domingo, 16 de junio de 2013

HARRY BROWN — LA SOCIEDAD QUE HEMOS CREADO

Afiche foráneo: bien perdido estamos
si personas así aún deben socorrernos
Brinda un giro interesante este filme de DANIEL BARBER, protagonizado por MICHAEL CAINE (¡aclamad al actor!), que interpreta al pensionista-justiciero Harry Brown, vet de la Segunda Guerra Mundial y el Ulster que ve cómo un mundo de orden y prosperidad, culto y civilizado (vertió sangre para construirlo) se hunde convirtiéndose en una jungla aterradora dominada por unas leyes elementales; la principal: la del más fuerte. Harry se ha resignado a aceptarlo: ¿vas a meterte en líos? …hasta que “el más fuerte” walk the line marcada por Harry.

Para ignorar su contundente denuncia, puede tildarse la cinta de ser otra manida película de justicieros urbanos que, a modo, proporciona a la Sociedad más inmadura su dosis de catarsis. El espectador, vejado por el crimen o la impúdica corrupción que nos socava, ve en Harry Brown (como en MAC BOLAN, FRANK CASTLE, JOHN EASTLAND o los HERMANOS MACMANUS) un sedante para sus frustraciones.

El detonante de HARRY: la muerte de éste, su mejor amigo,
LEONARD ATWELL (DAVID BRADLEY), a manos de
los pandilleros de su barrio
También puede argüirse que la justicia no debemos impartirla nosotros, sino los elegidos para eso: policías, fiscales, jueces, pues el legislador, el político (ese egoísta e indeseable que sólo vela por su beneficio), les dotó de armas y reglamentos, de la Ley (el Reverso Tenebroso de la Justicia), porque así actúan las Sociedades evolucionadas, civilizadas. Esto es Propaganda que oculta un hecho visceral: la Sociedad no posee tales virtudes y quienes debían protegernos son tan ineficaces o corruptos como los villanos que deben enjuiciar y encarcelar.

Es un placebo para cierta moral roussiana incapaz de admitir que sólo somos monos salvajes con jeans de marca. La más mínima-nimia presión lo desenmascara.

La inspectora ALICE FRAMPTON (EMILY MORTIMER)
encarna un sentido de la Ley y la Justicia derrotado por la
cruda realidad suburbana actual. Y la aterra descubrirlo
Harry Brown no debe contemplarse bajo el miserable y deleznable palio de esos “convencionalismos” morales, del “no apliques la justicia a lo CHARLES BRONSON. Sométete al imperio de la Ley. Lo contrario es volver a la jungla”. A ¿cuál, si ya vivimos en una, y gracias a vuestra cobardía? Son excusas muy aparentes tras las cuales se parapeta un grueso del Legislativo y el Judicial (mierda del mismo pelaje) para soslayar arreglar el problema pese al dolor que cause y cauterizar la herida, o amputar el tumor.

Su compañero, el detective TERRY HICOCK (CHARLIE
CREED MILES), está empero más hecho a esa sordidez.
El repentino justiciero del barrio le parece una bendición
El último pretexto de “sus señorías” es que el crimen es un grito de ayuda que lanza el delincuente. ¿Y qué hay del de la víctima? Ese no se oye, o se ignora. O lo sofocan con paños calientes disfrazados de una pobrísima indemnización y una terapia psicológica tan inútil como inmoral.

Todo lo que sea, descubres, para evitar admitir qué estrepitoso fracaso de Sociedad ha construido el Estado de Derecho y el Bienestar. Tantos recursos y ejemplos del pasado para esquivar los errores, y se repiten.

Los chicos del barrio. Una lindeza criada bajo "preceptos
morales" liberales que han incrementado su maldad natural
y brindado coartadas excelentes ante los tribunales
En la película, Harry efectúa una declaración que desvela qué ocurrió. Condecorado combatiente, recuerda que en el Ulster luchó con ferocidad contra tenaces enemigos; pero aquellos tenían cierta razón, un argumento claro, que les respaldaba. La selva de droga, violencia y depravación en que una pandilla ha convertido su otrora tranquilo y quizás modélico barrio residencial inglés no tiene justificación. Estos nuevos bárbaros lo hacen por aburrimiento.

Esta es la clave que proporciona Harry Brown. Por lo común, el “cine de justicieros” se ampara en mostrar cómo un criminal escurridizo burla la Ley de mil legales modos y es más malo que una caída de espaldas. Sulfura al justiciero, lluvia de balas, policías agotados “de manos atadas por los tribunales” y el PUNISHER de turno baldea las calles. Son estructuras fijas e intercambiables destinadas a proporcionar catarsis. No se profundiza verdaderamente en la cuestión.

El capo del barrio: NOEL WINTERS (BEN DREW); sonríe
porque sabe que saldrá impune; está bien adiestrado en lo
de escurrirse de una Ley que le proporciona salidas.
Liderará una revuelta contra la policía que ésta no podrá
sofocar; la violencia desatada asola el barrio
Harry Brown la señala: desidia. Contempla cómo una banda de violentísimos jóvenes, malcriados por el malvado y moderno credo de que la culpa no es suya, sino del resto del mundo, se ha adueñado del barrio y lo barrenan con drogas y salvajadas porque les divierte. Eso es mejor que trabajar honestamente. ¿Os suena, quizás, de vuestro barrio? El ser humano ni de lejos es ese organismo luminoso que afirman somos los que deben arreglar el problema pero no lo hacen. Decir eso es el paliativo-placebo que ingieren para narcotizar su fracaso.

Aquí se acaba la paciencia de Harry; soportó cuanto debía
de una Sociedad que sólo supo engendrar monstruos
Harry pondera (tratando de contener al diablo de la violencia que su difunta esposa exorcizó al casarse) en que él, y su generación, realizó graves sacrificios para construir una Sociedad infinitamente mejor que la que recibió. Sin hambre, enfermedad, analfabetismo. Con dignas viviendas. Y lujos. No comodidades: lujos. ¿Y qué han hecho los herederos de tales bienes? Mancillarlos de numerosas formas y ser ingratos e irrespetuosos con quienes tanto dieron en el pasado.

Una visita al infierno; este desecho, MARKY (JACK
O´CONNELL) proporcionará a Harry algo más que
armas: una justificación indiscutible para emplearlas
¿Qué Sociedad hemos creado?, plantea Harry Brown. Porque el pensionista no liquida al mafioso con un ejército de matones, o al traficante caribeño desquiciado por sus drogas; sino al hijo de la vecina al que vio crecer. ¿Dónde se maleó? Era un pelín pillo, pero ¿apuñalar por diversión a mi mejor amigo? Por el amor de Dios, ¿qué monstruos hemos criado? ¿Dónde falló todo? ¿Qué Sistema ayudé a fomentar?

Respuestas que no puede darle la joven y responsable inspectora ALICE FRAMPTON (EMILY MORTIMER), que empieza a descubrir que su credo, alimentado con recetas del “buen salvaje”, no es sino mierda incapaz de afrontar el día-a-día al desnudo. Tiene, empero, demasiado miedo a admitirlo, pues distingue que, si lo hace, ¿en qué va a creer? ¿A qué abismo estará mirando; qué devolverá la mirada?

Anda, vacílale. Años de guerra proporcionan a Harry una
valiosa enseñanza que aplica a los pandilleros. El espectador
podrá apreciar qué similares son el barrio de Harry y el
megabloque
Peache Trees de la reciente DREDD
Harry Brown contiene un desagradable mensaje: fracasamos, y no debe tomarse a la ligera ni desprestigiarse como “cine de justicieros”. Teníamos las mejores intenciones, y dimos algo bueno a gente que no lo ha respetado ni cuidado. Desprecian su valor merced a la pedagogía muy sociata, muy progre, de que nadie debe coartar tus acciones, por destructivas que sean, pues te anulan como persona.

Para los autores de esa aberración intelectual es mucho más cómodo fingir que no passsa nada, que se trata de pocos y aislados “violentos”, que sus crímenes son “gritos de socorro”, a admitir la desamable verdad de que muchos emplean su segunda oportunidad para reincidir. Ven, en esa generosidad, debilidad. Deben ser valientes y admitir, por fin, que el castigo tiene que ajustarse al crimen, DIRTY Harry dixit, y actuar consecuentemente.

Vuestro Scriptor.

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