El verdadero sesgo ideológico de H. G.
WELLS logra desconcertarme. Siempre destacan su fabianismo (una especie de
socialismo amable), cultivada por su entorno y experiencias personales. El
visionario Wells podría ser como el CHARLES DICKENS de la ciencia ficción, o la anticipación,
más empeñado en ver qué efecto tendrá la ciencia en el Hombre que JULES VERNE,
el Gran Maquinista, prelado del poderío del acero, ¡MÁS ACERO! remachado por
doquier del Nautilus y el empuje del vapor en otros de sus conocidos
artefactos, y para quien el valor del Hombre estaba limitado a poder glosar
sobre esos espléndidos avances. Hasta ser cuan reverente siervo.
‘Afean’ a Wells que, distinto a Verne, esboza
apenas sus máquinas; deja a la imaginación del lector su diseño, forma, color,
etc. En esta ocasión, eso le beneficia, pues GRAHAM, oriundo de las
postrimerías del XIX, sólo puede explicarse los inventos y avances que
contempla con los inadecuados o incorrectos términos que conoce. Verne en
cambio era prolijo en todos esos detalles. Podrían funcionar más/menos en la
vida real. (La apenas explicada máquina del tiempo está aún por desarrollarse, si alguna vez lo
logran. Y dudo mucho adopte la forma de un DeLorean, por romántica que sea la idea.)
La Sociedad victoriana de Wells sigue
arrastrando las desgracias sociales que reflejara Dickens en sus mordaces
novelas sobre la austeridad y la miseria, las casas de trabajo y orfanatos “de
su tiempo”. Atisba cambios en el horizonte (el empuje del comunismo, cuya convulsión estremece Europa, aliada a los ácratas y sus
atentados a monarcas o grandes autoridades, prometiendo una dictadura de los
trabajadores donde sus Capitostes serán “más iguales” entre sí que el resto) y Wells confía
esto ayude a sanear los miserables barrios londinenses, la educación pública
sea de calidad, los médicos atiendan a todos y no sólo a elites acomodadas clasistas/sectarias.
Sin embargo, cuestiona todo el ideario de igualdad-hermandad-reparto equitativo-bondades estatales (más/menos, nuestro actual estado del bienestar, tan en peligro) con esta novela de 1899 que, por una frase, se sugiere secuela de LA GUERRA DE LOS MUNDOS. En sus páginas, Graham, teórico radical socialista, sufre una singular patología que lo sume en un asombroso coma. De irónica forma aun rocambolesca, hereda una fortuna, sus hábiles testaferros la gestionan mientras duerme sin observarse deterioro físico claro, y tras doscientos años acaba poseyendo la mitad del mundo.
Los testaferros, so pretexto de vigilar los
intereses del divinizado Durmiente, durante esas décadas han gestionado,
comprado, controlado, tantos medios y empresas como han podido para garantizar tanto
su supervivencia como dominar el planeta. Transformado el Durmiente en suerte
de icono pseudorreligioso, en su día de “veneración” el populux puede verle
dentro de su urna antibalas y “adorarle”, ofrecerle sus plegarias.
Despierta de pronto Graham en un Londres
comienzos siglo XXII techado, amurallado, alumbrado por la electricidad
producida por molinos eólicos, mecanizado a grandes extremos, capital mundial.
Wells es, en esta novela, más precursor de nuestro presente que en ninguna otra
de sus obras. Perfila las redes sociales, teléfono, televisión, cines,
Propaganda estatal orwelliana, aviación. Relata cómo OSTROG, cabecilla sindical
frustrado por no haber sido elegido Consejero del Consejo, lo derroca aprovechando
el sesgo mesiánico que el populux ha dado al Durmiente, el Señor, el Rey. Usa
las carestías del gentío como ariete. Lo arma, sugestiona, manipula, como a
Graham, que ve a tiempo cómo este “benefactor” socialista pretende el stalinista
poder absoluto para crear su propia Casta dirigente. El Durmiente despierta dos
veces: una, de su coma; otra, de sus irrealizables ensoñaciones políticas.
Pasmosamente, esta predicción que contiene el libro se cumple también. Wells refiere que hay una versión filmada de este relato de RUDYAR KIPLING. Y, ahí está |
Wells podría ser socialista, pero advierto recelaba
enormemente de sus líderes
y apóstoles (la miseria
que sufrimos hoy en España). Detesta el capitalismo que conoce por sumir en la penuria
a la masa, aunque atalaya que quienes prometen sacarlos de la mugre no lo harán
movidos por su mismo sentido moral de la decencia, sino por ambición personal,
rapiña.
Cuando el Durmiente despierta es novela depresiva, triste, premonitoria, donde la esperanza de una vida mejor es mera ilusión, y que, como otras, asume que la verdadera utopía está en conseguirla. Pues, ya lograda: ¿cuánto tardará en pudrirse?