lunes, 11 de octubre de 2010

¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS? – MARATHON MAN(DROID)

Una de las portadas de la obra, de
gran influencia en mi propio trabajo
Siguiendo con las novelas basadas en LA CATÁSTROFE, no podía soslayar la que supone uno de los grandes iconos del género y un pilar de la CultuPop. Pienso (es mi opinión, ¿vale?) que realmente la popularidad de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? procede de BLADE RUNNER, la tan entonces tiroteada, hoy día sacralizada. Entonces, podía ser un oscuro texto más de un drogata paranoico que conocían cuatro o cinco porque estaban metidos en la pomada. El resto del mundo giraba indiferente. De hecho, hallé la novela años más tarde del estreno de la película (fui de los primeros en verla), y sabía que existía porque me quedé a escuchar entero el tema ELECTRICS DREAMS. ¡Toma! ¿Basada en algo escrito? ¿De quién? ¿Dónde lo encuentro?
Os hablo de cuando, pese a haber material publicado por distintos sellos, MARTÍNEZ ROCA parecía la editorial hegemónica de la ciencia ficción: si no estaba en esos libros negros con portadas tan ¿naif?, era porque no existía. O era algo que sólo conocían en las rutas espaciales de oídas. Pero no en la Tierra. Todo muy feérico. (Confieso que era la percepción que tenía del asunto, y a veces, la percepción constituye el mundo.)
Afiche de la edición final del film, usado
en alguna edición de cubierta del libro
Sospecho que sobre esta obra de PHILIP K. DICK se han escrito innumerable cantidad de palabras (por autoridades y aficionados realmente versados, agudos/astutos) y que poco más podría yo aportar, salvo alguna de mis teorías, como relacionar EL LOBO SOLITARIO Y SU CACHORRO con LA CARRETERA. En TEBEOSFERA están acostumbrados a ellas. Supongo que, en este nuevo ambiente, aquellos que desconozcan mis reseñas les parecerán desconcertantes mis hipótesis… pero con un noséqué, ¿verdad?
Aproximados a la novela desde la película, lo primero que llama la atención de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? es que NO se parecen en APENAS NADA. La protagoniza RICK DECKARD, sí, pero sale una esposa con la cual está al borde del divorcio. Luego, el mundo no es una superpoblada pesadilla RETROPUNK con visajes CYBERPUNK, cegadora de neón, sino un páramo ceniciento donde aún brillan algunas luces urbanas de capitales que se despueblan rápidamente, caso de no ser ya ciudades-cementerio. Tan deprimente ambiente obliga a la gente a discar emociones en un artefacto para que éste les surta del ánimo que les permita llegar a mañana. Después sale un tarado corroído por la radiación (que, en vez de matar de terribles tumores, o desarrollar superpoderes, descompone el cerebro) que ni de refilón se parece al J.F. SEBASTIAN de la cinta (una ironía, dado que éste era ingeniero en genética, y el otro, chófer de una “clínica de animales” robot) y finalmente está la obsesión por la posesión de animales. Éstos no sólo dan prestigio social: garantizan la humanidad. Son el sigul de que aún perteneces a la congregación.
Una de las carteleras de la película,
en su momento implacablemente
bombardeada por la crítica. Hoy,
¡aclamad al ídolo!

Sobre todo esto reinan los androides (“andrillos”, no “replicantes”), que tratan de sobrevivir con ahínco en un mundo muerto que, aun así, avarientamente les niega un santuario que, en breves años, ni ellos mismos disfrutarán, porque son mercancía con fecha de caducidad inevitable. ROY BATTY es descrito como un gurú-guerrero (es curioso, pero a Dick, un hombre con problemas mentales y adicciones que le mataron, se le está, en algunos ambientes, considerando así, mientras que ROBERT HOWARD sigue siendo “el loco de los vikingos”) que recibe un tiro de mala manera y sanseacabó. Deckard adquiere un trastorno transitorio de identidad, o envenenamiento por radiaciones, o fatiga, o estrés postcombate, o qué se yo, y se pierde por esos páramos sombríos hasta que llega con un sapo a casa con brillo de jingle bells en la mirada. En un giro final, la decepción: descubre que el ‘animal’ es artificial.
(¡Hum! ¿Esto quizás es una alegoría? En IA, los que perduran son los androides, de una categoría muy sofisticada, sentientes-pensantes. ¿Quería decirnos Dick que, al final de todo este polvo y estrago, sólo las máquinas “superiores” nos sobrevivirían? O quizás no. No creo que Dick pretendiese darnos una lección vital con este relato; con él pagaría facturas e iría tirando hasta que llegase el siguiente cheque por otro cuento, otra novela, algún artículo. Sí es revelador el que pinte el mundo de un Invierno Nuclear, cuando el término no sólo no existía: ni siquiera se consideraba una secuela de la guerra atómica.)
Claustrofóbica MEGA CITY que empieza a parecerse más a
nuestro mundo presente. ¿Así se predice el futuro, con
sueños eléctricos?
La novela, cocinada en plena Guerra Fría (dato importante; algunos articulistas no hacen la  contemporización y no ven cómo esto influye en la obra que reseñan, de qué forma presiona al autor), no tiene la épica final que RIDLEY SCOTT, responsable de la mala leche póstuma que HARRISON FORD siente por él al obligarle a repetir escenas, imprimió en el dramático encuentro entre el cazador y la presa, en que los roles se invierten y Deckard es perseguido por un ogro sardónico que especula filosóficamente entre disparos, obligando al blade runner a amar la vida de una forma inusitada. Al disponer de extensa cantidad de tiempo para disfrutarla, puede derrocharla, exponerla de manera hasta temeraria, inconsciente del bien valioso que es…
HARRISON FORD como RICK DECKARD. Breado, pero
dispuesto a repartir estopa. En alguna parte, oculta sus
remordimientos por matar a la replicante buenorra
Pero de Blade Runner se han emitido tonterías que han calado como sacramentos. La más recurrente, la que más me irrita, es la de que “llueve porque refleja la tristeza del mundo”. Sí, sí. Cuentos. Llueve porque tenían que trasladar la manta de ceniza que oscurece el cielo de la novela (similar a la que se describe en La carretera, o FACTORÍA CINCO) de algún modo. (Supongo que cambiaron, por razones comerciales, el ambiente postnuclear de la novela por el de la película al considerar que nadie creería ya posible una sociedad tan organizada tras la devastación atómica.) Luego, que “llueve siempre”: Blade Runner, como ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? transcurre en un día. ¿O ya no existen las jornadas en las que llueve sin parar? Y no lo hace: cuando Rick somete a RACHAEL al VOIGT-KAMPF, luce el sol. Es el atardecer… pero curiosamente, la estrella asciende en el cielo, en vez de declinar al ocaso. Rick es recogido por EDWARD JAMES OLMOS a la hora del almuerzo, y vuelan raudos a la TYRELL CORP (que en la novela es la ROSEN ASSOCIATION) por el alto cielo de la tarde y entre todos los vientos.
SEAN YOUNG como RACHAEL; algunos se traen no sé
qué historia rara con la pinta de muñequita de las
replicantes y lo fáciles que son de matar por eso
En la novela, cuando más peligro tiene Rick de diñarla es en el ‘enfrentamiento’ con LUBA LUFT (cuyo trasunto en la película es la stripper de la serpiente –muy freudiano, muy simbólico, todo-), que lo enreda en un mundo paralelo donde los andrillos asumen diversas identidades a fin de escapar del ‘cazador de bonificaciones’ de turno.
Tampoco acepto que Deckard sea un andrillo con memoria sintética, como se suponía era PHIL RESCH, y me parece una “metedura de pata” a la que Scott y Ford han contribuido para emitir polución y confundir todavía más.
ROY BATTY (RUTGER HAUER), gurú, imparte una lección;
Deckar demuestra que la letra con sangre entra
Prefiero la versión del estreno, con la fuga de ambos por los luminosos bosques, a la que nos imponen ahora de los unicornios simbólicos que reflejan paranoias puristas y terminan la película de un modo frío, semejante al golpe de la guillotina. ¿Qué quieren representar con eso? Siendo replicantes, ¿no morirán en cuatro años? Rachael era ‘especial’, vale, ¿pero Deckard también? ¿No se consumiría en poco tiempo?
Acaso este fotograma sí refleja el ambiente de Invierno
Nuclear pulverulento que describre PHILIP K. DICK en la
novela
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? resume y compendia el Universo que Philip K. Dick se tenía montado así como refleja parte de su propia existencia, donde la realidad y la ficción tenían las fronteras difusas y cuya historia es la de uno de tantos genios muertos en la miseria pero que, ahora mismo, quizás con conciencia culpable, han elevado al panteón esperando de él la sentencia juiciosa que guíe por el vericueto de la vida.