miércoles, 25 de octubre de 2017

ROAD TO SOGUETTO — ENTREGA 12+1

Nuevas decisiones abren caminos repentinos. La
incertidumbre de a dónde conducirán pesa en los ánimos
Bujías: saca de pronto el brazo por la ventanilla. Lo agita frenético. Inmediatamente: imaginamos lo peor. ¿Acaso la CB del Relámpago Rojo captó algo? ¿…esas patrulleras Ranger acercándose a todo carajo para cazarnos?

Miro hacia atrás, a la moribunda penumbra que va restando de la convulsa noche. Los objetos tienen definidos perfiles ahora. Un asomo: de color. Casi podrías contar las hojas de los álamos que lindan esta trocha y las casas en cuyos jardines crecen. No veo nada parecido a lo que tememos.

Bujías: indica una maleza a la izquierda, comprendemos. Parece bastante tupida, ajá, sí. Hasta podría tener un arroyo lo bastante caudaloso como para, si no hundir el vehículo dentro, encallarlo lo bastante en el lecho para dificultar las tareas de rescate y rastreo de la pasma, el enemigo. Dos rápidos toques del claxon: 10/4, Bujías. Lo pillé, le indica así Dama de Picas.

Vuelvo a promocionar esta impresionante
novela llena de humor, acción y tensión,
homenaje a grandes iconos de la ficción
El Relámpago Rojo: tuerce por un senderillo más que borroso y difícil de precisar alzando la inevitable polvareda. Casi enseguida Dama de Picas cubre las huellas de los neumáticos que asustan a las cacatúas del Relámpago Rojo con las que producen los nuestros. Bien pronto estamos rodeados de árboles: cuya corteza sugiere que los tallaron en ancestral granito.

El terreno es bastante desparejo. Chirrían los amortiguadores. Nos bambolean un poco. La trocha por la cual circulamos: profundamente flanqueada por la colección de arbustos y árboles que nos acogen con indiferencia vegetal.

Bujías: no precisa le indiquen cosas como que debe penetrar tan al fondo como sea posible de este reducido bosque-pegote (porque parece eso: un pegote de espesura) como para que nadie nos descubra haciendo nuestras ilícitas actividades al amanecer.

Crepitan ramas secas muertas aplastadas por las ruedas que asustan a las cacatúas. Entra por las ventanillas una vaharada de savia y vago aroma a eucalipto que me transporta a mi querencia por Australia unos momentos. El gato rebulle dentro de la caja. Como intuyendo: congéneres entre los árboles que crecen a los lados.

El Relámpago Rojo: para ante un elevado reborde de tierra. Dama de Picas frena a su lado, a corta distancia. Bujías abandona el poderoso deportivo, indicando algo al otro lado de la línea quebrada. Lo vemos sin problemas. Un arroyo.

—Ni pedido a propósito —celebra Dama de Picas. Abandonamos la Jonathan Kent como ansiando desprendernos del contacto del falso cuero de sus asientos.

Que tiene esta mucho más dramática
secuela, haciendo más poderoso el
fantabuloso Marsoon
Intenso olor: a alba. Amanecer zulú primitivo por mor de la envolvente naturaleza. La paz que transmite: acentúa los rigores de los calambres fantasmales en nuestros muslos provocados por la concentración de ácido láctico de la adrenalina desenfrenada que obturara nuestras arterias. Piso esta tierra “virgen”: como si fuese la de otro mundo.
Me cuestra creer: la ausencia de francotiradores, o pasmas, el enemigo, entre los arbustos circundantes. Atisbo presencia humana: latas de birra Viking y hojas rotas de revistas porno. Seguro que hallaríamos más indicios de actividad sexual pueblerina: si empezásemos a hacer esa arqueología.

—No lleva mucha agua —los adultos: inspeccionan el caudal del arroyo. Cantarino. Nada turbio. ¿Poseerá peces?—. Pero ¿podemos elegir?
—Podríamos quemarlo, también —sugiere entonces Bujías. Mira el precioso Relámpago Rojo con clara barrena de consternación en el semblante. Fue leal compañero.