sábado, 20 de febrero de 2016

HELLBOY (CÓMIC) — DETECTIVE PARA-SOBRE-NATURAL

El texto es amplia valoración del personaje
No. Esta no es la usual serie de acción, algo loca, que impera en el mainstream. Hellboy (ANNUNG UN RAMA en su villa) se asemeja al RICK DECKARD de BLADE RUNNER, paseando su abrigo por los salones más decadentes de cualquier castillo encantado que, en realidad, enmascara, más que sepulta, las ruinas colosales de un culto anterior al Hombre (comidilla sutil arrancada a los MITOS DE CTHULUH de H.P. LOVECRAFT, con alguna “colaboración” de las teorías de VON DÄNNIKEN), cuando nos consideraban iguales a otras criaturas habituales del holocausto.

Hellboy procede de esos evos, aunque por alguna dislocación cuántica, o mágica, su presencia entre nosotros es mucho más actual. Pero no se siente de la estirpe que debe barrenos de la Historia del Cosmos y el Tiempo para entronizar a inconcebibles seres que rozan una especie de divinidad y gobernar las galaxias con un carácter que se nos antoja despótico.

Pese a lo esquemático de la línea de
MIGNOLA, se aprecia una urdimbre
barroca digna de las leyendas que,
sui géneris, investiga HELLBOY
MIKE MIGNOLA, co-creador del personaje (pues algo añadió JOHN BYRNE al concepto), ilustra las aventuras del singular demonio con un esquemático estilo impactante, ampliamente efectivo, que es imitado por otras firmas. Mignola ha ido resumiendo su línea “primigenia”, que podemos verificar en IRONWOLF, más cerca de NEAL ADAMS, o HOWARD CHAYKIN, más ‘realistas’, para buscar una expresividad que obliga al lector a desear leer las andanzas del “sujeto de rojo” de corrido.

Hellboy es un personaje que suscita cierta polémica; algunos lo encuentran insoportablemente aburrido por mor de su ‘lentitud’, algo que no le veo. Abundan los momentos dinámicos, y el trazo realza lo dramático del suceso. Desde aquél Semilla de Destrucción (que sugiere ser arriesgado experimento que coció bien), Annung Un Rama ha ido desbrozando las maquinaciones de RASPUTÍN, quien, con la ayuda de desaforados espiritistas nazis, de ambigua lealtad al III Reich, logró materializar a esta asombrosa criatura en nuestro conmocionado ancho mundo.

A partir de ahí, Mignola ha ido construyendo una especie de catedral en torno a la idea fatalista de que Hellboy porta la llave de nuestra extinción: su singular mano derecha pétrea. Rasputín la codicia para provocar un irrevocable Fin del Milenio, que pondrá al mando a esos seres con tentáculos de factura Lovecraft.

¿Cómo que Hellboy es un cómic lento
y aburrido? ¡Acción! ¿Lo veis?
Esa columna vertebral se recubre de subtramas, que incluyen el humor, basadas en un rico folclore sobrenatural internacional, narrándolas ora con leve ironía, o ceñidas al tremendismo de la idea principal. Su génesis flamígera, vista con perspectiva desde el tomo La isla, apuntala el que Semilla de Destrucción iba a ser un one shot aventurero, a ver si hay suerte y ganamos unos pavos extras. Igual, hasta podemos publicar un par de números más.

Hellboy surge en ese momento de “ruptura” con las majors (DC COMICS, MARVEL COMICS) y la efusión de independientes (IMAGE, DARK HORSE), que pretendían aportar aires nuevos de renovación/rebelión/regeneración a las viñetas, explorando “nuevas” formas de expresión, de contar, de imaginar personajes.

Las estructuras ‘caducas’ de las majors no podían perpetuarse. Los mejores dibujantes corrieron el riesgo y montaron sus sellos editoriales esperando obtener una tajada más grande del pastel de las tiendas de cómics, y un respeto que las majors no solían darles. La jugada, al menos con Hellboy, funcionó. Pero, de esa “sublevación”, hubo otros creadores cuyos resultados fueron más difusos, aun pobres, pues se limitaron a copiar iconos clásicos, como SUPERMAN, BATMAN o X-MEN.

Y humor también impregna estas viñetas
Al margen de esa parafernalia de emulación de los superhéroes (porque en el fondo, eso era: copia, que sugería que el dibujante “padre de la idea” tenía planeada cierta saga para X-Men, que el editor vetó, y el autor cogió el rebote, montó su independiente, publicó “su saga”, y quince números después, agotado, sin ideas, sin más pretendido impulso renovador, cancelaba la serie), Hellboy merodeó catacumbas y sepulcros en busca del terrible trasgo que inquietaba a la cercana población indefensa.

Sobre todo esto planea, persistente, la idea milenarista de liberación del DRAGÓN deseada por Rasputín (con cada derrota, cada vez más desleído, más borroso, menos influyente), leal siervo de esas voluntades de Lovecraft enclaustradas en fundas rocosas transparentes desde Dios sabrá cuándo. Semilla de destrucción contiene un elemento extraño: alienígenas, que reaparecerán en EL GUSANO VENCEDOR, donde gran parte del plan de exterminio humano y sus secuelas es revelado. Empero, ese regusto a X-FILES no encaja. Hellboy tiene una línea “paranormal” de acción.

Y el terror nazi (satirizado): que no
falte
Y por suculenta que, de entrada, parezca la idea de combinar elementos tan dispares y a ver cómo se articulan, sigue siendo engranaje chirriante que, afortunadamente, supo Mignola eliminar de la trama. Aparenta ser una sugerencia de Byrne, como una forma de enlazar mitologías de cómic “clásicas” que aquietaran al lector, sedado a base de esas ocurrencias.

Peor suerte tuvo Hellboy con los crossovers, que Mignola admite fueron experiencia negativa. Pero bueno: por menos, ha muerto gente. Y parece ser que Mignola no piensa repetir ese error.

Más aún: Hellboy avanza, en solitario, en constante progresión.