miércoles, 8 de noviembre de 2017

ROAD TO SOGUETTO — ENTREGA 15

Empiezan a moverse cosas. Pero se teme que en dirección
opuesta a la deseada...
Despejo sin embargo mi mente de estas visiones, de la imagen de una laaaarga valla de acero y listones torcidos golpeados por ventoleras cargadas de rocosa metralla menuda, patrullada por rednecks estilo KKK en camionetas Steven Seagal o pickups como la Jonathan Kent blandiendo sus rifles según cazan ilegales que cruzaron la línea.

El cimbreo de la concertina oxidada sacudida por el viento que corona la verja. Sonido estremecedor. Impregna las pesadillas. Sé de qué hablo. La he visto. Recorrido. Oído ese ruido. Casi enfrentado a esos paletos de esta América que naufraga, comida por doquier debido al auge del PragmaSoc en sus calles.

El murmullo de la brisa que acaricia las hojas de los árboles circundantes: termina por situarme en AHORA de manera decisiva.

—Trabajemos —propongo—. Carpe diem. Tempus fugit.

Y un recuerdo, cambiando de tema, para
este no menos impresionante serial
Dejo al gato que explore un poco los lugares inmediatos a nuestra faena pero limitado por la correa que uní a su collar. Agradece este segmento de libertad. Orina, revolviendo luego enérgico la arena: para ocultar su presencia.

Mientras empujamos el Relámpago Rojo hacia el fondo del cauce somero: prestamos atención. Nuestros oídos parecen captar, sí, ajá, el rumor poderoso de motores trucados para capturar gente como nosotros. Paramos el trabajo.

Las patrulleras Ranger. Han girado. Finalmente. Husmean, con aguzados sentidos de pasmas, el enemigo, nuestro rastro en esta selva minúscula, que parece intimidada por la enormidad del páramo polvoriento que empieza a invadirlo todo. Traspasa Méjico. Tejas. Nuevo Méjico. Sin tregua: avanza Avanza AVANZA asaltando el Norte más feraz.

No parecen los neoyorkinos preparados para esta invasión silenciosa, tenaz, constante, que viene desde el desamparado Sur que el PragmaSoc ordenó abandonar para concentrar esfuerzos en los Estados proPragmaSoc del Norte y el Medio Oeste.

—Vienen. Sí. Ajá —exánime Bujías. Sus marcadas facciones se orientan hacia la trocha que abandonamos. Sus ojos adquieren destello inorgánico. Lo reconozco. Relucen así cuando piensa, intuye, habrá tiroteo. Violencia. Encoge: mi vientre.

Dama de Picas, empero, no parece tan convencida. Juzga mejor que son nuestros miedos, junto al juego del viento en la floresta circundante, trasladando algún ruido remoto que llega Dios sabrá desde dónde, cuanto estamos oyendo. Sin embargo…

Y no quiero que penséis que
BIANCA BLAZE duerme el sueño
de los justos. ¡Todo lo contrario!
Cópiatelo. Empuña su calibre Millenium. Verifica haya una nitroexplosiva en la recámara. Bujías aparta la mirada del distante camino para ver qué precauciones adopta Dama de Picas.

—Maldita SEA —rebusca en la parte trasera de sus pantalones. Extrae el Eagle de reglamento. Imita a Dama de Picas—. Tal vez podamos escapar todavía en la pickup.
—No sé qué decirte. Empujemos esto al río. Rápido —propone por fin Dama de Picas.

Teme un enfrentamiento. Lo leo en su rostro. Quizás aquí tendríamos sin embargo una posibilidad, más que mínima-nimia, de salir del atolladero. Árboles. Taludes.
En la carretera: nos pararían, acribillándonos a continuación sin precisamente realizar ningún gesto sospechoso. En esa caja de metal. Como Bonnie y Clyde. Fritos por Rangers rencorosos. Cavarían en nuestros dispersos cien mil impactos de balas.

Continuará