miércoles, 22 de noviembre de 2017

ROAD TO SOGUETTO — ENTREGA 17

Avance: una nueva amenaza se materializa
»Las generan situaciones similares. Por culpa del cine. Y estos tíos tienen pinta de ser adictos a todas esas porquerías.

La demora, la duda a que Bujías no siga DE INMEDIATO a Dama de Picas en su intención de abrir fuego, matando indiscriminadamente a estos palurdos: permite bajen de sus buggys-burbuja mostrando sus viejos M16 y carabinas Best Patriot, unas que fabrican para esta gentuza en Atlanta y exhiben extraños customizados SS.

Fíjate: parecen haber salido, de verdad, de un episodio de The A-Team o McGiver; algo así. Muestran panza cervecera, barbas de varios días, apelmazadas por la suciedad, parches NeoSkinceltas o Nación Aria en las chaquetas, junto a banderas Dixie, los revólveres y calibres sobresaliendo de sus tejanos desteñidos y pantalones de faena de FRENTE deseando intimidar.

¿Cuánto sabrían usarlos, DE VERDAD, en caso de enfrentarse a curtidos vets como Dama de Picas? Porque éstos no tienen pinta de haber estado en la Guerra de las Dunas. Ni llegaban a Soldados Búfalo, júralo.

Nuestro joven narrador, ¡qué carrera
tan pavorosa demuestra haber
seguido en esta novela!
En cambio… estaban aquí, defendiendo la patria del invasor pringoso chicano, achicharrando pachucos en antros construidos con chapa ondulada, pegando palizas los sábados noche a gente de rostro oscuro. Unos estaban en ultramar, dejándose el pellejo contra los mojamés y las fátimas fanáticas; ellos hacían su parte aquí.

Contra inmigrantes débiles y aterrados. Evitan empero a los recios soldados de los cárteles, operativos de los Barones de la Coca. Pueden acabar luciendo corbatas colombianas como mínimo. Con esos rostros oscuros sudorosos… precaución.
Allá va: el líder de la sucia gorra de béisbol con la escopeta BAD que balancea un instante antes de apuntar a Dama de Picas con ella. La dominatrix adquiere un soberano semblante al momento, retador. Los ojos oscuros: refractarios a la piedad.

—¿Qué tenemos aquí? ¿Unas bonitas tetas junto a un judío que parece más un mojamé? ¿Y ese chaval? —me señala con un gesto del hirsuto mentón. ODIO que insulten a los míos. Adquiero: mi desconcertante rostro de adulto. La mirada Sith. No sofoca, empero: las malditas risas de los cuatro descastados.

Dos llevan botas vaqueras. Con punteras de bronce. Muy sucias. Flacos. Como comidos por las drogas. Más gorras junto a sombreros Stetson orilladas la copa por manchas de sudor seco. Como costras imprecisas de sal del Mar Muerto.

Bujías mira inquieto a Dama de Picas. Una apariencia de miedo y debilidad: lo enmascara. No sé cuánto lo finge, en este momento. El grupo repara en el Relámpago Rojo. La Jonathan Kent. Creo: ciertos engranajes empiezan a girar de otro modo dentro de sus obtusas aunque peligrosas seseras.

Y ¡alegría! Una plancha espectacurlar
de
BIANCA BLAZE. Envidia debe dar
—Un momento, Buck —el delgado con melladuras en los dientes; barba sucia corta. Sus ojos: parecen perder el azul con cada trago de whisky que toma—. ¡Un momento! Llevamos toda la noche oyendo en la CB sobre un operativo cerca de Buen Rey. Creíamos que intentaban impedir una entrada masiva de mejicanos. Por eso salimos a patrullar. Pero oímos también algo sobre… peligrosos terroristas. —Las caras, alimentadas con café fuerte para resistir la larga vigilia: empiezan a adquirir otras sombras. Matices más preocupantes—. Huyeron en un… deportivo —su M16 apunta al Relámpago Rojo—. Eso es un deportivo. ¡Vosotros! ¿Quiénes sois? ¡Los papeles!

—Eso —impone Orondo Buck—. ¿Quiénes sois y de dónde salís? —entorna los párpados según su arma pasa de uno a otro de nosotros.
Continuará