martes, 22 de noviembre de 2011

EL FANTASMA DE LA ÓPERA – EL SUPERVILLANO LÍRICO

Portada de VALDEMAR; más que de
FANTASMA DE LA ÓPERA, parece
de amenazante FANTOMAS
Dos grandes figuras dominan la célebre novela de GASTÓN LEROUX: el mismo edificio de la Ópera de París y su más inusual, caprichoso y peligroso inquilino, el llamado ERIK, el Fantasma, supervillano con tendencias histriónicas que termina derribado por una emoción tan elemental y evanescente como es el amor, la materia motriz/combustible de tantas y tan insignes silly love songs y otras caballerías.
El Fantasma de la Ópera se las ha apañado, seguro que a disgusto, para transformarse en un icono completamente distinto al que Leroux prefiguró en su libro. Se le ha visionado como víctima de una injusticia seguida de una desgracia y que, como EL CONDE DE MONTECRISTO, emprende una venganza mesurada por la aparición de CHRISTINE DAAÉ (o como deseen bautizarla los adaptadores y según qué formato), de la cual el Fantasma se enamora con absoluta pasión.
Pero, claro, es un monstruo/lo han monstruoficado y se origina una contracorriente de fluctuaciones emotivas (venganza, amor, perdón, rencor, mi cara destrozada, su délfica belleza… complejos Complejos COMPLEJOS, sí, ajá) y de ahí sale el drama/trama que fecunda el filme (que es como se conoce, sobre todo, al personaje).
El autor, GASTÓN LEROUX, hombre de
vida tan inquieta como el Fantasma
El Fantasma de la Ópera es, sucintamente, la enésima recreación de FAUSTO y ORFEO Y EURÍDICE. Leroux lo refiere en la novela eligiendo con cuidado las óperas y qué pasajes de éstas deben aparecer para reforzar el argumento, las motivaciones del coro protagonista. Impregna de poder (dándole aliento propio, ¡escenario sin par!) al panteón de la Ópera, un coloso lleno de plantas, dependencias, sótanos y subsótanos, convertido, por su actividad, en una microciudad en la que el Fantasma gobierna despótico, aunque a capricho, condenando o salvando según él quiera.
La descripción que el estilo extravagante y energético del autor hace del mausoleo de la música embruja tanto como el mismo supervillano cadavérico (que se me antoja un cruce de CRÁNEO ROJO y el DOCTOR MUERTE), cuyos fragmentos de semblanzas, revelados por el cargoso de EL PERSA, lo hacen todavía más significativo, interesante.
Afiche de la primera adaptación, de la
UNIVERSAL, recordada por la
caracterización de LON CHANEY
Que El Fantasma de la Ópera es Fausto aparece detallado en la misma trama; poco original fue Leroux en este sentido. Así, el Diablo es el Fantasma, que se aprovecha de las tontunas de la ingenua Christine para engatusarla y proponerle un trato que, a modo, se apodera del alma de la simplona: dueño de un talento musical superior quizás a su genialidad como inventor, enseña a Christine a templar su voz, convirtiéndola en admirable diva.
A cambio, debe Christine vivir como su esposa en las catacumbas de la Ópera. (Otra influencia mitológica, la de PERSÉFONE, pues el Fantasma la autoriza a subir por temporadas a la superficie.) Por desgracia para el supervillano, el corazón de Christine pertenece al vizconde RAOUL DE CHAGNY, un señorito decimonónico del pan pringao, un romance procedente de la tierna infancia de ambos jóvenes.
Una versión "intermedia", que empieza a
torcer las cosas; CLAUDE RAINS, JUAN
SIN TIERRA en ROBIN HOOD,
hace del Fantasma
En caso de ceñir la fábula de Leroux a Fausto, Raoul es MARGARITA, que con denuedo aboga por el alma de Fausto y así recuperarlo para el Reino de los Cielos. Tenaz y locamente enamorado del bonito bibelot como Leroux pinta a Christine, acomete con impaciencia el descenso a los infiernos pretendiendo rescatarla del tiránico Fantasma.
Aquí, Leroux adapta Orfeo y Eurídice, y no sé hasta qué punto LA DIVINA COMEDIA. Raoul, moderno Orfeo, baja al Hades de las catacumbas de la Ópera tropezándose con una serie de potentes secundarios que hacen del lugar un sorprendente teatro plagado de autoleyendas. Cada nivel que Raoul y El Persa descienden puede equivaler a otro Círculo del Infierno de DANTE. (El Persa, por otro lado, es tanto CAN CERBERO –pues ‘guarda’ el Infierno que el Fantasma ha erigido en su vasto dominio subterráneo- como VIRGILIO, el poeta fantasma que guía a Dante por el Huerco, y hace para Raoul de cicerón de sus numerosas amenazas.)
Cartel del reputado musical de
ANDREW LLOYD WEBBER; amores
y romances desesperados e hirvientes
Al contrario de Orfeo y Eurídice, su actualización, esta obra, se salda con éxito: Raoul “rescata” a Christine (aunque en realidad es el voluble carácter del Fantasma el que respeta la vida de los intrusos, y luego permite a los jóvenes vivir felices y comer perdices). Pero esta felicidad no es completa; si Orfeo y Eurídice termina con ella regresando al averno al incumplir Orfeo la condición que le exige HADES, Leroux traza una analogía matando al hermano de Raoul, el conde PHILIPPE, convirtiéndose como en rehén que se cobra el Fantasma/Hades a cambio de liberar a Christine/Eurídice.
El conde es un ejemplo, por otra parte, de la hipocresía aristocrática decimonónica. Espejo cabal de la buena crianza de un noble-caballero de su época, empero su recto sentido de la moral victoriana no encuentra en absoluto indecoroso que Raoul (o él mismo) cortejen a las cantantes de la Ópera, gente que, por su extracción social, jamás admitiría en su círculo de amistades. Aun bien entrados en intimidades (léase: el juego de la bestia de dos espaldas), ni mirarían a esa mujer que tan bien les conoce.
En efecto, así era el Fantasma (Lon Chaney)
Leroux preña la obra de considerable número de nombres que se hacen relativamente capitales en la historia (como la SEÑORA GIRY o los nuevos directores de la Ópera, los respetables DEBIENNE y POLIGNY), e invita a buscar los párrafos en que El Persa desvela pasajes biográficos del Fantasma (como “las horas rosas de Mazenderan”), así como especular con esos personajes, apenas bosquejados (lo cual los hace más relevantes), que recorren los sótanos de la Ópera.
En cambio, el vivaz y poco ortodoxo estilo de Leroux se vuelve una losa cuando relata la vida y pre-romance de Christine y Raoul, toda esa matraca del ÁNGEL DE LA MÚSICA, cosa que nos desvela qué tonta es Christine. Pero, con gran caballerosidad, el autor escoge los adjetivos que eviten directamente mostrárnosla así. Y Raoul tampoco es un dechado de virtudes. Contrastado con El Persa (que sin cesar le previene del Mal que encarna el Fantasma, peligroso ante todo por su inconstante carácter), se aparece un alocado pueril que corre sin más a su muerte. Eso sí, haciendo de su último aliento el dulce nombre de su amada, lo cual excusa su imprudencia.

No así de bonito, como lo caracterizó
GERALD BUTLER (el LEÓNIDAS de
300) en una reciente versión