viernes, 1 de agosto de 2025

MAD MAX – BEYOND THUNDERDOME — CUMPLE CUARENTA AÑOS

 

Afiche de ANSEL, gran arte para
cerrar definitivamente una trilogía
emocionante y mítica ahora

Cuatro décadas han pasado desde el estreno de la última (y remarco esto) aventura de Max ROCKATANSKY en el desolado páramo donde las necesidades vitales giraban en torno al combustible, primero la gasolina, luego el metano (ese maligno gas condenado sin tregua por el ecologretismo, que sin embargo ¡ensalza! las nocivas placas solares que tanto TANTO están calentando el planeta), como sigul obsesivo de la continuidad del mundo consumido por una guerra entablada por “dos tribus guerreras” y que vestía de forma tan bizarra a los supervivientes.

Destaco un vínculo fortísimo entre JUDGE DREDD y Mad Max; a los primeros números del expeditivo juez de Mega City Uno, ilustrados por MIKE MCMAHON o BRIAN BOLLAND, que trazaban a los ciudadanos con hombreras y extraños ropajes que adaptó, a modo, NORMA MORICEAU para Mad Max 2, EL GUERRERO DE LA CARRETERA.

El éxito de ésta propició una masiva inversión estadounidense para la entrega final (esta parte de Década 80 se caracterizó por ir cerrando sagas de gran popularidad, aunque THE TERMINATOR siga traqueteando hoy día) y contrataron a TINA TURNER para dar la réplica a Max, interpretando a AUNTY ENTITY, envuelta en esa singular cota de malla. (No parece vestuario cómodo en realidad.)

La película que cambió muchas
cosas e hizo una auténtica 
revolución en el género de los
supervivientes. Sigue siendo
muy potente

Y a más millone$ U$A, menos violencia, matizaciones al respecto, un aniñamiento de la entrega, que casi pudo titularse Mad Max en la Isla de los Niños Perdidos, para así recuperar la inversión rebajando la edad de visionado de los espectadores. Si salen niños, Max suaviza su impulsiva ansia por el combustible y el frío cinismo como afronta el día-a-día en el páramo, y con sus previos avales, ¡triunfamos!

Y cierto: de la trilogía, Thunderdome es la que más dinero recaudó, glorió al personaje en la CultuPop, le hizo referencia para cuando conviene resumir una apoqueclíptica situación. La crítica dividió empero la película; elogió el comienzo y el final, donde se apreciaba un clásico Mad Max auténtico: velocidad, coches tuneados, personajes patibularios, necesidades básicas a cubrir aun matando a sueldo. El centro de la cinta, la de los Niños Perdidos, descompensaba/descuadraba. Obligaba a hacer “concesiones” o “malabarismos” para que encajase en la estructura global de la saga.

Verdad que, en su interminable peregrinaje, Max alguna vez podría descubrir un orfanato aislado en un remoto vergel, como otras Bartertown. ¿Cuántos años han pasado desde el primer Mad Max? ¿Dos décadas? ¿No hay esfuerzos por reconstruir a modo la civilización consumida por el incendio que devoró a las ciudades en otros lugares del páramo, ese trasunto de la Tierra Maldita dreddsiana?

Cuando vi la primera vez esta película experimenté dos emociones opuestas (resucitadas de cuando EL RETORNO DEL JEDI); una de entusiasmo: ¡otra entrega de Mad Max! Y, a continuación, de tristeza: Es la última. No habrá más. Y así ha sido.

La cinta que lo comenzó todo, venida
de las antípodas, de donde nadie
esperaba llegasen tan impresionantes
novedades. Digamos que fue el filme
que situó a Australia en el mapa

Aunque FURY ROAD llevaba coleando décadas por los despachos de Hollywood y seguro para plasmarse al fin en fotogramas ha sufrido mutaciones contra natura, víctima del fascismo WOKE (afortunadamente, en retroceso), Fury Road NO ES una película de Mad Max. Pese a su impresionante espectacularidad y sus elaborados escenarios, es una cinta donde sale Max, mas en plan actor estelar invitado. No es un Mad Max según “los puristas” entendemos. Es algo… a lo Mad Max.

Un visionado pausado de Thunderdome revela el sutil aire de nostalgia y melancolía que la envuelve. La última secuencia lo manifiesta. Un diálogo en voz off con rasgos poéticos y un fundido a negro que sumerge al peregrino Max en el vasto páramo de las leyendas. Nos deja su trilogía. La certeza de que aún seguirá vivo allí: junto a las restantes leyendas que estremecieron nuestra juventud, entusiasmándola.