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Afiche de ANSEL, gran arte para cerrar definitivamente una trilogía emocionante y mítica ahora |
Cuatro décadas han pasado desde el estreno
de la última (y remarco esto) aventura de Max ROCKATANSKY en el desolado páramo
donde las necesidades vitales giraban en torno al combustible, primero la
gasolina, luego el metano (ese maligno gas condenado sin tregua por el ecologretismo,
que sin embargo ¡ensalza! las nocivas placas solares que tanto TANTO están calentando
el planeta), como sigul obsesivo de la continuidad del mundo consumido por una
guerra entablada por “dos tribus guerreras” y que vestía de forma tan bizarra a
los supervivientes.
Destaco un vínculo
fortísimo entre JUDGE
DREDD y Mad Max; a los primeros números del expeditivo juez de Mega City
Uno, ilustrados por MIKE MCMAHON o BRIAN BOLLAND, que trazaban a los ciudadanos
con hombreras y extraños ropajes que adaptó, a modo, NORMA MORICEAU para Mad
Max 2, EL GUERRERO DE LA CARRETERA.
El éxito de ésta propició una masiva inversión
estadounidense para la entrega final (esta parte de Década 80 se caracterizó
por ir cerrando sagas de gran popularidad, aunque THE
TERMINATOR siga traqueteando hoy día) y contrataron a TINA TURNER para
dar la réplica a Max, interpretando a AUNTY ENTITY, envuelta en esa singular
cota de malla. (No parece vestuario cómodo en realidad.)
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La película que cambió muchas cosas e hizo una auténtica revolución en el género de los supervivientes. Sigue siendo muy potente |
Y a más millone$ U$A, menos violencia, matizaciones
al respecto, un aniñamiento de la entrega, que casi pudo titularse Mad Max
en la Isla de los Niños Perdidos, para así recuperar la inversión rebajando
la edad de visionado de los espectadores. Si salen niños, Max suaviza su impulsiva
ansia por el combustible y el frío cinismo como afronta el día-a-día en el páramo,
y con sus previos avales, ¡triunfamos!
Y cierto: de la trilogía, Thunderdome
es la que más dinero recaudó, glorió al personaje en la CultuPop, le hizo
referencia para cuando conviene resumir una apoqueclíptica situación. La
crítica dividió empero la película; elogió el comienzo y el final, donde se
apreciaba un clásico Mad Max auténtico: velocidad, coches tuneados, personajes
patibularios, necesidades básicas a cubrir aun matando a sueldo. El centro de
la cinta, la de los Niños Perdidos, descompensaba/descuadraba. Obligaba a hacer
“concesiones” o “malabarismos” para que encajase en la estructura global de la saga.
Verdad que, en su interminable peregrinaje,
Max alguna vez podría descubrir un orfanato aislado en un remoto vergel, como
otras Bartertown. ¿Cuántos años han pasado desde el primer Mad Max? ¿Dos
décadas? ¿No hay esfuerzos por reconstruir a modo la civilización consumida por
el incendio que devoró a las ciudades en otros lugares del páramo, ese trasunto
de la Tierra Maldita dreddsiana?
Cuando vi la primera vez esta película experimenté
dos emociones opuestas (resucitadas de cuando EL
RETORNO DEL JEDI); una de entusiasmo: ¡otra entrega de Mad Max!
Y, a continuación, de tristeza: Es la última. No habrá más. Y así ha sido.
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La cinta que lo comenzó todo, venida de las antípodas, de donde nadie esperaba llegasen tan impresionantes novedades. Digamos que fue el filme que situó a Australia en el mapa |
Aunque FURY
ROAD llevaba coleando décadas por los despachos de Hollywood y seguro
para plasmarse al fin en fotogramas ha sufrido mutaciones contra natura,
víctima del fascismo WOKE (afortunadamente, en retroceso), Fury
Road NO ES una película de Mad Max. Pese a su impresionante
espectacularidad y sus elaborados escenarios, es una cinta donde sale Max, mas en
plan actor estelar invitado. No es un Mad Max según “los puristas”
entendemos. Es algo… a lo Mad Max.
Un visionado pausado de Thunderdome revela el sutil aire de nostalgia y melancolía que la envuelve. La última secuencia lo manifiesta. Un diálogo en voz off con rasgos poéticos y un fundido a negro que sumerge al peregrino Max en el vasto páramo de las leyendas. Nos deja su trilogía. La certeza de que aún seguirá vivo allí: junto a las restantes leyendas que estremecieron nuestra juventud, entusiasmándola.