Curioso que una escuálida novela tan
mediocre pueda dar para tantos conclusivos verbos. Pero se debe a que su baja
calidad justifica los desprecios de los restantes géneros por la ciencia
ficción. La ciencia ficción es el género más castigado y denostado junto al pulp
por discriminatorio atavismo. No importa otros géneros tengan sus colosales truños
también; son “otro género”: exonerados de forma automática. Mas la ciencia
ficción… Será perpetuo patito feo aunque eclosione en hermoso cisne; para su
desgracia, y su salud, debe cuidarse más que los demás géneros. Dicho esto:
Estación de Tránsito sugiere ser una idea trekkie de una
base orbital transitada por seres de la Vía Láctea, teniendo sus más/menos en
un entorno más/menos violento o divertido, aun didáctico. Especie de ejercicio de tolerancia y pragmatismo, abrir la mente del lector al
concepto de que los de ahí afuera no son todos antropomorfos, arios o nubios. (Es una argucia
comercial, porque el lector o espectador “simpatiza” más con un ser que se le
parezca, aunque su piel tenga otro color o tentáculos —ALIENS y PREDATORS son paradigma—, que con una col parlante o un pez andante.)
Es lo que se espera de la ciencia ficción: la maravilla pseudopredictiva que igual
resulta metáfora de una situación sociopolítica que se critica al amparo de ser un futurible.
CLIFFORD D. SIMAK hace parte del enunciado,
empero desdora todo el concepto al centrarlo en esa cabaña perdida en esos
pagos de la América Profunda, en plan EVIL DEAD, consiguiendo reducir
mucho la singular paradoja que sugiere, per se, el título. Lo hace tan
local, lugareño, mínimo-nimio, como son extenuantes las reflexiones filosóficas
circulares de ENOCH WALLACE, pese a que describa criaturas semejantes a medusas
o similares. ¡Hasta el Pequeño Mundo de DON CAMILO tiene amplitud
galáctica a su lado!
HEINLEIN no es uno de los grandes de la ciencia ficción por que sí; se lo curró a lo grande. Y en esta novela hace más y mejor que todo lo que SIMAK pretende en su tediosa novela |
Detalle sugestivo de la tediosa obra es, sin embargo, el concepto de la “fuerza espiritual”, cuyo planteamiento propone ser borrador de la Fuerza de STAR WARS. ¿Lo sacó de esta lectura GEORGE LUCAS? Puede (lo dudo). Aun así, Lucas fue mucho más astuto al darle carácter indefinido a la Fuerza, describiéndola como carismática aura con propiedades quasimísticas. (Lo de los MIDICLORIANOS lo obviamos ahora, ¿eh?) Simak le roba encanto a esto también; la anota como sedante energía ‘transformadora’ que permite la pacificación de la cofradía esta descrita en el libro, mas necesita ser catalizada por una máquina… que tampoco es máquina. La Fuerza es algo que no necesita artefactos para fluir o manifestarse. Lucas así la hizo más atractiva. Simak… un recurso de engreído.
Tras este detalle, Estación de Tránsito
deja de interesar; es lo ya comentado de que pudo resolverse en doce mil
palabras; su condensación sí la habría hecho más atractiva. Mas abunda en
las referidas reflexiones cíclico/concéntricas filosóficas que, por su
repetición, hacen abominable la historia, que temí fuese estilo dos hablan
(mucho) en un despacho, sin apenas salir del minimalista escenario; esto
promete el segundo capítulo. No se cumple. Es de las de Uno habla, mucho, en un
sofá.
Por lo que recuerdo de su sinopsis, prometía. Pero es Simak, ¡vete a saber cómo te la cuela luego! |
Este cuento luego atenta contra su pringoso
pacifismo panteísta, elemento que lo hace repulsivo, porque el robo de la
máquina-fuerza convierte la Galaxia en un campo de minas, comerciales ambiciones
racistas y la sitúa al borde de la guerra. Wallace mucho criticar a los Bloques
de la Guerra Fría, pero cuando le participan: Oye, que estamos al borde del
conflicto, empieza a plañir, afanándose como loco para evitar ese
desastre.
¿Qué lectura da esto? Que su aire trekkie de pringoso pacifismo estelar es pura filfa, que la fuerza da la razón, la practiquen aliens o humanos, la violencia impone, y que las aspiraciones de hipócrita feliz hermandad planteadas son fatuas, rollo de liberales de limousina para quedar bien en una veleidosa Zoociedad que por rachas y modas apoya causas, ecolojetas o humanistas, en las que no cree, para quedar bien en un papel couché no menos superficial y miserable.
(TERMINA SIGUIENTE ENTRADA)