jueves, 7 de enero de 2016

EL ASOMBROSO CABEZA DE TORNILLO — AZOTE DE ZOMBIS

Cubierta describiendo al protagonista de
este comentario
Este verdadero apasionado de las viñetas, MIKE MIGNOLA, padre de HELLBOY, ilustra una ingeniosa y fresca parodia del género gótico, al cual satiriza mediante Cabeza de Tornillo, singular ente robótico de orígenes secretos, como muchas piedras extrañas. Ignota, al menos, en ésta, su primera andanza. Mignola, ocultista de la tinta, actor participante en centenares de proyectos gráficos o literarios (¡más, más!), también se mofa de sí mismo al envolver esta aventura steampunk en los ajardinados cataclismos prebíblicos tipo Hellboy, dibujando las figuras de autoridad estáticas, endiosadas en una sapiencia ‘enigmática’, pantalla arrogante que puede ocultar la más absoluta ignorancia.

También dispara contra los zombis. A quemarropa. El enemigo al que Cabeza de Tornillo frustra planes (aunque el propio EMPERADOR ZOMBI ayuda a boicotearse) es un altanero y bastante inepto muerto viviente maqueado de ropajes decimonónicos que pretenden aureolarlo de extravagante dignidad. Henchido de la megalomanía habitual de los supervillanos del mainstream, el Emperador Zombi persigue obtener una joya embrujada cuyo poder oscila entre los fetiches cargados de letal hechicería de la Era Hyboria y el Arca Perdida.

CABEZA DE TORNILLO inicia la
persecución del prepotente
EMPERADOR ZOMBI
Mignola, para narrar la singular parodia, ilustra amplias viñetas bañadas en negro. Le ha cogido gusto a oscurecer su trabajo, y debe ser el cliente predilecto de Pelikan, por la de tinta que consume. Le acompaña un agraciado color que realza lo contado, francamente esquemático, pero impregnado de divertida médula. Resalto la parodia, cuyo éxito es difícil de conseguir.

Arropan al Emperador Zombi ayudantes de dudosa utilidad; están diseñados para ampliar el gag. Rebosa sarcasmo el voluntarioso Cabeza de Tornillo, leal recurso al servicio de ABRAHAM LINCOLN, y cuya labor ha salvado anteriormente nuestro ancho mundo. El Emperador Zombi y él, sugiere Mignola, ya se han enfrentado antes, prevaleciendo Cabeza de Tornillo.

La realización de la obra demuestra o un grado sublime de inspiración o la rampante genialidad de Mignola, como también muestra su deseo de apartarse del sombrío palio que desprende Hellboy. No obstante, no puede del todo/completamente despegarse de quien le ha inmortalizado; no es tan soberbio. Es agradecido, y por eso hace un cóctel de referencias en esta historieta, premiada con el EISNER.

Aquí aparece, rodeado de la flor
y nata de su incompetente hueste
Se siente cómodo en los tenebrosos escenarios barrocos pulverulentos plagados de telarañas, las ruinas antiguas y con remanente brujería arcana que refieren siniestros episodios previos al Hombre, todo cuanto LOVECRAFT se empeñó en hacer grandioso desde los párrafos de sus relatos publicados en una modesta revista pulp, género que está demostrándose la literatura de calidad, semillero de los Grandes Clásicos de la actualidad, capaz de engendrar fantabulaciones modernas del cine.

Desde ese confort, dibuja un secreto episodio de la Historia que carga sobre los hombros de Cabeza de Tornillo, puro elemento propio de JULES VERNE: remachado por doquier, disparado contra el Emperador Zombi con un cañón, dinámico aventurero estilo DOC SAVAGE, salva al mundo de las amenazas mecánicas que podría generar un DR. ARLISS LOVELESS o las más hechiceras conjuradas por el Emperador Zombi.

Propiciándolo el tema, aprovecho para hacer digresión contra la “moda” de los zombis. Felizmente, cae. Su putrefacta carne empieza a encontrar las tumbas que jamás debió abandonar. Porque una cosa es tener algún filme afortunado que aporta variedad al espectro del ocio, y otra una Sociedad entera volcada al repelente fenómeno zombi. Cojones, ¡que son cadáveres ambulantes! ¿No tenemos fetichismos más saludables? ¡Resulta que lo que pone al personal es la necrofilia!

Aunque saben cómo detener a un
enojoso intruso
Nuestro país ha sufrido este repugnante azote, siendo encumbrado (!) aun por sujetos de dudoso… “gusto”. La afortunada lógica está ayudando a descamarnos, ¡por fin!,  de esa suciedad para recorrer espacios más amplios y, sobre todo, salubres. Con Cabeza de Tornillo, Mignola se adelantó en defensa de otros Universos de ficción amenazados por la necrofilia mórbida/morbosa de un colectivo que, desde su pequeñez, lograba irracionalmente imponerse.

También Cabeza de Tornillo expresa que una elegante y medida mezcla de tipos de aventuras puede ser idónea forma de contar una historia. Los zombis, a los que ODIO, como a quienes ciegamente les veneran, son sólo eso: pretexto de descerebrado shooting game sobre entes plagados de vermes y moscas que avanzan titubeando, o se motorizan con súbito estallido de energía en pos de carne fresca.

Dando siempre en el blanco
El tiroteo es toda el “alma” zombi: las gilipolleces de que trasuntan el miedo al contagio, recuerdo de las plagas medievales, o un soterrado discurso del seguidismo al líder, que masas lerdas (los zombis) aplauden sin analizar su doctrinario, o algo de corte religioso para meter otra lasca teófoba, son eso: carajotadas prepotentes.

En la creación sólo impera ganar $; vender algo por una buena cantidad de dinero, y hacerse un prestigio para cobrar más Más MÁS. Los discursos antes citados, obra de ‘inteligencias’ aburridas que no pueden obtener notoriedad per se, es guano mental. Lo que prima es entretener, pero con calidad. Y Mignola, con Cabeza de Tornillo, lo consigue. Con nota alta.