Portada: canoso FRANK CASTLE y gesto más severo que nunca |
De nuevo GARTH ENNIS relata una andanza
del siniestro vigilante FRANK CASTLE, la definitiva tabla rasa que realiza
entre el elemento criminal. El irlandés esboza un relato escueto, crepuscular y
descarnado que busca darle el adecuado nicho a un avejentado The Punisher, liberándole en un entorno
postnuclear que pudiera parecer reflejo de la atormentada vida del personaje:
un mundo arrasado, de ruinas y cadáveres, donde el silencio domina todas las conversaciones.
Este El
Fin para The Punisher está en
conjunción con el reseñado THE LAST
AMERICAN, en cuanto a que, tras un virulento conflicto de este tipo, no
quedaría nadie, o casi nadie, dispuesto a seguir invitando a copas al personal.
Ennis describe una Costa Este norteamericana donde “no hay barricadas ni la radiación provoca superpoderes” (inciso:
¿dónde estaban los superhéroes, para permitir el apoqueclipse?); sólo dos
convictos avanzan tercamente por el erial sembrado de harapos de campos de
refugiados, muertos meses atrás.
Disposiciones administrativas para el día del Juicio Final en Sing-Sing |
Ha transcurrido un año desde el estallido/fin
de la guerra; la radiación es enorme, y su secuela parece incluso haber
incendiado las nubes del alto cielo emporcado por las cenizas impulsadas por
todos los vientos. Castle es claramente consciente de que su peregrinaje a
Nueva York no va a obtener un remedio de última hora. Si se ha mantenido tanto
en el refugio es confiando en ganar el suficiente tiempo para terminar bien su
última acción punitiva.
No quería morir a medio camino, víctima
del envenenamiento radiactivo, o las bandas de saqueadores que agonizasen en
este lugar siniestro en el que un grupo secreto, EL AQUELARRE, ha convertido el
mundo.
Para Castle, no existe excusa alguna para
evitar castigar las temerarias acciones de El Aquelarre, un criminal
conglomerado de personalidades que están tirando de los hilos de la economía,
la política y las diversas acciones militares por todo el globo para rendirles
amplios beneficios, sin reparo alguno del daño que nos causen. Es un giro argumental
interesante en el historial del expeditivo de la calavera estarcida en el
pecho: ataca al Capital.
El mundo tras el Año Después del apoqueclipse nuclear no deja lugar para esperanzas de ningún tipo |
Hasta ahora, Castle estuvo orillando la
alta delincuencia de guante blanco, entretenido con las excrecencias criminales
“de barrio”: el yonqui, el camello,
el traficante, algún violador, un pederasta en algún descampado… dejando “para
el final” (o más bien, nunca) a banqueros y Ejecutivos que, sin empuñar machete
ni calibre, causan prejuicio a miles, quizás a millones.
Está muy lejos este Punisher de El Fin del de
las andanzas escritas por STEVE GRANT y JO DUFFY, dibujadas, a trancas y
barrancas, por MIKE ZECK, que seguían casi al dedillo los parámetros definidos
por el auténtico creador del vengativo personaje, DON PENDLETON, según reflejó
en THE EXECUTIONER. Aquél Punisher estaba en el surco de matar a
los eventuales Padrinos de la Cosa Nostra o sujetos anejos.
Este Punisher,
en la sombra del refugio nuclear de la prisión donde estaba cumpliendo condena,
comprendió que estuvo rebajando la grasa al problema; que debía ir por la
médula, el Capital, que estaba orquestando muchos de los terribles crímenes que
Castle castigaba. Sus acciones en pos del acaparamiento masivo de dividendos
movía a sujetos sin escrúpulos, situados en las bajas esferas, a cometer
despiadados crímenes.
Castle en la madriguera del Mal absoluto; tiene planes para él |
El Aquelarre se había refugiado profundamente
debajo de la desolada superficie, en instalaciones equipadas para sobrevivir
más de un siglo, a la espera de la sanación de la atmósfera planetaria. Pero algo
ha ido mal, como muestran al moribundo Punisher,
mientras les tiene finalmente encañonados. Los búnkeres de la elitista elite están
desmoronándose en un caos frenético provocado, sin duda, por la inédita
situación. ¿Un siglo en un silo subterráneo? ¿Seguro que la Tierra volverá a
ser habitable, como hasta entonces fue? Cunde la desesperación, la locura, el
asesinato.
Tal vez un castigo poético, pero Punisher, tras tantos años, no tiene
paciencia (además, está muriendo) para esperar que esas alimañas de trajes caros
se maten entre sí. Los tiene enfilados, ¿a qué esperar? ¿Por qué darles, a estos
comerciantes natos, artistas de la palabra más convincente y embustera, la
oportunidad, aun mínima-nimia, de salirse con la suya… otra vez? Tienen
embriones congelados; ¿acaso una sumisa generación de esclavos adictos a las
incuestionables órdenes de sus amos de El Aquelarre?
Y Castle empieza por los sayones |
Este, volvemos a lo mismo, es el estigma
que diferencia a los escritores situados a cada lado del Negro Atlántico; el
norteamericano está provisto de creencias cuya base, aun noble y honesta, tiene
una ingenuidad que podría ser hasta nociva. El europeo (tanta Historia soportada
a los lomos) tiene un desenfoque más amplio y caustico de la situación, cierto “entendimiento”
‘superior’ de la (perversa) naturaleza humana. Se corta menos al establecer
abruptas tramas. No por tener instinto… hum… sádico, sino porque ha visto más malas
facetas de la vida.
He aquí algo que el dinero jamás podrá comprar; ¿qué impresión causaría a estos compradores natos descubrirlo? |
Ennis remata la historia dejándonos la
impresión de que la anormalidad psicológica de Castle es ya tan profunda, tan
abandonado está a sus recuerdos dolorosos del pasado, que le cuesta abandonarlos,
examinar el entorno y proponerse alternativas. Es un hombre con una absorbente
misión, y ni el Juicio Final puede interrumpirla.
El descanso, sin embargo, se intuye próximo:
Castle castigó definitivamente todo el Mal y sus virulentos agentes…
Vuestro Scriptor.
También en: http://spnkgirl.blogspot.com.es/
Adjunto: