Dentro de este recopilatorio podemos encontrar este cuento. Edición de MARTÍNEZ ROCA, mítica ya, creo yo |
La lectura de este relato de HARLAN ELLISON impone la sospecha de que el autor hizo notable esfuerzo por transmitir la pragmática tosquedad del carácter del protagonista, o fabulista, de este cuento. Destaca la áspera ironía como VIC, o ALBERT, encara el día-a-día de su mundo postcataclismo. También se detecta una mancha de miedo tintando algunas de sus palabras. No sé hasta dónde Un muchacho y su perro es un canto al individualismo, pues cierto modo de vida (peligroso, salvaje, improductivo, ir tirando, nada más) se ve amenazado y los márgenes para seguir disfrutándolo se estrechan de forma inexorable.
Toma por sorpresa el procaz lenguaje que Ellison emplea para contar esta historia. Era, por otra parte, lógico proceder así. Es 2024, la Tercera Guerra barrió la Sociedad y entre los escombros producto de su barrena pululan los “solos”, supervivientes asilvestrados y autodidactas a modo, tutelados por sus perros telépatas; SANGRE, en el caso de Vic, es su mentor y alcahuete, aunque el mundo no está para cortejos ni largos noviazgos. Le das y te vas, es el lema de la época. La fuerza y la dominación suplantan a los bombones y rosas con los que cortejar a la elegida.
HARLAN ELLISON con expresión pícara. Esas gafas le hacen parecer un VISITANTE de la serie V de los 1980, ¿a que sí? |
Sin complejos Vic, avezado joven de edad imprecisa y vagabundo de los páramos del aparente Medio Oeste americano, y con las hormonas sexuales en perpetua revolución (el relato comienza con Vic presionando a Sangre para que le husmee hembra), destaca sus escarceos con el bello sexo con todo tipo de expresiones cuarteleras, sin vanagloriarse empero (pues el asunto no tiene más trascendencia que la de limpiar una ventana para él), entroncándose luego con aspectos de su sociedad, dividida en tres facciones, o cuatro caso de incluir a los perros telépatas (originalmente GENEmod para ser armas vivas que transportasen explosivos a la misma guarida enemiga, su inteligencia reforzada por sesos de delfín). Están los solos vagabundos, los miembros de las bandas y los carcas de las antípodas, los refugios subterráneos.
Vic creció como un solo brujuleando por ahí, al acecho de coitos y alimento para Sangre (cuyo vínculo emocional, no exento de roces, se ha vuelto intenso entre ambos), porque al ganar en potencia cerebral se han mermado sus instintos primarios y territoriales, imposibilitándole para cazar. Contemplan cómo las bandas comenzaron a adquirir entidad orgánica y número. Van recomponiendo, sui géneris, el mundo previo a la Tercera Guerra, restableciendo algunos servicios públicos, como el cine, el favorito de la pareja, y futura fuente de sus problemas.
Guerrillera portada de RICHARD CORBEN que adaptó el texto de Ellison a las viñetas (publicado por NORMA EDITORIAL) |
Vic descubre que el páramo carece de atractivos (si los tuvo alguna vez) para un número creciente de solos que van agregándose a las bandas; éstas ofrecen mutua protección, cobijo, un rasgo de pertenencia cuyo peaje es un sacrificio que Vic no desea pagar; la carencia de mujeres fuerza las relaciones homoX, y el nuevo de la banda complace al resto. Dentro de las bandas hay jerarquías: JINETES y BÓXERS, quienes se llevan la peor parte. Vic no se ve de bóxer. Pero será inevitable en pocos años, teme. Trata de aplazarlo cuanto puede, e intenta vivir con toda intensidad cada jornada como hombre libre en el país libre.
Pero, para Vic, más que soportar esta vejación, lo que le hace renegar de unirse a una banda es apreciar que sería sumergido en un “mar de mediocridad”. Perdería libertad. Su identidad se amalgamaría con la masa y sería uno más, no Vic, el testarudo priápico errante de las praderas postnucleares (cuyos estragos son mínimo-nimiamente descritos, lo propio de una Sociedad que carecía de nociones sobre el Invierno Nuclear y la Propaganda gubernamental desinformaba sobre la letal secuela de las radiaciones), que no muy mal sobrevive acosado por los sarcásticos ditirambos de Sangre.
Otra muestra del trabajo de Ellison, aquí splash-page donde HULK las pasa putas. Dibuja: el hermano mediocre BUSCEMA, SAL. |
Otro indicio de que Un muchacho y su perro es una elegía al individualismo, más que una parábola sobre el holocausto atómico, o relato de ocio puro y duro con la esperanza de aportar dinero al autor, está en cómo Vic abomina del profundo reino subterráneo de las antípodas y critica sin piedad su estructura social hipócrita, la cual perpetúa unos “buenos principios” que ocultan retorcidos pensamientos y acciones. Allí abajo perdura todo cuando originó la Tercera Guerra, moral y técnico, enmascarándolo de apacible y fecunda comunidad semiagrícola de la América Profunda, la que tan hábilmente retrata STEPHEN KING.
Para renovar el decadente material genético, envían a la superficie a QUILLA JUNE HOLMES, absolutamente ávida de sexo (duro), y enreda (enervando al suspicaz Sangre) a Vic en una relación que desarrolla unos fuertes lazos afectivos que inflaman la sangre del avispado superviviente, obligándolo a perseguirla a las antípodas. (Eso sí, ¡vaya alarde de continuidad y resistencia el que Vic relata mientras permanecen “atrapados” en la sala de calderas! -¿analogía de la leñera donde los padres de esa América Profunda violentaban a sus hijas?- ¡Exagerado!) Aquí, Vic, más que encallecido trotamundos, se manifiesta como un profundo egoísta incapaz de pensar con algo que no sea su polla. Abandona a Sangre (su único amigo, el mentor, quien le quiere en verdad) víctima del embrujo de súcubo de Quilla June (mala zorra nada recomendable), para satisfacer un afán que tampoco le produce beneficio. Y esto amenaza la vida de ambos.
La fuerza del relato ha merecido la recompensa de una versión para la pantalla de plata |
Preso allí, le informan que su misión es exactamente el sueño de su vida: joder a mansalva para procrear. Escandaliza con sus salvajes modos y lenguaje a una población anciana encasquillada en tribalismos sociales que Vic abomina. Pero lo ahoga esa atmósfera, tener que vestir “decentemente”, el proceso de reproducción establecido por las autoridades del silo. Detesta que le marquen los ritmos.
En la Subtrópoli Vic reflexiona profundamente sobre sí y su probable destino. Anhela, ante todo, la libertad de los espacios abiertos. Ser él, no elemento de la comunidad. Todo cuanto teme ser al incorporarse a una banda, lo es en esta antípoda. Recuperar su identidad lo impulsa a regresar arriba, arrastrando a Quilla June, esclava del amor que afirma sentir por él, y que, ante el lamentable estado como halla a Sangre, se convierte en ofrenda de reconciliación. Así, Vic fija por fin sus prioridades, lealtades y cariños. El mundo recupera su correcta dimensión.
Vuestro Scriptor.
Y sobre otros supervivientes: