sábado, 5 de abril de 2014

THE LAST AMERICAN — ¿DÓNDE ESTÁIS?

Portada (con P.V.P.) del número uno.
Dibuja MIKE MCMAHON, uno de mis
autores predilectos
Esta miniserie, escrita por JOHN WARNER y ALAN GRANT y dibujada por MIKE MCMAHON, está encuadrada en la fuerte corriente antinuclear que barrió el mundo a mediados de Década 80; al menos, el Occidental. Es una conseguida parábola sobre después del Día Después.

Destilaba a viñetas el mensaje que comunicadores como CARL SAGAN, RICHARD TURCO o ANN DRUYAN, hacían sobre la mentira que la Propaganda oficial esparcía de que, tras un conflicto nuclear de alta intensidad (aun mediana), las cosas volverían a funcionar, superada una triste época de carencias. La radiación acabaría disipada tras varias estaciones lluviosas; los campos reverdecerían, la economía, atorada por el Máximo Estrago termonuclear, recuperaría sus positivos índices, los niños jugarían felices bajo el gran celeste libre de la amenaza de las armas nucleares.

Se ignoró el Invierno Nuclear, oscuro dato que fue abriéndose paso en las estadísticas de forma implacable, anulando las optimistas predicciones de la Propaganda oficial a ambos lados del Telón de Acero.

Esta plancha contiene una viñeta
sugerente: PILGRIM, en esa especie de
ataúd, es un LÁZARO que quizás no
desee resucitar...
[Del Invierno Nuclear existe un precedente: ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?, de PHILIP K. DICK, una de esas predicciones de la “alocada” ciencia ficción que tuvo un notable reflejo real en la vida cotidiana.]

The Last American es un cómic triste y reflexivo que rompe con ‘la idea’ de la historieta entendida como un vehículo de ocio plagado de superhéroes mainstream. No obstante, los coloridos uniformes de los bizarros personajes son los que más han ayudado (están ayudando; ayudarán) a difundir la literatura gráfica, estampándola en el colectivo con diversa intensidad. Si eres adicto, o libre a aceptar el tebeo, calará en ti más hondamente que en quien lo deteste.

Relata el sombrío viaje de ULISSES S. PILGRIM, capitán de Marines poseedor de una brillante hoja de servicios pero condenado por algún delito a prisión militar. Pilgrim (nótese lo trascendental de su nombre y apellido), al filo de la Tercera Guerra Mundial, es criogenizado para, en 2019, volver a la actividad y restaurar lo que reste del Máximo Estrago. Le invisten con los poderes absolutos de los que goza el Presidente de EE.UU. bajo el epígrafe de Comandante Apocalipsis; de hecho, es el último Presidente vivo.

Rehabilitado tras el largo sueño
criogénico, Pilgrim arrostra la más
extraña misión imaginable
Pilgrim, liderando a tres androides (ABLE, BAKER, CHARLIE, este último programado para ser socio de tertulias atiborrado de CultuPop), empieza a buscar supervivientes por los Estados Unidos.

Hallan un panorama absolutamente desalentador. Todos los indicios señalan que las secuelas de la guerra fueron mucho más extremas que la peor predicción; Pilgrim gobernará una vasta nación silenciosa, en ruinas, sembrada de esqueletos.

Lo que los autores ingleses (incluyamos aportaciones de McMahon) intentan realizar es un aguafuerte de las impresiones psicológicas que tendría, de facto, el último hombre vivo, tema recurrente en la literatura de ciencia ficción o fantasía (acaso el más directo referente: SOY LEYENDA, de RICHARD MATHESON), qué reacciones tendría alguien sometido a esa presión, especialmente cuando se es vital y sociable, y precisa de otros para desarrollarse.

Pilgrim no es un misántropo hastiado del género humano, al que sólo halló defectos, quizás debido a faenas recibidas del prójimo, y al que su ausencia apenas causa mella; puede aun agradecerlo. El Comandante Apocalipsis recuerda a su esposa e hijo, y se mortifica preguntándose por su suerte.

THE LAST AMERICAN emplea
diversos recursos satíricos para criticar
el 'inmovilismo' oficial sobre los estragos
de la guerra nuclear
¿Murieron al primer flash, o perecieron entre terribles dolores posteriormente, víctimas de la radiación, o los salteadores, o los monstruos que engendra el cese de la Sociedad y el desplome de sus reglas, normas y leyes? ¿Tiritaron hasta sucumbir de frío durante el Invierno Nuclear? ¿Qué ocurrió? En realidad, ¿fueron muy afortunados quienes murieron al primer instante?

The Last American rehúye la acción, aunque contenga trazas de ésta, cuan necesario cebo para prender aún más nuestro interés; constantemente se enfoca al narrador Pilgrim para descubrir qué piensa, siente, cómo se comportará ahora que su única compañía son androides de parca personalidad y creatividad.

Así, ¿cómo vivir; a qué aspirar? Habitamos usualmente entornos donde esperamos ciertas recompensas por distintas conductas o actividades (aunque lo más frecuente a recibir son desalientos, traiciones y desaires), promociones por nuestra honradez o contribuciones. Pilgrim sólo tiene a esas máquinas, bastante literales, para recibir una palmadita en la espalda por buena conducta. Porque, según avanza, no ve otra alma con quien intimar, compartir un secreto, esperar empatía.

La insólita situación y la misión de
Pilgrim hacen peligrar su cordura; el
ansia de hallar vida le obsesiona de
forma enfermiza
Warner y Grant deciden que lo más lúcido en tal situación es suicidarse. Visto el percal, opción comprensible: el mundo es un erial radiactivo, ruinas por doquier, el alto cielo está empañado por el hollín que impulsaron todos los vientos allá arriba, no hay cosechas, el agua es veneno… ¿Qué esperan que haga en este paraje, sin presencia de otro ser al que socorrer, entender, con el que compartir?

Una argucia (programada) de Charlie impide a Pilgrim matarse; esto acaso no ayude, pese a todo, pues el Comandante Apocalipsis inicia una deriva psicológica que puede terminar en locura. Visto con perspectiva, los días de Pilgrim en este mundo no son demasiados. No hay esperanza. Y, sin embargo, ¿qué mueve al Hombre a proseguir pese a lo atroz de las circunstancias? ¿Qué energía misteriosa posee la Vida que anida en nuestras células que nos frena a matarnos pese al brutal castigo infligido día-a-día? Otro apartado que induce reflexión.

Incluso en medio del estrago, hay quien
sigue decidido a seguir matando, según
estos peregrinos descubren
Destaca The Last American de obras similares por su directo e incisivo mensaje, brutal comparado con el argumento de la teleserie JERICHO, donde todo lo que contaba este cómic lo ninguneaban descaradamente. Típico residuo de la Propaganda de épocas anteriores, extendía la idea de que la guerra nuclear, pese a su ferocidad, podía superarse con alguna hambruna y otras penurias que un óptimo estado de ánimo de temple británico podía combatir. Podía pasar, hace décadas, pero con lo que sabemos, hoy día… No. Hay que vender esperanza, lo sé, pero en esas circunstancias, no existe. Es una mentira tan asesina como la guerra.

The Last American es un ejemplo ideal de que el cómic puede ser además una potente herramienta de instrucción, difundiendo un mensaje llamado a despertar consciencias adormecidas; es más que ese vistoso escaparate de figurines disfrazados y última esperanza del mundo en peligro. Esta obra enriquece el plantel de nuestras lecturas, la comprensión de nuestro mundo.

Vuestro Scriptor.