martes, 12 de enero de 2016

NÚMERO 9 — EL ALMA DEL ROBOT

Tenebroso afiche de esta narración
visual ucrosteampunk, tanto canto a la
cooperación como a la libertad del sujeto
Este stichpunk de animación postcataclismo, apadrinado por TIM BURTON, grosso modo desarrolla El alma del robot, novela de BARRINGTON J. BAYLEY. Exhibe demasiados elementos concordantes como para que sea algo casual. Empero, por experiencia sé que dos autores, situados aun en países ubicados en las antípodas, pueden obtener la misma revelación simultáneamente, y darle un cauce casi gemelo.

Mediarán luego la suerte, el potencial o interés del suelo patrio para que esa idea goce de más o menos interés, o éxito. El caso aquí no se da, debido al tiempo transcurrido. La novela de Bayley aparece en Década 70; esta fábula compuanimada es más reciente.

Puede tratarse de una especie de “demorado eco creativo”; las ondas alcanzaron “tarde” a SHANE ACKER para conjurar en imágenes la historia “inspirada”. También que Acker leyera la novela (título bastante oscuro; al menos, en nuestro país) y tardar años en materializar el concepto bajo esta forma. Picarescamente, leyó el libro y, aprovechando la relativa poca notoriedad de Bayley, negar la lectura para presentarse como un innovador dentro del controvertido mundo de relatos de robots.

Nuestro protagonista se enfrenta, resuelto, a los enigmas
que pueblan tanto su entorno como existencia
Siempre habría quien llegase, sin embargo, a establecer las conexiones que acabo de hacer. Da igual. Es la creación. Ondula caprichosa, beneficiando indiscriminadamente. Aun puede darse la circunstancia de que Bayley aprecie de qué eficaz modo plasmaron el alma de su narración, que no ésta íntegra.

En su novela, JASPERODUS, una tenaz máquina impulsiva y ambiciosa, recorre una Europa del futuro que, con dificultad, resurge de la vandálica era bárbara que siguió al esplendor de la ERA DE TERGOV, cuna de numerosos logros científicos. La soberbia mecánica artesanal de Jasperodus es uno de los éxitos que sobrevivieron al Colapso de Tergov. Y, para explicar su singular carácter, qué chispa anima sus decisiones, que no brotan de un elaborado programa, Jasperodus descubre en qué además sus ‘padres’ fueron sublimes: hallaron cómo trasladar ‘materia espiritual’ a un objeto como él.

No estará solo; lo acompaña esta peña. Cada cual expresa
interesantes rasgos individuales
La síntesis de Número 9 es esta. Empieza relatando cuando 9 despierta entre los polvorientos harapos de un mundo barrenado por una guerra mundial terminal. Este despojo no es, sin embargo, residuo de un mundo futuro, lo habitualmente concebido. Otro rasgo de genialidad de un filme con un atractivo acabado visual es ubicar el Armagedón en el paréntesis entre guerras mundiales. Hasta casi desprende sensación de ser recreación de LA GUERRA DE LOS MUNDOS, en el postvictorianismo donde H.G. WELLS centra la trama.

Un científico anónimo, disponiendo de los esplendores del steampunk y la electricidad, fabrica una MÁQUINA que debe garantizar la pax (según el principio Si vis pacem…). Empero, un aparato gubernamental totalitario (más soviético que nazi) se apodera del trabajo del científico, al que esclaviza para construir un arsenal que garantice el orden, persiguiendo conseguir además el control social absoluto y la completa e impositiva victoria sobre naciones rivales.

Características que, sumadas, producen acertados logros;
individualmente, más bien poco pueden hacer por sí
Algo va mal. La Máquina entiende mal las instrucciones o se descontrola, como SKYNET. Emprende un pogromo contra quienes debía proteger. No obstante, Skynet quería vivir. Cobró autoconciencia y tomó decisiones. No deseaba servir a la Humanidad. Tenía sus planes de futuro. Aquí, la Máquina entabló combate sin precisa causa. En todo caso: liberó gas letal y el Hombre machacó a cañonazos sus bípodes de guerra. Al final, nadie venció.

En el páramo sembrado de concertina y escombros, 9 y sus hermanos de trapo andante-parlantes, rellenos de mecanismos, intentan descubrir qué pasó, dilucidar qué ocurrirá luego. Y enfrentarse al principal enigma de sus vidas: qué las originó. Entre ellos, hay quien teme saberlo. Y lucha para que jamás se descubra.

Y llega el momento de la revelación. ¿Podrá aceptarla?
Número 9 es una feliz hibridación de géneros, según hemos visto. Introduce un elevado concepto místico, la existencia del alma, como testimonio de la inmanencia de Dios, o un Ente Superior, aun Supremo, así como que el espíritu, en exclusiva reservado al Hombre, puede transmitirse a seres que, en principio, por su naturaleza, lo repelen.

No se engolfa en un dilema filosófico, o moral, en todo caso, Número 9. Este recurso es una elegante artimaña argumental para cebar un relato de elaborado esparcimiento lleno de aciertos (la mayoría, visuales) y desmarcarlo, singularizarlo, de una ‘idea fija’: el robot como una herramienta que luego se hace problemática, por motivo cualquiera. Estos robots de trapo numerados manifiestan luego las divisiones emocionales del alma donada para propiciar su génesis, fragmentación que expresa gran tino imaginativo, que, no obstante, tras el combate contra la Máquina, ente hambriento de espíritu (o de recuperar el que una vez poseyó), nos deja ante un final fatalista.

9 intenta combatir con esta luz la oscuridad que encarna
la MÁQUINA
Han heredado un predio de ruinas. ¿Cómo reconstruirán; bajo qué principios?

Y está ese acierto final, que explica por qué la Máquina, infalible en principio, fracasa. Pues porque es obra humana. Y tenemos defectos. Su fabricante no consigue superar nuestras taras. Siendo teológicamente fruto de Dios, ¿también reflejamos Sus imperfecciones? Inquietante pregunta.