Cubierta de AJEC, obra de ALEJANDRO TERÁN. Imagino que un intento de la editorial por ofrecer pujante cyberpunk |
En el prólogo, TONY BALLANTINE (ignoro
quién es —dominó la pereza de buscarlo en WIKIPEDIA—)
hace determinadas exhortaciones que aprovecha para alabar la obra y trayectoria
del autor, ERIC BROWN. Inicia el tiroteo inquiriendo: ¿Qué es lo que hace que la Ciencia Ficción sea buena?, y desmadeja
luego sus conclusiones, entreveradas con las citadas referencias a Brown, el
relato, su carrera.
Noches
de Nueva York, Míster B,
no es buena ciencia ficción. Tampoco la embellece. Es pálida exposición de hipótesis
“futuristas” que surfea la estela cyberpunk,
que acababa de recibir un chute brutal de adrenalina merced al estreno de THE MATRIX (olvidémonos de JOHNNY MNEMONIC, ¿vale?). Brown lo
aprovecha, montándose ese tinglado de la RV (realidad virtual), los tanques de inmersión donde se puede gozar,
casi indefinidamente, de una estancia en un compuverso a elección, y completa
los capítulos con una presunta trama detectivesca que Mr. B ensalza como canto
a la novela negra más tradicional.
ERIC BROWN. Una de dos: o la novela es de las primeras, y la más floja, o es un manta de escritor que perpetúa en su producción esta mediocridad |
Farfolla para vender un libro mediocre
que desaprovecha su mejor baza para centrarse en una sucesión abstracta de
tópicos de la ciencia ficción/vertiente cyberpunk
tampoco explotados correctamente.
Cuando más estimo Noches de Nueva York, más veo que su médula está en el introito. En
qué promete y augura, vende con desvergüenza, sin que lo predicado responda a
las enormes expectativas generadas luego.
Noches
de Nueva York es narración
parsimoniosa (aunque Ballantine la describe de “vertiginoso”) comandada por
personajes planos, muy desafectos a nuestro recuerdo o interés. Sus tres
protagonistas, los detectives HAL HALLIDAY y BARNEY KLUGER, y la novia china
del primero, KIM, no llegan. Tienen esas personalidades amorfas, pero eficientes,
que lubrican su tránsito intestinal por el relato sin dificultades, mas carecen
de cualidades que los destaquen. Sin fobias. Manías. Señas de identidad.
Portada foránea. Los de STRANGE HORIZONS mienten más que promocionan. Cuidado con ellos |
Para colmo, la novela fracasa en todos
los hitos que debieran hacerla remarcable, según Ballantine. Aferrándose al
argumento de corte investigativo “clásico”, y aderezándolo con elementos cyberpunks más o menos vistosos (la RV,
un decadente entorno social deprimido, las tibias especulaciones futuristas
poco esperanzadoras, habituales de esta literatura no obstante…), Brown pergeña
una historia cuyo principal valor reside en un hecho capital que el escritor,
empero, arrincona cuanto puede en parcela mínima-nimia: atentados nucleares en
EE.UU.
Circunstancia tan tremenda la restringe a
casuales comentarios, similares a emplaste con el cual repletar los huecos de
una hilera de ladrillos; en este caso, sus párrafos.
Brown no se paró, ningún momento, a
reflexionar, en su gótica casa campestre inglesa, sobre la inconmensurable
magnitud del suceso. Jamás se le ocurrió (y el 11-S 2001 nos ha surtido del
ejemplo imprescindible) cómo explosiones nucleares en el centro y Costa Oeste
de Norteamérica (¡adiós, Kansas, granero de América; adiós, Hollywood; adiós,
Seattle, sede de Microsoft o Apple!) dañarían la moral y economía
estadounidense, y cómo su desplome hundiría a Occidente. Como mayor mal, se
limita a amontonar millones de inmigrantes en la Gran Manzana, que no comen, ni
beben. Jamás enferman. Que plaguen las aceras y parques con sus ‘lujosos’ lofts de cajas de cartón no lo provoca
para dedicarles unas líneas.
CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE, basado en la novela de HARRY HARRISON. Esto sí es una Nueva York sombría, al límite. Esto sí hace buena a la CF |
Aun HARRY HARRISON, en ¡HAGAN SITIO! ¡HAGAN SITIO!, realiza ‘descripciones’
mucho más sombrías y apabullantes de lo que sería una Nueva York saturada. Para
Brown, hijo de la era televisiva y una CF plagada de notables referencias
(venga, JUDGE DREDD), no valora lo
que, para una economía atrozmente dañada por esos atentados terroristas,
supondría.
En su “fascinante” recreación de Nueva
York, cuanto cuenta es la tonta indagación en la que se empuerca Halliday (presunto
prototipo del duro investigador, curtido en fieras lides callejeras, ladino,
aun con una pizca de sádica crueldad), aglomerado con el rollo ese de la RV, y
el chocho chino de Kim. El resto, no interesa. No merece análisis.
El principal rasgo del cyberpunk es cómo discurre sobre la
evolución sociocultural, aun moral, de una población que vive lo más palpitante
del futuro desde vertederos. Se les prometió un Mañana-Mañana estilo Planeta Mongo, con edificios de tacón de
aguja y planeadores esbeltos, adosados en la Luna y numerosas lindezas
robóticas. Buena ropa, ocio ilimitado, prosperidad.
Logrado ejemplo de una Norteamérica quasifeudal que Brown no puede replicar en NOCHES DE NUEVA YORK |
Reciben, empero, desempleo, miseria,
represión estatal, neofeudalismo salvaje, plagas, y un puñado de
fruslerías-por-computadora que, a modo, anestesian sus ansias de ¡rebelión!, o
las exacerban.
Brown soslaya todo esto en su novela cyberpunk. Lo tiene como una moto que la
clienta que encarga a Halliday la búsqueda de su amante lesbiana sea lesbiana.
Hay un momento en que piensas que su libro es, realmente, una apología
“futurista” de las relaciones sáficas, no cuanto Ballantine pormenorizó en el
prefacio.
Todo lo potente, y feroz, de una Nueva
York que debe estar al límite, con revueltas callejeras severamente sofocadas
por la policía, la Guardia Nacional, o el ejército, pánico a que estalle la
Gran Manzana debido a otro núcleo terrorista, y una profunda crisis económica,
Brown lo resuelve diciéndote que esto es 2040 y El Barrio.
Ya está. Cumplió. Imagínate mi frenesí al
leer esa línea. Hostia, tío. El Barrio. 2040. Cágate, SERPIENTE PLISSKEN.
¡Panorama para matar! Y más, cebado con lo que Ballantine escribió sobre los
artefactos nucleares, la superpoblación en Nueva York y los tugurios, en plan ASESINATO EN 8MM. que Halliday debería
visitar para hallar a la lesbiana.
AMÉRICA, de JAMES ELLROY. Lo que debiera haber dado Brown por leer esta novela y trasuntar a sus investigadores el carácter de los protagonistas de este libro... |
Insisto: nada de nada. ¿Qué hace la CF
buena? Si vamos en serio, Mr. B, especular, con mayor o menor grado de acierto,
sobre qué ha creado el mundo donde respira el trío de anodinos protagonistas. Para
empezar. Luego, trabajar hondamente sus caracteres. Haber leído, realmente,
novela negra. De calidad. Y haberla entendido. Y acabar por no destacar hasta
lo protagónico lo secundario, o accesorio.
Brown no ha escrito CF buena. Ha ignorado
cuanto debía encumbrar su narración para concentrarse en detallitos brillantes
pero sin auténtica riqueza. Ha actuado como la urraca: vio que algo centelleaba
en el cieno y lo atrapó. Que fuera un trozo de papel de aluminio, y no una
tiara cuajada de diamantes, importó poco. Destellaba igual.
Los que pagamos su necio gesto somos los
ingenuos a los que embaucó con su prólogo el malvado Ballantine, plagado de
promesas embusteras.
Vuestro Scriptor.
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