martes, 1 de noviembre de 2011

THE CROW (EL CUERVO) – VIOLENCIA FORTUITA

Cubierta del número uno (de cuatro),
edición GLÉNAT a remolque del
estreno de la película homónima
El argumento de The Crow no es nuevo; trata de un clásico: la venganza. Hasta el giro que imprime el autor, JAMES O´BARR (del cual nunca más se supo, ¿no?) a su relato carece de originalidad: el resucitado justiciero. Entonces, ¿qué lo hace distinto… aparte de la película de ALEX PROYAS? Pues su grado de poesía retorcida y macabra, la alocución desde las letras de canciones, esas greguerías semioníricas, el look a lo ROBERT SMITH del protagonista, un THE CURE para la delincuencia de su escenario, Detroit.
Y también debemos apuntar el masoquismo (sobredosis incluidas) como otro elemento que distingue de otras historias similares, o con un antecedente literario, a El Cuervo (el ave-guía del/al Otro Mundo, arquetipo de deidad pero que la obra fagocitó de tal modo que lo ha transformado en el personaje y arma del relato).
The Crow es una obra absolutamente personal; O´Barr vuelca raudales de sus filias y fobias, distribuyéndolas por viñetas que discurren desde lo abigarrado y saturado (con homenaje a WILL EISNER) a la nada del espacio en blanco como fondo, donde flota un vago diseño, apenas un garabato, casual pincelada, vacío que pretende significar la inabarcable soledad y desesperación que carcome al ‘héroe’, a la vez lastre y bastidor, y con el que exterioriza las aristas de su sed de retribución.
El martirio (y, luego, muerte) de SHELLY; ERIC ya la
ha palmado; pero el Cuervo lo registra todo por él
Dentro del contexto de la obra, inquieta ver que El Cuervo (que no es ya el cándido e inofensivo ERIC, amante incondicional de la ejemplar SHELLY) no encuentra alivio proporcionando tormento y aflicción a sus asesinos, quienes lo han mantenido impaciente con sus fechorías dentro de su tumba un largo año, anhelando saltar de ella para vengarse: él mismo se corta y apuñala, traza símbolos en su carne con navajas afiladas, dibuja en las paredes con su sangre y se flagela con cristales y mampostería, bullendo de ira por no poder canalizarla toda hacia los responsables de su estado.
El otrora inofensivo Eric resucita como El Cuervo; y a la
guerra, como a la venganza, no puedes ir desarmado
La primera lectura causa cierta confusión; comparativamente, no imagino al lacónico y desalmado FRANK THE PUNISHER CASTLE dándose de cabezazos contra las paredes, o clavándose una bayoneta en el vientre, llevado por un enfermizo extremo de dolor pasional: él hace sufrir a otros la acidez que lo corroe. Repasos sucesivos a The Crow amargan el relato por tales demostraciones de malsana ansia de martirio. ¿Acaso El Cuervo aspiraba al Cielo a través del dolor? ¡Qué supremo católico! ¡Que lo canonicen YA!, pues conoce el camino que viene desde el Más Allá y las rugosidades de la senda de la resurrección, dándonos una “guía” de cómo seguirlo. Es la patente prueba de que la vía que lleva al Templo de la Virtud es en verdad tortuosa, con tormento a cada palmo de su recorrido.
Imagen promocional (o sea, más añadidos; O´
Barr parece incapaz de crear algo más); muestra
el latente masoquismo de El Cuervo... y vaya
posturita, amigo...
Y O´Barr le brinda, una edición tras otra, nuevos elementos con los que herirse y flagelarse, cada vez más líricos y estilizados, sí, pero no por eso menos desagradables.
Es tentador, al margen de reconocer la influencia gráfica de GRAHAM INGELLS o BERNIE WRIGTHSON en esta historieta, ver el mito de ORFERO y EURÍDICE como un soporte que O´Barr revitaliza en estas planchas. Aduzco que O´Barr se ajusta a esta leyenda poque su personaje se marca unos pasos de ballet y danza a través del caos que origina, siendo el baile remedo de la canción de Orfeo para conmover a HADES, y absorbe balas declamando su simbólica poesía, así como los comentarios y observaciones sin casta que regala junto con proyectiles Magnum.
Y no creo que haya nadie tan audaz de afirmar que el drama de Eric y Shelly es expósito del de LOS AMANTES DE TERUEL o ROMEO Y JULIETA, ¿verdad?, y más con los detalles que acabo de dar. Pero, bueno, la opinión es libre (sólo esperamos que también sea coherente).
Entre venganzas, El Cuervo danza
con la Muerte
El vibrante concepto del “amor inmortal” donde El Cuervo se ahoga (más que moverse), su glorioso éxtasis malogrado con estas trágicas consecuencias y padecimientos, es una añagaza más que emplea O´Barr para realzar un relato esgrafiado con técnica casi amateur, conmover al lector y hacerle más digerible los puntos masoquistas del relato. Esto de la historia de amor funciona, además, muy bien en taquilla (TITANIC).
O´Barr destina tanto, o casi más, espacio al romance truncado y sus muestras de arrebatada pasión que a la venganza de Eric, estableciendo un binomio dramático, mitológico o histórico: el amor y la muerte como consecuencias o sucesos correlativos. Cuanto mayor la pasión (que no es igual al amor) más brutalmente se destruye al asesino (MAD MAX).
O´Barr eleva su relato sobre la tragedia que esgrime The Punisher para castigar: el asesinato de Eric y Shelly recibe toda esa bestial vejación y luego la muerte estremece y emociona. Es algo intrínsecamente cercano y real, comidilla de los noticiarios. Esas páginas son un potente reflejo de la vileza humana (otra pasión en contrapunto al amor-sin-fin que se profesa la pareja) y que establece otra parábola: la de que el Mal prevalece sobre todo. Los asesinos de Eric y Shelly, caníbales entrópicos, Jinetes Salvajes de la Segunda Ley de la Termodinámica, son heraldos de la fuerza definitiva que domina el Cosmos. Cuanto hace Eric fuera de su tumba no pretende equilibrar la balanza. Tampoco enmendará nada; no ofrece esperanza, salvación o redención. Va a lo suyo, como hicieron esos criminales aquél atardecer, y el mundo seguirá girando lleno de inmundicia y mezquindad después de todo esto.
El martirio y el sigul, siempre presentes en estas
viñetas; aquí, la peña culpable de la muerte de
Eric y Shelly, y algunos compis más
La etiqueta “esta historia es de un terror incomparable” suele aplicarse a ciertas historias muy a la ligera. En mi opinión, el TERROR (pago hipoteca aparte) es lo que cuenta el telediario, no esos abstractos monstruos del cine. Lo que O´Barr dibuja con el asesinato de Eric y Shelly el día más feliz de sus vidas, el implacable toque de los bajos instintos, la maldad intrínseca del Hombre empujando cruelmente a la fosa, destruyendo vidas con cuchillos y pistolas, no con fauces y colmillos, garras de uñas sucias y astilladas, ni con zarpas putrefactas de entes cubiertos de vermes, sí induce pánico. Lo otro…
Vuestro Scriptor.
Documentación adjunta:
El guitarrista/mártir/cristo que regresó del Huerco.
En la Vida, tenía asuntos pendientes (compárese
este fotograma con la última página incluida en
el comentario; nótense sus coincidencias)