Portada (con P.V.P.) del número uno. Dibuja MIKE MCMAHON, uno de mis autores predilectos |
Esta miniserie, escrita por JOHN WARNER y
ALAN GRANT y dibujada por MIKE MCMAHON, está encuadrada en la fuerte corriente
antinuclear que barrió el mundo a mediados de Década 80; al menos, el
Occidental. Es una conseguida parábola sobre después del Día Después.
Destilaba a viñetas el mensaje que comunicadores
como CARL SAGAN, RICHARD TURCO o ANN DRUYAN, hacían sobre la mentira que la
Propaganda oficial esparcía de que, tras un conflicto nuclear de alta
intensidad (aun mediana), las cosas volverían a funcionar, superada una triste
época de carencias. La radiación acabaría disipada tras varias estaciones
lluviosas; los campos reverdecerían, la economía, atorada por el Máximo Estrago
termonuclear, recuperaría sus positivos índices, los niños jugarían felices
bajo el gran celeste libre de la amenaza de las armas nucleares.
Se ignoró el Invierno Nuclear, oscuro
dato que fue abriéndose paso en las estadísticas de forma implacable, anulando
las optimistas predicciones de la Propaganda oficial a ambos lados del Telón de
Acero.
Esta plancha contiene una viñeta sugerente: PILGRIM, en esa especie de ataúd, es un LÁZARO que quizás no desee resucitar... |
[Del
Invierno Nuclear existe un precedente: ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS
ELÉCTRICAS?, de PHILIP K. DICK, una de
esas predicciones de la “alocada” ciencia ficción que tuvo un notable reflejo
real en la vida cotidiana.]
The
Last American es un
cómic triste y reflexivo que rompe con ‘la idea’ de la historieta entendida como
un vehículo de ocio plagado de superhéroes mainstream.
No obstante, los coloridos uniformes de los bizarros personajes son los que más
han ayudado (están ayudando; ayudarán) a difundir la literatura gráfica,
estampándola en el colectivo con diversa intensidad. Si eres adicto, o libre a
aceptar el tebeo, calará en ti más hondamente que en quien lo deteste.
Relata el sombrío viaje de ULISSES S.
PILGRIM, capitán de Marines poseedor de una brillante hoja de servicios pero condenado
por algún delito a prisión militar. Pilgrim (nótese lo trascendental de su
nombre y apellido), al filo de la Tercera Guerra Mundial, es criogenizado para,
en 2019, volver a la actividad y restaurar lo que reste del Máximo Estrago. Le
invisten con los poderes absolutos de los que goza el Presidente de EE.UU. bajo
el epígrafe de Comandante Apocalipsis;
de hecho, es el último Presidente vivo.
Rehabilitado tras el largo sueño criogénico, Pilgrim arrostra la más extraña misión imaginable |
Pilgrim, liderando a tres androides
(ABLE, BAKER, CHARLIE, este último programado para ser socio de tertulias
atiborrado de CultuPop), empieza a buscar supervivientes por los Estados
Unidos.
Hallan un panorama absolutamente
desalentador. Todos los indicios señalan que las secuelas de la guerra fueron
mucho más extremas que la peor predicción; Pilgrim gobernará una vasta nación
silenciosa, en ruinas, sembrada de esqueletos.
Lo que los autores ingleses (incluyamos
aportaciones de McMahon) intentan realizar es un aguafuerte de las impresiones
psicológicas que tendría, de facto,
el último hombre vivo, tema recurrente en la literatura de ciencia ficción o
fantasía (acaso el más directo referente: SOY
LEYENDA, de RICHARD MATHESON), qué reacciones tendría alguien sometido a
esa presión, especialmente cuando se es vital y sociable, y precisa de otros
para desarrollarse.
Pilgrim no es un misántropo hastiado del
género humano, al que sólo halló defectos, quizás debido a faenas recibidas del
prójimo, y al que su ausencia apenas causa mella; puede aun agradecerlo. El
Comandante Apocalipsis recuerda a su esposa e hijo, y se mortifica
preguntándose por su suerte.
THE LAST AMERICAN emplea diversos recursos satíricos para criticar el 'inmovilismo' oficial sobre los estragos de la guerra nuclear |
¿Murieron al primer flash, o perecieron
entre terribles dolores posteriormente, víctimas de la radiación, o los
salteadores, o los monstruos que engendra el cese de la Sociedad y el desplome
de sus reglas, normas y leyes? ¿Tiritaron hasta sucumbir de frío durante el
Invierno Nuclear? ¿Qué ocurrió? En realidad, ¿fueron muy afortunados quienes
murieron al primer instante?
The
Last American rehúye la
acción, aunque contenga trazas de ésta, cuan necesario cebo para prender aún
más nuestro interés; constantemente se enfoca al narrador Pilgrim para descubrir
qué piensa, siente, cómo se comportará ahora que su única compañía son
androides de parca personalidad y creatividad.
Así, ¿cómo vivir; a qué aspirar? Habitamos
usualmente entornos donde esperamos ciertas recompensas por distintas conductas
o actividades (aunque lo más frecuente a recibir son desalientos, traiciones y
desaires), promociones por nuestra honradez o contribuciones. Pilgrim sólo
tiene a esas máquinas, bastante literales, para recibir una palmadita en la
espalda por buena conducta. Porque, según avanza, no ve otra alma con quien
intimar, compartir un secreto, esperar empatía.
La insólita situación y la misión de Pilgrim hacen peligrar su cordura; el ansia de hallar vida le obsesiona de forma enfermiza |
Warner y Grant deciden que lo más lúcido
en tal situación es suicidarse. Visto el percal, opción comprensible: el mundo
es un erial radiactivo, ruinas por doquier, el alto cielo está empañado por el
hollín que impulsaron todos los vientos allá arriba, no hay cosechas, el agua
es veneno… ¿Qué esperan que haga en este paraje, sin presencia de otro ser al
que socorrer, entender, con el que compartir?
Una argucia (programada) de Charlie
impide a Pilgrim matarse; esto acaso no ayude, pese a todo, pues el Comandante
Apocalipsis inicia una deriva psicológica que puede terminar en locura. Visto
con perspectiva, los días de Pilgrim en este mundo no son demasiados. No hay
esperanza. Y, sin embargo, ¿qué mueve al Hombre a proseguir pese a lo atroz de las
circunstancias? ¿Qué energía misteriosa posee la Vida que anida en nuestras
células que nos frena a matarnos pese al brutal castigo infligido día-a-día?
Otro apartado que induce reflexión.
Incluso en medio del estrago, hay quien sigue decidido a seguir matando, según estos peregrinos descubren |
Destaca The Last American de obras similares por su directo e incisivo
mensaje, brutal comparado con el argumento de la teleserie JERICHO, donde todo lo que contaba este cómic lo ninguneaban
descaradamente. Típico residuo de la Propaganda de épocas anteriores, extendía la
idea de que la guerra nuclear, pese a su ferocidad, podía superarse con alguna
hambruna y otras penurias que un óptimo estado de ánimo de temple británico
podía combatir. Podía pasar, hace décadas, pero con lo que sabemos, hoy día… No.
Hay que vender esperanza, lo sé, pero en esas circunstancias, no existe. Es una
mentira tan asesina como la guerra.
The
Last American es un
ejemplo ideal de que el cómic puede ser además
una potente herramienta de instrucción, difundiendo un mensaje llamado a
despertar consciencias adormecidas; es más que ese vistoso escaparate de figurines
disfrazados y última esperanza del mundo en peligro. Esta obra enriquece el
plantel de nuestras lecturas, la comprensión de nuestro mundo.
Vuestro Scriptor.
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