jueves, 4 de septiembre de 2025

EL GUERRERO DE GOR — MORBOSO HOMENAJE A E. R. BURROUGHS

 

Ultramar, cuan canto de cisne,
publicó todo (o casi) GOR. Supe
de esta saga por un aficionado
(un personaje en sí) al que le
resalté sus muchos puntos
negativos. Fanatizado, casi
jamás volvió a hablarme. Creo
hubiese sido lo mejor


JOHN NORMAN (pseudónimo) debió quedar tan prendido como este Scriptor por el  Barsoom de EDGAR RICE BURROUGHS (es al máximo incitador) que decidió aportar “su versión”, empero haciéndola más explícita en algunos aspectos de corte sexual que no obstante insinúa Burroughs en sus novelas marcianas, desviaciones a saber cuánto del gusto particular del autor. (Asuntos suyos.)

Mas hay aspectos que afear a este TARKSMAN OF GOR que de continuo desprende sensación de ser indecisa, vacilante, dudar de su capacidad pese a su definida estructura.

Enseguida deja claro el capítulo inicial la obvia intención paródica de Norman, centrada en el pelirrojo protagonista, TARL CABOT (tío que te cae mal, no como JOHN CARTER, que pese a su propensión a la bravata e ir de sobrado, es honesto, caballero andante del Camelot de Barsoom con tendencia a: a) olvidar elementos clave de su aventura; b) golpearte con una repentina ocurrencia que desbarata la lógica de la historia).

El anglo Cabot se describe poco menos que un inútil. Su mayor talento es su corpulencia y la habilidad para camelarse a un instituto estadounidense donde imparte clases de literatura inglesa. Refiere sobre su orfandad, y cómo se las ha ido bandeando con relativo éxito por la vida con sus limitados haberes. (Esto recuerda algo a HARRY FLASHMAN.)

En ese aspecto, Cabot es honesto al menos. Nada tiene que le destaque para las increíbles peripecias salpimentadas de contenido sadomaso que afronta cuando se empadrona en la cacareada ContraTierra, planeta casi similar al nuestro situado al otro lado de la órbita, oculto por el Sol, y que viven como cuando 300 (de FRANK MILLER). Aunque Burroughs tenía predisposición a la ocurrente improvisación para sacar del aprieto a John Carter, su habilidad te obligaba a perdonárselo. Era mecánica intrínseca del relato. Encajaba, aunque decías: Hombre, Edgar…

Este señor, que recuerda al actor LESLIE
NIELSEN, es JOHN NORMAN (pseudónimo).
Estoy seguro se divirtió lo suyo con la extensa
saga; empero el primer número no acumula
méritos para verle continuaciones

John Norman es grosero en cambio. No improvisa o tiene ocurrencias súbitas, empero las circunstancias donde intuyes el proceso son bastas, descuidadas. Paradigma: Cabot, de excursión por esos cerros por donde escapará RAMBO, recibe un “sobrenatural” mensaje HITECH que ni cuestiona. Le da presuntamente mil vueltas al enigma, aunque Norman no profundiza siquiera un poquito en tales cuitas como para hacerlas veraces.

Aterriza un OVNI (era la época) y Cabot, en vez de huir despavorido, ¡lo aborda como lo más natural! Ningún efecto de persuasión o rapto por medios hipnóticos o químicos media. ¡Ah, bien! Veo aterrizar un OVNI, que como un taxi viene a recogerme, ¡y me subo a él! Común, algo que ocurre a diario.

La descripción de su mediocridad le hace candidato nulo para la Gran Misión que le encarga su padre, capitoste de una ciudad de Gor, otrora abducido y convertido en otro cabrón esclavista proxeneta goreano por motivo no especificado (en este libro); nada sobre qué méritos le hicieron atractivo para Gor (talento bélico, político, económico…).

Sé lo de las películas, aunque mejor
destaco esta estupenda pintura de
BORIS VALLEJO sobre un episodio
del libro

Sólo que “me llamaba misteriosamente la ContraTierra”, y si yo he demostrado cojones, él igual; traigo a mi hijo y será ¡héroe!, “predestinado” para grandes épicas que le vienen desmesuradas. Mas Tarl se muestra digno de su sangre, vástago decidido a honrarla. Se convierte en guerrero goreano (un cabrón proxeneta esclavista) y acomete la misión ordenada, llenando estas páginas de numerosos personajes de relativa importancia.

Obliga a estas narraciones a crear un portentoso aparato de fantasiosas referencias y nombres que dan relieve al invento. Mas la fama de Gor no reposa en sus andanzas de capas y espadas, sino en sus diversas morbosidades de dominación sexual (TALENA la pide, dando a Cabot su ración después; aunque la princesa de Gor con cualquiera se apaña, hasta con el asesino con ambiciones imperialistas. —Superviviente nata sale—).

Esta novela de Norman debió caer en algún nicho ávido de estas experiencias literarias “iconoclastas” para gozar del éxito que le ha asegurado numerosas continuaciones. Porque, por la intrínseca calidad de este El Guerrero de Gor