convenga desaparezca de circulación el mangui en cuestión.

Cuando analizas la película (Hoyt creo termina teniendo que admitir, a su pesar, que la siniestra filosofía de Alonzo tiene bases sólidas), descubres que estás entrando en una especie de pararrealidad donde las leyes están subvertidas para que lo que prime no sea cumplir el código, X o cualquiera, sino sobrevivir. Enriquecerse. Bien clarito se lo deja al agente en pruebas. Aprende la jerga. No muestres la alianza. No permitas sepan que estás casado. Muéstrate como un Oscuro Señor, o te comen. Hoyt, en el autobús, vapuleado por los pandilleros mejicanos, reconoce la verdad implícita en todo esto.

Miembros de una de las aterradoras bandas
que pueblan los guettos de Los Ángeles. Gente
que no quiere vivir el sueño americano porque
prefieren construir su pesadilla. De este modo,
contribuyen a que nadie ni nadie cambie,
beneficiando a quienes viven de los programas
de lucha anticrimen

Ocurre que su objetivo, el foco de su ira, no debe limitarse a los que trafican o asesinan, sino al mismo DPLA, refugio de una patulea de agentes corrompidos, en cualquier estadio, que permitan sucedan cosas malas por conchabeos con los traficantes. ¿Cómo lo justifican luego? Ese tío vendía drogas a los niños. Muerto está mejor. Es una estructura moral/mental que Hoyt acaba asimilando, como los protagonistas de las novelas de Ellroy, fascinado por cómo termina pudriéndose la virginidad, qué aspecto adquiere luego la inocencia, y deja la duda de si, mañana, volverá a patrullar o dimite de la policía. Ya ha visto su Reverso Tenebroso. No es limitado, o circunstancial. Está extendido.

Llama la atención que nación tan poderosa como Norteamérica críe guetos como los filmados. No aprecias haya un auténtico deseo de beneficiar a la población y rescatarla de la miseria, el analfabetismo o la delincuencia. Permite existan esos pudrideros para que la sensación de guerra contra el crimen vuelque millones en programas de lucha contra el delito que lucra, sin duda, a honorables sujetos que dicen hacer cuanto pueden por protegernos... cuando persiguen un gran continuismo, beneficiado a su vez por esos individuos que desprecian reformarse. Cambiar su estilo de vida.

Sí; sorprende ese tercermundismo de Estados Unidos, que no remedia en absoluto.