miércoles, 4 de octubre de 2017

ROAD TO SOGUETTO — ENTREGA 10

Continuamos. Rápido retrato de cómo la tensión
acumulada puede afectar a nuestras decisiones
—Déjame esto a mí. Conduce el Relámpago Rojo. Síguenos —impone con tono un tanto cortante, demasiado para este momento del preamanecer—. Ve instalándote, chico —instruye—. Deprisa.
No me atrevo a discutir. Menos: a remolonear. Manipulo con cierta torpeza el tirador de la puerta deslustrada del polvo de caminos marginales de la amplia Tejas. El gato: maúlla. Bujías, veo: se muestra un momento renuente a obedecer a Dama de Picas.
Sé que comprende que Dama no desdeña su esfuerzo. Más: lo agradece. Es la situación, empero. Nos tiene a todos trastocados. Esas patrulleras Ranger: tampoco ayudaron a tranquilizarnos. Metieron presión. Creo que Dama de Picas comparte conmigo la sospecha de que esos pasmas, el enemigo, girarán de golpe, dispuestos a cazarnos.
Halcones nocturnos, fingieron alejarse para pillarnos desprevenidos. Bujías estimo no entiende esta sospecha, que nos carcome despacio por dentro. Pero tras ese momento de duda, de indecisión: obedece.
Recuerdo al respetable que mi actividad
se diversifica en esta señorita también
—Buscan ese deportivo —señala apeándose de la Jonathan Kent—. Supones a qué estoy refiriéndome, ¿no?
—Te cubriremos. Lo sabes —esa tirantez nuevamente en su tono—. Serán pocos kais. En cuanto encontremos una arboleda tupida, un arroyo donde lanzarlo, algo parecido, viajas con nosotros. Venga, Bujías. Enróllate. ¡No sobra el tiempo!
Sus ojos: lo resaltan pesquisando la zona por donde los Ranger se arrojaron como locos. Eso es: compartamos ese miedo. Creo consigue infundírselo pleno a Bujías.
Por lo tanto: se sitúa sin demora al volante del Relámpago Rojo. Mientras nosotros nos instalamos con la más magra comodidad: Bujías recupera la senda, lleva el poderoso deportivo por esta trocha despareja, alzando polvareda más atenuada.
Dama de Picas: rasca un poco la caja de cambios según aprecia que el paleto que conduce esta Jonathan Kent tiene la pickup descuidada. Casi la cala: dos veces. La segunda cruza ella mirada conmigo. Cree atisbar reproche en mis ojos, censura estilo: Presumes de ser la Frankenstein de la Carrera de la Muerte del año 2000. Te he visto escapar de las veloces patrulleras, en efecto. Pero ahora ¡la cagas sin parar!
—Ni una palabra, niñato —previene. Poco después trinca el tranquillo al trasto.
Cuyo raudal de aventuras prosigue en este
ejemplar
No tardamos en alcanzar las luces traseras rojas del potente deportivo. Rebasamos filas de álamos de aspecto agotado, más que sediento. Delimitan la extensión de distintas parcelas en constante competición por su supervivencia en el más desamparado suelo.
Algo: recaba mi atención. ¡Dita SEA! Informo:
—Luz, Dama. —La diviso por el reflejo, tenue, en el retrovisor externo de mi lado—. Creo han descubierto que hemos levantado esta camioneta.
Un parche de claridad apenas amarillento. Rectangular. De bordes: difusos. Algo me sugiere: más bien se trata de alguien que echa una meada antes del repiqueteo del despertador, no de que un instinto lo insta a inspeccionar su decadente patio estilo casa de Mi nombre es Earl advirtiendo que su Jonathan Kent… emprendió el vuelo.
—En situaciones así —maldice Dama de Picas— todo se tuerce, Se Tuerce, SE TUERCE. Si algún dios suele aceptar tus plegarias, solicítale que ese quien sea no nos delate ahora.

(Continuará)