Afiche foráneo: bien perdido estamos si personas así aún deben socorrernos |
Brinda un giro interesante este filme de
DANIEL BARBER, protagonizado por MICHAEL CAINE (¡aclamad al actor!), que
interpreta al pensionista-justiciero Harry Brown, vet de la Segunda Guerra
Mundial y el Ulster que ve cómo un mundo de orden y prosperidad, culto y
civilizado (vertió sangre para construirlo) se hunde convirtiéndose en una
jungla aterradora dominada por unas leyes elementales; la principal: la del más
fuerte. Harry se ha resignado a aceptarlo: ¿vas a meterte en líos? …hasta que
“el más fuerte” walk the line marcada
por Harry.
Para ignorar su contundente denuncia,
puede tildarse la cinta de ser otra manida película de justicieros urbanos que,
a modo, proporciona a la Sociedad más inmadura su dosis de catarsis. El
espectador, vejado por el crimen o la impúdica corrupción que nos socava, ve en
Harry Brown (como en MAC BOLAN, FRANK CASTLE, JOHN EASTLAND o los HERMANOS
MACMANUS) un sedante para sus frustraciones.
El detonante de HARRY: la muerte de éste, su mejor amigo, LEONARD ATWELL (DAVID BRADLEY), a manos de los pandilleros de su barrio |
También puede argüirse que la justicia no
debemos impartirla nosotros, sino los elegidos para eso: policías, fiscales,
jueces, pues el legislador, el político (ese egoísta e indeseable que sólo vela
por su beneficio), les dotó de armas y reglamentos, de la Ley (el Reverso
Tenebroso de la Justicia), porque así actúan las Sociedades evolucionadas,
civilizadas. Esto es Propaganda que oculta un hecho visceral: la Sociedad no
posee tales virtudes y quienes debían protegernos son tan ineficaces o
corruptos como los villanos que deben enjuiciar y encarcelar.
Es un placebo para cierta moral roussiana incapaz de admitir que sólo somos
monos salvajes con jeans de marca. La
más mínima-nimia presión lo desenmascara.
La inspectora ALICE FRAMPTON (EMILY MORTIMER) encarna un sentido de la Ley y la Justicia derrotado por la cruda realidad suburbana actual. Y la aterra descubrirlo |
Harry
Brown no debe
contemplarse bajo el miserable y deleznable palio de esos “convencionalismos”
morales, del “no apliques la justicia a lo CHARLES BRONSON. Sométete al imperio
de la Ley. Lo contrario es volver a la jungla”. A ¿cuál, si ya vivimos en una,
y gracias a vuestra cobardía? Son excusas muy aparentes tras las cuales se
parapeta un grueso del Legislativo y el Judicial (mierda del mismo pelaje) para
soslayar arreglar el problema pese al dolor que cause y cauterizar la herida, o
amputar el tumor.
Su compañero, el detective TERRY HICOCK (CHARLIE CREED MILES), está empero más hecho a esa sordidez. El repentino justiciero del barrio le parece una bendición |
El último pretexto de “sus señorías” es
que el crimen es un grito de ayuda que lanza el delincuente. ¿Y qué hay del de
la víctima? Ese no se oye, o se ignora. O lo sofocan con paños calientes
disfrazados de una pobrísima indemnización y una terapia psicológica tan inútil
como inmoral.
Todo lo que sea, descubres, para evitar
admitir qué estrepitoso fracaso de Sociedad ha construido el Estado de Derecho
y el Bienestar. Tantos recursos y ejemplos del pasado para esquivar los
errores, y se repiten.
Los chicos del barrio. Una lindeza criada bajo "preceptos morales" liberales que han incrementado su maldad natural y brindado coartadas excelentes ante los tribunales |
En la película, Harry efectúa una
declaración que desvela qué ocurrió. Condecorado combatiente, recuerda que en
el Ulster luchó con ferocidad contra tenaces enemigos; pero aquellos tenían
cierta razón, un argumento claro, que les respaldaba. La selva de droga,
violencia y depravación en que una pandilla ha convertido su otrora tranquilo y
quizás modélico barrio residencial inglés no tiene justificación. Estos nuevos
bárbaros lo hacen por aburrimiento.
Esta es la clave que proporciona Harry Brown. Por lo común, el “cine de
justicieros” se ampara en mostrar cómo un criminal escurridizo burla la Ley de
mil legales modos y es más malo que una caída de espaldas. Sulfura al
justiciero, lluvia de balas, policías agotados “de manos atadas por los
tribunales” y el PUNISHER de turno
baldea las calles. Son estructuras fijas e intercambiables destinadas a proporcionar
catarsis. No se profundiza verdaderamente en la cuestión.
Harry
Brown la señala:
desidia. Contempla cómo una banda de violentísimos jóvenes, malcriados por el
malvado y moderno credo de que la culpa no es suya, sino del resto del mundo,
se ha adueñado del barrio y lo barrenan con drogas y salvajadas porque les
divierte. Eso es mejor que trabajar honestamente. ¿Os suena, quizás, de vuestro
barrio? El ser humano ni de lejos es ese organismo luminoso que afirman somos
los que deben arreglar el problema pero no lo hacen. Decir eso es el
paliativo-placebo que ingieren para narcotizar su fracaso.
Aquí se acaba la paciencia de Harry; soportó cuanto debía de una Sociedad que sólo supo engendrar monstruos |
Harry pondera (tratando de contener al
diablo de la violencia que su difunta esposa exorcizó al casarse) en que él, y
su generación, realizó graves sacrificios para construir una Sociedad
infinitamente mejor que la que recibió. Sin hambre, enfermedad, analfabetismo.
Con dignas viviendas. Y lujos. No comodidades: lujos. ¿Y qué han hecho los herederos de tales bienes? Mancillarlos
de numerosas formas y ser ingratos e irrespetuosos con quienes tanto dieron en
el pasado.
Una visita al infierno; este desecho, MARKY (JACK O´CONNELL) proporcionará a Harry algo más que armas: una justificación indiscutible para emplearlas |
¿Qué Sociedad hemos creado?, plantea Harry Brown. Porque el pensionista no liquida
al mafioso con un ejército de matones, o al traficante caribeño desquiciado por
sus drogas; sino al hijo de la vecina al que vio crecer. ¿Dónde se maleó? Era
un pelín pillo, pero ¿apuñalar por diversión a mi mejor amigo? Por el amor de
Dios, ¿qué monstruos hemos criado? ¿Dónde falló todo? ¿Qué Sistema ayudé a
fomentar?
Respuestas que no puede darle la joven y
responsable inspectora ALICE FRAMPTON (EMILY MORTIMER), que empieza a descubrir
que su credo, alimentado con recetas del “buen salvaje”, no es sino mierda
incapaz de afrontar el día-a-día al desnudo. Tiene, empero, demasiado miedo a
admitirlo, pues distingue que, si lo hace, ¿en qué va a creer? ¿A qué abismo
estará mirando; qué devolverá la mirada?
Harry
Brown contiene un
desagradable mensaje: fracasamos, y no debe tomarse a la ligera ni
desprestigiarse como “cine de justicieros”. Teníamos las mejores intenciones, y
dimos algo bueno a gente que no lo ha respetado ni cuidado. Desprecian su valor
merced a la pedagogía muy sociata, muy progre, de que nadie debe coartar tus
acciones, por destructivas que sean, pues te anulan como persona.
Para los autores de esa aberración intelectual
es mucho más cómodo fingir que no passsa
nada, que se trata de pocos y aislados “violentos”, que sus crímenes son
“gritos de socorro”, a admitir la desamable verdad de que muchos emplean su
segunda oportunidad para reincidir. Ven, en esa generosidad, debilidad. Deben ser
valientes y admitir, por fin, que el castigo tiene que ajustarse al crimen, DIRTY Harry dixit, y actuar consecuentemente.
Vuestro Scriptor.
También en: http://spnkgirl.blogspot.com.es/
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