Afiche. Te ponen un revólver a lo DIRTY HARRY y ya han lanzado el anzuelo. Película aceptable, pese a ese aire de superioridad a lo galo |
El cine galo se atreve a imitar al cine
estadounidense en el terreno de la acción o la ciencia ficción; el resultado es
donde la cosa flaquea. No obstante manifiestan que no temen al fracaso, atreviéndose
a hacer grandes cosas. No se quedan con los pobres de espíritu, que ni conocen
victorias ni derrotas (el cine español, actual cutre parodia de comedietas de
JENNIFER ANISTON o similares, cintas que sus participantes critican
designándolas mediocres o malas. —Mira quién habla—. Eso, o el fatuo cine de
maricones, camioneros y camioneros-maricones estrafalarios para solaz de unas
elites esnobs que abominan del esperpento en su fuero interno. Pero atrévete a
criticarlo, y ¡facha serás!).
Sucede que el cine francés posee ciertas peculiares
características que parecen querer desdeñar al espectador foráneo. Es muy
casero. Puedes ver competente el espectáculo, su acabado eficaz, las ideas
sugerentes, casi todas bien aprovechadas. Mas está ese indefinible savoir
faire patrio que… repele, o así. El galo es muy de sus Galias. Para un comunista
francés, Francia está antes que el comunismo.
Pues con el resto, sucede igual.
JOSSELIN BEAUMONT, agente secreto militar enviado a un confín ficticio africano a matar a un dictador, los suyos dejan tirado al fracasar el
complot. Se las hacen pasar putas al hombre en un gulag nativo hasta que
consigue reunir la suficiente fuerza y suerte como para evadirse y retornar a
Francia. ¡Venganza obliga!
BEAUMONT, traicionado por su Gobierno, las pasa moradas en una prisión cumpliendo trabajos forzados. Ya lo reventarán de una paliza |
Beaumont emplea sus enseñanzas en
infiltración y espionaje para devolver la faena a sus jefes. Esto es el grueso
de la cinta protagonizada por JEAN-PAUL BELMONDO, que tuvo una racha a mediados
de los ochenta de películas de acción de clara inspiración estadounidense y
que, sin ser por entero redondas, se defendían. Explora esta cinta la
infiltración de potencias coloniales menguadas en antiguas colonias o centros tercermundistas
de riquezas (diamantes, petróleo, gas natural…) en los que espera influir (o controlar)
subvencionando a un rival del dictador local, aunque si todo se tuerce, como es
el caso de Beaumont, ¡no problemo! Lo sacrificamos y en pax.
Es eso tan trekkie de “las miserias de uno valen un ardite
comparadas con las de todos”. Al glorioso fanfarrón del espacio, el capitán
JAMES TIBERIUS KIRK, quisiera ver en el trance de Beaumont, a ver cómo asumía
el puñetero lema. Claro: a él se lo ponen a wevo; protagoniza una situación de
dramatismo bélico Nivel MAX que le hace quedar no sólo heroico, sino triunfante
contra la adversidad, esquivando el insidioso lema comunista.
Empero encuentra un compi igual de rabioso y emprenden una fuga plagada de combates |
Lo despreciable, aparte de la inmoral actuación de un gobierno que se cree con posibles o influyente, está en cómo a un entrenado agente leal lo abandonan sin ningún reparo. Viola todo predicamento de que están por el bien, la verdad y la justicia, la más sublime moral, la democracia y defensa radical de la libertad. ¿Cómo? ¿Enviando a un agente leal al matadero y desinteresándote luego de él? Imagino esos agentes asumen ese riesgo… confiando que la integridad más elemental vele por ellos en los despachos ministeriales al final.
Con Beaumont no sucede. Como le ocurre a RAMBO o a los soldados de MÁS ALLÁ DEL VALOR. La patria por la cual sangraron ahora no
tiene reparos en olvidarles en el más pútrido albañal o campo de arroz
vietnamita.
Nunca debisteis abandonarme, bastardos. Ahora os la haré pasar putas, promete Beaumont de retorno a París |
La película, fotogramas heroicos aparte, insta a reflexionar al respecto, trasladándolo a más domésticos conceptos. Paradigma: el desmedido amparo que recibe el Lobby HomoX y adláteres. ¡Pobres criaturitas abandonadas de Dios! ¡Merecen ahora de todo, empezando por cómodos despachos, lo valgan o no!
Los artífices de estas movidas, como las de las femirulas, son oportunistas políticos sin entrañas a los que tanto les da ‘luchar’ por el Colectivo como por proteger mofetas. La cosa es estar ahí, en falsa primera línea de la defensa del Colectivo. Buscan ganar unos euro$, despacho, coche oficial y parecer arcángeles del progresismo. Si mañana el clima social cambiase… ¡no habría homófobo peor en el mundo! Esta es la moraleja oculta detrás del .357 que empuña Beaumont.