…sin ninguna base científica, como
tampoco es cosa oída en tertulia de TV o radio, o leído en Dios-sabe-qué-blog. La
reflexiono tras escuchar la queja de los ciudadanos afectados por el problema que
causan esos parásitos alados y transmisores de enfermedades cuyo alias es las
palomas.
Es cierto que, de un tiempo a esta parte,
observo su abundancia en la ciudad; asociaciones vecinales han pedido al
ayuntamiento que acote el problema. En numerosas terrazas y balcones cuelgan
CDs que espejean cuando el Sol incide en ellos a modo de espanta-palomas; su
eficacia parece dudosa. Pero, por probar, que no quede.
Pienso que el problema, en parte, lo
solucionarían los gatos. Hasta no hace mucho, sus elegantes siluetas se
paseaban por las calles acechando a estas ratas aéreas designadas “aves de la
paz”. Ya, no. Los han eliminado. Y las palomas han proliferado.
Sabiamente los egipcios eligieron a los
gatos custodios de sus graneros por diezmar a las ratas que devoraban el grano.
En gratitud, situaron a BASTET como una de sus principales deidades. En la Edad
Media, la fanática estupidez religiosa quemaba a los gatos en las hogueras,
considerándolos agentes de SATANÁS. La peste negra casi asoló Europa merced a
que no había felinos para exterminar los roedores que la propagaban.
¿Por qué no devolvemos las calles a los
gatos? Que atajen el problema de las palomas con su inimitable estilo. Que las
autoridades velen por ellos, los cuiden de peligros y daños, castigando a quien
los maltrate, y comprobamos su efectividad limpiando la ciudad (ésta, o la que
se arriesgue con el experimento). Quién sabe; quizás solucionan la cuestión de
forma ecológica.
Vuestro Scriptor.
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