Ese día de Agosto de 1945 inicia el declive de un mundo de ilusión y fantasía ingenuos a los que DOC SAVAGE no puede trasladarse |
Sucede la singularidad de que si el bombardeo
atómico a Japón, que aceleró el fin de la Segunda Guerra Mundial, sacó a H.P.
LOVECRAFT del limbo en el cual yacía (ese raro tío feo de Providence, con
sus barrocos cuentos de dioses-astronautas del espacio exterior, yacentes en
tumbas-no tumbas en remotos rincones del Pacífico), evidenciando que sus
visiones de seres extraterranos congeniaban con un Mundo Nuclear, donde todo lo
Atómico significaba Fiable Futuro
Inmediato, acaso incluso sus relatos lo anticipaban, esas bombas sepultaron a
Doc Savage, ‘descafeinando’ a otros justicieros similares.
Tipos como LA SOMBRA, o EL HOMBRE
ENMASCARADO, que no eran sino matones proscritos que ayudaban a la Ley a su
extravagante manera. Empero no eran atómicos,
como tampoco Doc Savage, y la muestra de su acelerada decadencia perdura en su
última aventura publicada, que aparece incluso de forma “milagrosa” por la
editorial: una copia en papel carbón que relanzan años después para cerrar el
ciclo de broncíneo esplendor surgido durante la Gran Depresión.
La Segunda Guerra Mundial ya había pegado
algunas dentelladas al mítico Doc, quien se convertía en una especie de
caza-espías nazis según administraba sus fondos fundacionales procedentes de
Hidalgo, llevándose más tiempo sentando ante los escritorios que persiguiendo a
los peculiares supervillanos de sus orígenes.
Analogía similar sucede con INDIANA JONES, émulo del AVENTURERO SUPREMO. La Guerra Fría le sitúa en un lugar incómodo. Así debe entenderse su última entrega: el crepúsculo de la Gran Aventura |
Muerte en Moscú, esa novela final, es pesimista, crepuscular, hasta sombría. Doc es un aventurero maduro, los CINCO FABULOSOS COMPAÑEROS, los que salen, no están para muchos trotes; todo ahora no es ese glamour de los años Treinta de las Thompson y los .45, los complots extraños donde la ciencia ficción y la brujería se entremezclaban. Este mundo de Guerra Fría y espías es turbio, de hombres o mujeres de escaso glamour, funcionarios moldeados por la Gestapo en fríos departamentos de Inteligencia, llámese luego CIA o KGB. Doc consigue sin embargo legar algo al quizás más destacado de sus herederos: BOND, JAMES BOND. (Al menos, al de la pantalla —por la profusión de cacharros miniaturizados, obra del inefable Q, y a los que Doc era tan aficionado—).
El mundo post-bomba A no tiene lugar para
los espectaculares atletas con facultades físicas forjadas en lejanas
fortalezas polares o enloquecidos aventureros, mas geniales en sus respectivos
campos profesionales. Esa gente afrontaba el peligro de cara, por taimado o disfrazado
que se presentase. Dependían de una combinación músculo-cerebro que una bomba
atómica desprecia por el simple hecho de que su detonación lo barre todo en
kais a la redonda.
Es incluso un Reverso Tenebroso, perverso, de lo que Doc
Savage, Aventurero Supremo, representaba. Pues la bomba A es una idea judía que
emigra a EE.UU. asediada por el totalitarismo hitleriano (quienes querían su
propia bomba A y, por una cuestión de urgencia, no la tuvieron) que fabrican
científicos más/menos comprometidos con la idea de libertad y democracia a lo
estadounidense. Es fruto de científicos,
como Doc, capaces empero de segar más de cien mil vidas en un segundo.
Es su tiempo: el cinismo, la supervivencia extrema, es la Era PostNuclear y sus antihéroes |
Doc empleaba la ciencia para crear gases extraños o artilugios sorprendentes cuyo fin era hacerle parecer aún más grandioso a los incautos que le conocían. Y ayudar. En Álamo Gordo, unos hombrecillos enclenques (EINSTEIN, FERMI, OPPENHEIMER), incapaces de correr doscientos metros seguidos, sin embargo con un chasquido podían generar el Fin del Mundo. Como ningún adversario de Doc logró nunca. ¿Qué te parece?
Era el Fin de un Mundo. De los viajes de
las Tres Mil Millas a nidos de dinosaurios y de los histéricos enmascarados que
querían ser millonarios. La aventura ahora se hace más cruel, burocrática. Y,
al otro lado del baldío horizonte, un páramo postnuclear.
Donde Doc y los suyos no podían brillar.