sábado, 26 de abril de 2014

JERICHO — ¿Y LOS SALVAJES DE LA AUTOPISTA?

Afiche. Tanto prometía en este momento...
La ingenuidad de
JERICHO llega a ser aun
ofensiva (para quienes entiendan algo de
este tema. Y si Norteamérica piensa así...
)
Partiendo de prometedora premisa, los veintidós episodios de la primera temporada de esta serie de CBS (encuadrada, en su momento, en la denominada TV “de adultos” y que englobaba a THE SOPRANO, THE SHIELD o DEADWOOD, con tramas maduras y abruptas que superaban el contenido —y continente— de costosas producciones de Hollywood que defraudaban por su infantilismo, impropio de la inversión y su casting), van diluyéndose en sentido distinto al sugerido en sus primeros capítulos.

Jericho se vendió, entonces, como uno de esos hitos que clavarían al espectador en la butaca provocándole insomnio debido al suspense y la alta tensión a la que contribuiría el retablo impactante de personajes, cuyas cuitas absorberían del trabajo incluso. Contaríamos las horas hasta el siguiente capítulo con palpitante ansiedad.

Situémonos; quizás haya lectores que ni sepan de qué versa esta serie, patraña que a duras penas logra inspirar una dosis efectiva de interés. Jericho es una población rural del centro de Kansas, en el corazón de Norteamérica, que tiene muchas trazas de ser bosquejo de Smallville. Está ubicada a cierta distancia de Lawrence, que contornea (dato importante) los silos de cohetes nucleares americanos (ver EL DÍA DESPUÉS).

Lo esencial del casting. Un retrato, pretenden, de toda la
naturaleza humana y cómo reaccionaría el día después,
cuando limitasen todas nuestras comodidades severamente
Sin provocación o causa plausible conocida, distintas detonaciones atómicas sacuden el amplio cuero de la nación. Desde la plácida Jericho se atisba el hongo de una de estas explosiones. (Otro dato a resguardar.) La confusión, más que el caos, se adueñan de la población, como es natural. Y se supone que, con masiva resonancia, se refleje por todo el vasto país.

El plantel protagonista de Jericho pretende recorrer toda la gama cromática posible de personalidades. Pero bien pronto quedan encasillados en específicos roles que tienen al maniqueísmo, al cliché. El (presunto) protagonista, JAKE GREEN (SKEET ULRICH), regresa la víspera del “sobresalto” a Jericho con un petate repleto de misterios. De vagabundeos que prefiere no referir pero que lo han transportado a lugares muy candentes del globo.

Sobre estos dos recae la responsabilidad de hacer
de
Jericho un entretenimiento maduro y cabal. El
resto figura, y a veces, con dificultades
Hombre, pues, con pasado, lo van perfilando astuto vet lleno de recursos y mañas que sacarán de más de un apuro a la atribulaba población.

Nanay. Resulta ser ROBERT HAWKINS (LENNIE JAMES) quien parte la pana en Jericho. Aguantas la serie para ver cómo este peregrino progresa y salva el día a todo el semicomatoso pueblo del caos creciente que va amenazando sus vidas.

Jericho deja de ser una ficción postnuclear, con el salvaje retrato de sus protagonistas embrutecidos por las carestías rampantes y la lucha por mantener la dignidad (PAPAGAYO —de THE ROAD WARRIOR— dixit) pese al frío, la radiación, el hambre, el Invierno Nuclear, para mutarse una moderna versión de LA CASA DE LA PRADERA próxima a recibir el despiadado ataque de enervados comanches, hastiados de la constante intrusión de rostros pálidos en sus sagradas graves planicies.

Esto prima en la serie: el romance a mansalva. Algo tendrá
que ver que el grueso de guionistas y directores sean mujeres.
Los sentimientos superan el abastecimiento de las carencias
Más aún: hacen este esparcimiento con trazas de grave cataclismo en un culebrón estilo DALLAS o DINASTÍA: éste pone cuernos a aquélla; ése es un obtuso magnate despiadado; el de allí es el tontolava sequitor del reyezuelo local, el venerable patriarca lleno de pacientes consejos… Y romances. Toda una gama de amoríos protagonistas que debieran ser laterales al auténtico drama: sobrevivimos a una guerra nuclear.

Que luego no es tal. Evidentemente, la idea original (o sospecho) era esa: mostrar la degradación, cívica y moral, de una afable comunidad agrícola según la radiación, los desplazados, la incertidumbre, las penurias y el Invierno Nuclear llegan y avanzan.

ERIC, El hermano de JAKE, es un bulto sin precedentes. No
cuenta más que para estorbar. Por cierto, en
Jericho venga
agobiarte con la escasez de combustible, pero todos los
coches rulan y sin aparente dificultad
Pero se acojonaron en algún momento de la redacción de los borradores y alguien (el $, sin duda; los productores de CBS; algún sentido “patriótico” que pedía no alarmar a la población, sensibilizada tras el 11-S/2001, y solicitaba mostrar a Norteamérica incapaz de corromperse por desesperada que fuese la situación), decidió darle un toque poético a la saga, otro bello canto a la Conquista del Oeste pero con furgonas Ford en vez de chuckwaggons y Mustangs. Y cumplen de puta madre magistral su cometido.

Según avanza la trama (sustentada en improvisaciones) y van sabiéndose hechos, más inconsistente se hace Jericho. Descubrimos que sólo un puñado de núcleos estallaron en ciudades de relativa importancia. No hay Gobierno, pero se efectúan lanzamientos de cohetes nucleares sin objetivo preciso. La poderosa Norteamérica, al parecer, puede ser vencida y doblegada si aniquilas veintitantas ciudades: ¡asombroso! Sus fuerzas en el extranjero, su bien estudiado organigrama de sucesión en el cargo, no valen nada.

Resulta que si le endiñas con núcleos a esas ciudades de
Norteamérica, les derrotas. Entonces, todo lo que vemos de
los
Marines, los tanques, los portaaviones... RAMBO... ¿les
vale de algo en realidad?
Si Washington y el Presidente volaron, ¿quién ordenó disparar los cohetes y fijó los blancos? El estrago, sin llegar a ser baladí, en una nación tan rica y cohesionada, sería rápidamente solventado. La ayuda internacional llegaría pronta (porque no fue una guerra total con múltiples lanzamientos, blancos y naciones enfrentadas; fue terrorismo local) y el orden gubernamental se instalaría en otra capital. El pulso de la nación no tardaría demasiado en recuperarse.

Pero venden la moto de que es el apoqueclipse final. El pillaje más virulento y visceral domina carreteras, almiares y establos. HUMUNGUS y los suyos patrullan las autopistas y nadie escapa a su rapaz férula. En absoluto sucede nada parecido, salvo unas poco convincentes evidencias de vandalismo que parecen situadas ahí con enojo, pues prima el romance.

Otro gran mito norteamericano: la cohesión cívica contra el
enemigo. Menuda partida de caza en plan libertadores
Jericho está, dicen al principio, a treinta kilómetros del foco de una explosión nuclear. Y los vientos soplan en su dirección. Mas ni la más mínima-nimia partícula radiactiva les llega jamás. El pulso electromagnético, que debió suceder ese primer capítulo, pasa varios episodios después. Los bandidos no representan, nunca, un grave problema; no hay ejércitos de salteadores nómadas. Jericho no precisa alzar ni murallas ni empalizadas para protegerse.

Qué flipantes los americanos; cómo explotan el mercado.
Tanto que aprender. Es ALEX ROSS quien ilustra, ¿no?
La humareda tóxica generada por la explosión no empaña el alto cielo saneado por todos los vientos del pueblo. El cúmulo de incoherencias similares va entorpeciendo y paralizando la serie, que acaba siendo evangelio sobre el perdón, la compresión, la reconciliación y la cooperación en unos tiempos difíciles que no debieron ser tan largos.

Jericho es producto propio de la Propaganda gubernamental de Década 50, sazonada con algún tiroteo de saloon y un adulterio para sintonizar con la modernidad. FRASIER podía llegar a ser más audaz.

Vuestro Scriptor.

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