viernes, 25 de noviembre de 2011

EL FANTASMA DEL PARAÍSO – SUPERVILLANO A LA FUERZA

Afiche foráneo con un toque a cómic,
que aventura su aire desenfadado
El arrebato que sufre WINSLOW LEACH (WILLIAM FINLEY) por PHOENIX (JESSICA HARPER) procede de después de oírla cantar su música. El auténtico amor del apasionado y humilde compositor, de aspecto aun desastrado, es su partitura. Phoenix sólo encaja en las sentimentales e inspiradas tonadas como el último elemento que necesitaba, no como el objeto a quien se destinaban. Llegará un momento en que ambas se fundirán volviéndose indivisibles. EL FANTASMA DE LA ÓPERA se enamoró de CHRISTINE DAAÉ y luego la ayudó a domar su voz. Phoenix ya llega cultivada para pasmo del futuro Fantasma del Paraíso.
De todos modos, no creo que el muy maltratado Winslow amase (como carne, como anhelo, como esposa) a Phoenix por ella, sino porque entrañaba una imagen de pureza, como su partitura también, y decidió que ambas debían ser defendidas a toda costa de las viscosas manipulaciones de SWAN (PAUL WILLIAMS) y su necrófila discográfica, DEATH RECORDS.
PHILBIN (GEORGE MENUNDI) recibe órdenes del
enigmático y omnipotente SWAN (el guante); al piano,
un borroso WINSLOW LEACH (WILLIAM FINLEY)
El Fantasma del Paraíso, a fuerza de ironías, versa sobre eso: la podredumbre. BRIAN DE PALMA se apoya en El Fantasma de la Ópera, de GASTON LEROUX, para filmar una parábola destinada a dar cierto papirotazo a los fans, lo que hoy ha desbordado transformándose en freakies, gente cuyo dios es un ídolo confeccionado en un estéril departamento de marketing y que, sondeado por dentro, no tiene nada, salvo un relleno cosmético destinado a obnubilar y pastorear a la masa.
Pérfido PÉRFIDO Swan (PAUL WILLIAMS -¿el hermano
 de JOHN WILLIAMS?-) maquinando corrupciones
El ejemplo está en la fabricación (nunca mejor dicho, pues se escenifica para su debut el ‘mito’ de FRANKENSTEIN) a BEEF (GERRIT GRAHAM), cantante aparente con una dosis de talento pero aún insuficiente para encumbrarlo. Por lo tanto, y siempre según el malicioso y protervo afán/gusto/ironía de Swan, lo mitifican y hornean presentándolo como la Gran Sensación en la que volcar anhelos, proyectar sueños y lanzarle una carretada de ropa íntima femenina que alfombre el escenario.
Murió una víctima y nació un monstruo: el
FANTASMA DEL PARAÍSO. Winslow culmina, con
esta pinta, su obra magna. (¿Hasta qué punto
DARTH VADER se inspira en este diseño?)

El objetivo de Swan es corromper, adulterarlo TODO, y se ve en el martirio que padece Winslow, a quien primero hurta su maravillosa partitura (ésta, al principio al menos, no está escrita con sangre, como el DON JUAN TRIUNFANTE que el Fantasma de la Ópera llevaba años componiendo; pero luego sí será así, al menos, metafóricamente), y después lo denigra en lo social y lo físico. Swan sobornó a la policía, los jueces, al alcaide de la prisión donde encarcelan al desventurado compositor. De Palma nos está diciendo, a través de las exageradas y satíricas secuencias, que la corrupción es omnipotente y que el candor, la inocencia, la pureza, carecen de efectivo poder para vencer, pese a su aclamada mitificación.
Un nuevo mito, BEEF (GERRIT GRAHAM) pisa el
escenario, adulterando las sinfonías de Winslow. (En algo,
siempre he identificado a Beef con FREDDIE MERCURY)
El Fantasma del Paraíso también alude a FAUSTO, y más directamente de lo que lo hizo Leroux. Swan, un talentoso ídolo hedonista, prefiere suicidarse en su cénit absoluto antes que presenciar su decadencia, arrastrada largos años, y que concluirá en la última injuria de la sepultura. Pero el Diablo lo intercepta antes proponiéndole una eterna y exitosa juventud. El Máximo Corruptor enrola a un Prometedor Corruptor, y Swan cumple con auténtica pasión.
Merced a esto, con una compulsión superior a él, corrompe a Winslow destrozando su cuerpo y su voz, su moral, y luego se apodera de su noble alma, envenenada empero a base de golpes de vileza. Innegable que El Fantasma del Paraíso es una fábula pop/rock inspirada en El Fantasma de la Ópera, pero se diferencian (y es lo fundamental) en que el Fantasma ya era perverso per se, mientras que Winslow se malea víctima de los crueles envites de la corrupción que empuña Swan.
La bella, PHOENIX (JESSICA HARPER), asediada por el
corruptor. Adulaciones y promesas fáciles de hacer para
encumbrar, aún más, a Swan
La más clara evidencia del predio del magnate musical está en la selección de cantantes para la ópera rock que robó al incauto Winslow, y donde conoce accidentalmente a Phoenix (qué curioso: dos aves enfrentadas en este filme), otro encanto de puridad, y que pasa a una habitación donde el cazatalentos de Swan, PHILBIN (GEORGE MENUNDI), se trajina, junto a otros miembros de Death Records, a las aspirantes.
Phoenix, en primera instancia, abomina tal trato, ofendida e indignada. Como Winslow, ella llega a Death Records esperando triunfar merced a su talento, su voz. En esto, es hermana del músico. Pero para triunfar debe pagar el peaje de esta suerte de prostitución. Philbin se lo asegura cuando ella le rechaza: ¡jamás triunfarás! ¡Tesitura moral terrible! ¿Vendo mi virtud (que no comprende únicamente a la virginidad) a cambio del éxito, o sigo incólume pero pobre e ignorada para siempre? Mis sueños, ¿merecen tal sacrificio? Primero, Phoenix elige la segunda elección.
Phoenix, al renacer de sus cenizas (mantener su integridad
intacta), enseguida sucumbe al embrujo de Swan, para
mortificación del pobre Winslow
Esto es otro mensaje que de Palma lanza al fandom: no sólo vuestros mitos son de laboratorio; además pagaron algo y no fue, precisamente, una cena. Pero la vanidad y la necesidad de soñar, de adorar, la idolatría inherente al Hombre, ahogan estas nociones.
Phoenix al final cede. Es elegida, mediante la presión que ejerce Winslow, ya el Fantasma del Paraíso musical que Swan ha edificado para así dictar los nuevos estilos al resto de la industria discográfica, sobre éste, para interpretar a la prima donna de su ópera. Swan al instante detecta en Phoenix pureza y, como loco, busca corromperla. Tal como hizo con Winslow, también se apodera del alma de ella. Lo siguiente es, también, destruir su carne. Y lo hará en un momento glorioso de la ópera para así remarcarla in saecula saeculorum, amén.
Con su barroco uniforme, Winslow impedirá que Phoenix,
in extremis, sea la enésima víctima de Swan. El público,
enloquecido, le jalea
Winslow no piensa permitirlo. Sabiéndose condenado, evita tal fin a Phoenix conforme precipita el de Swan (sí, ajá, un tanto a EL RETRATO DE DORIAN GRAY) y el suyo propio. En su ordalía seguramente recuperara su alma, reivindicándose para el reino de los cielos con su sacrificio.
El Fantasma del Paraíso consigue honrosamente un huequecito en la Filmoteca Selecta de Cada Uno y queda allí, entre las grandes, gustando de revisar con cierta frecuencia. El impresionante drama y la degradación de Winslow, su meteórico ascenso a cítrico Fantasma del Paraíso, está tratado de modo quasicómico quizás para no causar sensación de estrago al espectador: ¡tantas tragedias seguidas me amargan la sesión! Pero, una vez apartada la comedia, queda la reflexión sobre la atroz influencia de la corrupción, y qué inermes estamos ante ella.
Este fotograma muestra los peligros de firmar
documentos con sangre
Vuestro Scriptor.

Documentación adjunta: