viernes, 9 de junio de 2023

PREDATOR — EL PEPLUM DEL ALIEN

 

Afiche, venga. Frente a conceptos de
los extraterranos en plan
trekkie, o
pacíficos-semidivinos, rompen taquilla
con un concepto más básico y pasional,
que el espectador común comprende

Situémonos: comienzos Década 80 (tumultuosa y brillante, pese a sus graves sombras). Un tiarrón como un almacén de ladrillos protagoniza CONAN, EL BÁRBARO, sobre la cual después podemos disertar cuanto queramos. Pese a sus premios del culturismo y diversas y titubeantes actuaciones en filmes como HÉRCULES EN NUEVA YORK o el episodio de LAS CALLES DE SAN FRANCISCO, se trataba sólo de un cachas tipo STEVE REEVES o GORDON SCOTT, reyes del peplum. ¿Podía tomarse en serio al forzudo, con tamaños italianos antecedentes? Porque el peplum estaba kaputt. Y ¿con qué nos vienen en la era de LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? Con épico peplum.

Basado en un personaje de TBO (porque lo de los cuentos de ROBERT E. HOWARD era para espabilados que estuvieran al loro de estos temas. El resto, in albis; no existían internet o Gloogglee, ideas locas imposibles de vivir fuera de la ciencia ficción), la mejor manera de acceder/conocer al personaje, JOHN MILIUS sorprende con una tenebrosa visión violenta de un culturista del Remoto Pasado que, atención, hará escuela. ¡Las “secuelas” italianas aparecerán en corto espacio de tiempo!

Así Schwarzenegger atrae atención sobre sí. Llega Conan, EL DESTRUCTOR, que es casi su Reverso Tenebroso. Carente de las previas y estéticas cotas de filosofía y misticismo, es una comedia con personajes cargosos y una estereotipada villana. De peplum chungo. Y, de golpe, TERMINATOR. Palabras mayores. Empero, claro, ese Conan el Destructor, más la "homófoba" EL GUERRERO ROJO, más EJECUTOR… como que amenazaban su carrera.

Todos estos cachas perdidos en una jungla casi
impenetrables enfrentados a algo que les hace
cagarse de miedo. De nuevo, muy esencial, muy
masculino, tocando fibras elementales del
público que reacciona con entusiasmo. Así eran
en los 80. No transnenazasWOKE como ahora

Mas Predator consagra al austríaco que nos obligó a pronunciar su escabroso apellido. La idea no tiene apenas originalidad; es casi otra versión de LA COSA o todas esas baratas películas de alienígenas invasores de una forma u otra. Puede hasta verse Predator como una revisión, a su vez, de ALIEN, la claustrofóbica cinta (origen de otra suculenta —y manoseada— franquicia) de RIDLEY SCOTT. Mientras explorábamos los angustiosos pasillos tenebrosos de la Nostromo, Predator sucede bajo los amplios palios de la jungla centroamericana. A plena luz, vaya, en espacios muy abiertos que, sin embargo, la tupida maleza se las apaña para acotarlos, hacerlos… claustrofóbicos.

Predator “evoca” aun a RAMBO; imagino no debo referir, a estas alturas, el contenido de la popular producción que independizó a Schwarzenegger de los bodrios (a los cuales “regresaría” en ocasiones) y poder elegir sus papeles a gusto, por no mencionar el ca$h; cada músculo suyo suponía un millón de dólares. Incluso Predator se enriquece de una época menos controvertida, más libre, sin la WOKEangustia, el transinclusivismo y el censor neopuritanismo de izquierdas actual, dogales para la creación. Encima, el reaganismo logró arrodillar al comunismo, conseguir que el ancho mundo respetara más Más MÁS a los EE.UU., y sus personajes de la pantalla de plata remachaban esa certeza.

Y, por fin, el enemigo da la cara. Jugó
al misticismo, la superstición, el suspense
para prevalecer. Este ser estaba en la onda
de regenerar el concepto, ya pútrido, del
extraterrano, iniciado co
n ALIEN

No obstante, el concepto del básico barbarismo impregna Predator. Pese a llevar un poderoso arsenal, el grupo de avezados guerreros que Schwarzenegger comanda va cayendo sucesivamente ante una criatura, a su vez provista de una sofisticada panoplia, que se rinde a un estímulo primordial evolutivo: la caza. Escoge a sus víctimas valorando su potencial como rival. No quiere a cualquier mindundi. Necesita un enemigo que permita proporcionarle un trofeo con el cual fardar entre otros de su raza, asimismo duchos en la batalla planteada.

Schwarzenegger, para sobrevivir, debe recurrir a métodos propios de Conan. Y su rival, el alien “invisible” (una idea que se vio intensa/innovadora), no aprovecha las grandes ventajas que le brindaban sus equipos; decide satisfacer sus pasiones viscerales en un brutal mano a mano. La conclusión, o moraleja, a sacar de esta cinta es que el triunfo pertenece al barbarismo, y los refinamientos, técnicos o armamentísticos, son meros bibelots que pueden incluso obstaculizar la victoria.