domingo, 20 de abril de 2014

PUNISHER, EL FIN — NI EL ARMAGEDÓN ES EXCUSA

Portada: canoso FRANK CASTLE y
gesto más severo que nunca
De nuevo GARTH ENNIS relata una andanza del siniestro vigilante FRANK CASTLE, la definitiva tabla rasa que realiza entre el elemento criminal. El irlandés esboza un relato escueto, crepuscular y descarnado que busca darle el adecuado nicho a un avejentado The Punisher, liberándole en un entorno postnuclear que pudiera parecer reflejo de la atormentada vida del personaje: un mundo arrasado, de ruinas y cadáveres, donde el silencio domina todas las conversaciones.

Este El Fin para The Punisher está en conjunción con el reseñado THE LAST AMERICAN, en cuanto a que, tras un virulento conflicto de este tipo, no quedaría nadie, o casi nadie, dispuesto a seguir invitando a copas al personal. Ennis describe una Costa Este norteamericana donde “no hay barricadas ni la radiación provoca superpoderes” (inciso: ¿dónde estaban los superhéroes, para permitir el apoqueclipse?); sólo dos convictos avanzan tercamente por el erial sembrado de harapos de campos de refugiados, muertos meses atrás.

Disposiciones administrativas para
el día del Juicio Final en Sing-Sing
Ha transcurrido un año desde el estallido/fin de la guerra; la radiación es enorme, y su secuela parece incluso haber incendiado las nubes del alto cielo emporcado por las cenizas impulsadas por todos los vientos. Castle es claramente consciente de que su peregrinaje a Nueva York no va a obtener un remedio de última hora. Si se ha mantenido tanto en el refugio es confiando en ganar el suficiente tiempo para terminar bien su última acción punitiva.

No quería morir a medio camino, víctima del envenenamiento radiactivo, o las bandas de saqueadores que agonizasen en este lugar siniestro en el que un grupo secreto, EL AQUELARRE, ha convertido el mundo.

Para Castle, no existe excusa alguna para evitar castigar las temerarias acciones de El Aquelarre, un criminal conglomerado de personalidades que están tirando de los hilos de la economía, la política y las diversas acciones militares por todo el globo para rendirles amplios beneficios, sin reparo alguno del daño que nos causen. Es un giro argumental interesante en el historial del expeditivo de la calavera estarcida en el pecho: ataca al Capital.

El mundo tras el Año Después del
apoqueclipse nuclear no deja lugar
para esperanzas de ningún tipo
Hasta ahora, Castle estuvo orillando la alta delincuencia de guante blanco, entretenido con las excrecencias criminales “de barrio”: el yonqui, el camello, el traficante, algún violador, un pederasta en algún descampado… dejando “para el final” (o más bien, nunca) a banqueros y Ejecutivos que, sin empuñar machete ni calibre, causan prejuicio a miles, quizás a millones.

Está muy lejos este Punisher de El Fin del de las andanzas escritas por STEVE GRANT y JO DUFFY, dibujadas, a trancas y barrancas, por MIKE ZECK, que seguían casi al dedillo los parámetros definidos por el auténtico creador del vengativo personaje, DON PENDLETON, según reflejó en THE EXECUTIONER. Aquél Punisher estaba en el surco de matar a los eventuales Padrinos de la Cosa Nostra o sujetos anejos.

Este Punisher, en la sombra del refugio nuclear de la prisión donde estaba cumpliendo condena, comprendió que estuvo rebajando la grasa al problema; que debía ir por la médula, el Capital, que estaba orquestando muchos de los terribles crímenes que Castle castigaba. Sus acciones en pos del acaparamiento masivo de dividendos movía a sujetos sin escrúpulos, situados en las bajas esferas, a cometer despiadados crímenes.

Castle en la madriguera del Mal
absoluto; tiene planes para él
El Aquelarre se había refugiado profundamente debajo de la desolada superficie, en instalaciones equipadas para sobrevivir más de un siglo, a la espera de la sanación de la atmósfera planetaria. Pero algo ha ido mal, como muestran al moribundo Punisher, mientras les tiene finalmente encañonados. Los búnkeres de la elitista elite están desmoronándose en un caos frenético provocado, sin duda, por la inédita situación. ¿Un siglo en un silo subterráneo? ¿Seguro que la Tierra volverá a ser habitable, como hasta entonces fue? Cunde la desesperación, la locura, el asesinato.

Tal vez un castigo poético, pero Punisher, tras tantos años, no tiene paciencia (además, está muriendo) para esperar que esas alimañas de trajes caros se maten entre sí. Los tiene enfilados, ¿a qué esperar? ¿Por qué darles, a estos comerciantes natos, artistas de la palabra más convincente y embustera, la oportunidad, aun mínima-nimia, de salirse con la suya… otra vez? Tienen embriones congelados; ¿acaso una sumisa generación de esclavos adictos a las incuestionables órdenes de sus amos de El Aquelarre?

Y Castle empieza por los sayones
Esto no lo habrían escrito Grant ni Duffy; ir contra el Dinero, el motor de América, y dejar una incómoda secuela de comunista en tu expediente. Nanay. No importa que se les indique que el Dinero genere un crimen de menor trascendencia (pero impacto más directo y rudo en el ciudadano) y que frenar algunas de esas transacciones acotaría la delincuencia, que podría proceder del cierre de fábricas y la caída en la drogadicción por desesperación (alguno habrá que así sea). The Punisher respeta el Dinero como a la Bandera y la Religión porque, en el fondo, es un Patriota.

Este, volvemos a lo mismo, es el estigma que diferencia a los escritores situados a cada lado del Negro Atlántico; el norteamericano está provisto de creencias cuya base, aun noble y honesta, tiene una ingenuidad que podría ser hasta nociva. El europeo (tanta Historia soportada a los lomos) tiene un desenfoque más amplio y caustico de la situación, cierto “entendimiento” ‘superior’ de la (perversa) naturaleza humana. Se corta menos al establecer abruptas tramas. No por tener instinto… hum… sádico, sino porque ha visto más malas facetas de la vida.

He aquí algo que el dinero jamás podrá
comprar; ¿qué impresión causaría a
estos compradores natos descubrirlo?
Dibuja RICHARD CORBEN; el veterano autor parece hecho para las historias de esta naturaleza. Valorando su arco profesional, resaltaremos más basadas en situaciones postnucleares que de otro tipo. Esta vez tampoco defrauda; mantiene alta su ganada reputación, llevando por buen camino la última expedición punitiva de The Punisher.

Ennis remata la historia dejándonos la impresión de que la anormalidad psicológica de Castle es ya tan profunda, tan abandonado está a sus recuerdos dolorosos del pasado, que le cuesta abandonarlos, examinar el entorno y proponerse alternativas. Es un hombre con una absorbente misión, y ni el Juicio Final puede interrumpirla.

El descanso, sin embargo, se intuye próximo: Castle castigó definitivamente todo el Mal y sus virulentos agentes…

Vuestro Scriptor.

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