Avance: una nueva amenaza se materializa |
»Las generan situaciones similares. Por
culpa del cine. Y estos tíos tienen pinta de ser adictos a todas esas porquerías.
La demora, la duda a que Bujías no siga DE
INMEDIATO a Dama de Picas en su intención de abrir fuego, matando
indiscriminadamente a estos palurdos: permite bajen de sus buggys-burbuja
mostrando sus viejos M16 y carabinas Best
Patriot, unas que fabrican para esta gentuza en Atlanta y exhiben extraños
customizados SS.
Fíjate: parecen haber salido, de verdad, de
un episodio de The A-Team o McGiver; algo así. Muestran panza
cervecera, barbas de varios días, apelmazadas por la suciedad, parches
NeoSkinceltas o Nación Aria en las chaquetas, junto a banderas Dixie, los
revólveres y calibres sobresaliendo de sus tejanos desteñidos y pantalones de
faena de FRENTE deseando intimidar.
¿Cuánto sabrían usarlos, DE VERDAD, en caso
de enfrentarse a curtidos vets como Dama de Picas? Porque éstos no tienen pinta
de haber estado en la Guerra de las Dunas. Ni llegaban a Soldados Búfalo,
júralo.
Nuestro joven narrador, ¡qué carrera tan pavorosa demuestra haber seguido en esta novela! |
En cambio… estaban aquí, defendiendo la
patria del invasor pringoso chicano, achicharrando pachucos en antros construidos
con chapa ondulada, pegando palizas los sábados noche a gente de rostro oscuro.
Unos estaban en ultramar, dejándose el pellejo contra los mojamés y las fátimas
fanáticas; ellos hacían su parte aquí.
Contra inmigrantes débiles y aterrados.
Evitan empero a los recios soldados de los cárteles, operativos de los Barones
de la Coca. Pueden acabar luciendo corbatas colombianas como mínimo. Con esos
rostros oscuros sudorosos… precaución.
Allá va: el líder de la sucia gorra de
béisbol con la escopeta BAD que balancea un instante antes de apuntar a Dama de
Picas con ella. La dominatrix adquiere un soberano semblante al momento,
retador. Los ojos oscuros: refractarios a la piedad.
—¿Qué tenemos aquí? ¿Unas bonitas tetas
junto a un judío que parece más un mojamé? ¿Y ese chaval? —me señala con un
gesto del hirsuto mentón. ODIO que insulten a los míos. Adquiero: mi
desconcertante rostro de adulto. La mirada Sith. No sofoca, empero: las
malditas risas de los cuatro descastados.
Dos llevan botas vaqueras. Con punteras de
bronce. Muy sucias. Flacos. Como comidos por las drogas. Más gorras junto a
sombreros Stetson orilladas la copa por manchas de sudor seco. Como costras
imprecisas de sal del Mar Muerto.
Bujías mira inquieto a Dama de Picas. Una
apariencia de miedo y debilidad: lo enmascara. No sé cuánto lo finge, en este
momento. El grupo repara en el Relámpago Rojo. La Jonathan Kent. Creo: ciertos engranajes empiezan a girar de otro
modo dentro de sus obtusas aunque peligrosas seseras.
Y ¡alegría! Una plancha espectacurlar de BIANCA BLAZE. Envidia debe dar |
—Un momento, Buck —el delgado con
melladuras en los dientes; barba sucia corta. Sus ojos: parecen perder el azul
con cada trago de whisky que toma—. ¡Un momento! Llevamos toda la noche oyendo
en la CB sobre un operativo cerca de Buen Rey. Creíamos que intentaban impedir
una entrada masiva de mejicanos. Por eso salimos a patrullar. Pero oímos
también algo sobre… peligrosos terroristas. —Las caras, alimentadas con café
fuerte para resistir la larga vigilia: empiezan a adquirir otras sombras.
Matices más preocupantes—. Huyeron en un… deportivo —su M16 apunta al Relámpago
Rojo—. Eso es un deportivo. ¡Vosotros! ¿Quiénes sois? ¡Los papeles!
—Eso —impone Orondo Buck—. ¿Quiénes sois y
de dónde salís? —entorna los párpados según su arma pasa de uno a otro de
nosotros.
Continuará