Afiche. Tanto prometía en este momento... La ingenuidad de JERICHO llega a ser aun ofensiva (para quienes entiendan algo de este tema. Y si Norteamérica piensa así...) |
Partiendo de prometedora premisa, los
veintidós episodios de la primera temporada de esta serie de CBS (encuadrada,
en su momento, en la denominada TV “de adultos” y que englobaba a THE SOPRANO, THE SHIELD o DEADWOOD,
con tramas maduras y abruptas que superaban el contenido —y continente— de
costosas producciones de Hollywood que defraudaban por su infantilismo,
impropio de la inversión y su casting),
van diluyéndose en sentido distinto al sugerido en sus primeros capítulos.
Jericho se vendió, entonces, como uno de esos hitos que clavarían al espectador en la
butaca provocándole insomnio debido al suspense y la alta tensión a la que
contribuiría el retablo impactante de personajes, cuyas cuitas absorberían del
trabajo incluso. Contaríamos las horas hasta el siguiente capítulo con
palpitante ansiedad.
Situémonos; quizás haya lectores que ni
sepan de qué versa esta serie, patraña que a duras penas logra inspirar una
dosis efectiva de interés. Jericho es una población rural del centro de Kansas,
en el corazón de Norteamérica, que tiene muchas trazas de ser bosquejo de Smallville.
Está ubicada a cierta distancia de Lawrence, que contornea (dato importante)
los silos de cohetes nucleares americanos (ver EL DÍA DESPUÉS).
Lo esencial del casting. Un retrato, pretenden, de toda la naturaleza humana y cómo reaccionaría el día después, cuando limitasen todas nuestras comodidades severamente |
Sin provocación o causa plausible
conocida, distintas detonaciones atómicas sacuden el amplio cuero de la nación.
Desde la plácida Jericho se atisba el hongo de una de estas explosiones. (Otro
dato a resguardar.) La confusión, más que el caos, se adueñan de la población,
como es natural. Y se supone que, con masiva resonancia, se refleje por todo el
vasto país.
El plantel protagonista de Jericho pretende recorrer toda la gama
cromática posible de personalidades. Pero bien pronto quedan encasillados en
específicos roles que tienen al maniqueísmo, al cliché. El (presunto)
protagonista, JAKE GREEN (SKEET ULRICH), regresa la víspera del “sobresalto” a
Jericho con un petate repleto de misterios. De vagabundeos que prefiere no
referir pero que lo han transportado a lugares muy candentes del globo.
Sobre estos dos recae la responsabilidad de hacer de Jericho un entretenimiento maduro y cabal. El resto figura, y a veces, con dificultades |
Hombre, pues, con pasado, lo van perfilando astuto vet lleno de recursos y mañas
que sacarán de más de un apuro a la atribulaba población.
Nanay. Resulta ser ROBERT HAWKINS (LENNIE
JAMES) quien parte la pana en Jericho. Aguantas la serie para ver cómo este
peregrino progresa y salva el día a todo el semicomatoso pueblo del caos
creciente que va amenazando sus vidas.
Jericho deja de ser una ficción postnuclear, con
el salvaje retrato de sus protagonistas embrutecidos por las carestías
rampantes y la lucha por mantener la dignidad (PAPAGAYO —de THE ROAD WARRIOR— dixit) pese al frío,
la radiación, el hambre, el Invierno Nuclear, para mutarse una moderna versión
de LA CASA DE LA PRADERA próxima a
recibir el despiadado ataque de enervados comanches, hastiados de la constante
intrusión de rostros pálidos en sus sagradas graves planicies.
Esto prima en la serie: el romance a mansalva. Algo tendrá que ver que el grueso de guionistas y directores sean mujeres. Los sentimientos superan el abastecimiento de las carencias |
Más aún: hacen este esparcimiento con
trazas de grave cataclismo en un culebrón estilo DALLAS o DINASTÍA: éste
pone cuernos a aquélla; ése es un obtuso magnate despiadado; el de allí es el
tontolava sequitor del reyezuelo
local, el venerable patriarca lleno de pacientes consejos… Y romances. Toda una
gama de amoríos protagonistas que debieran ser laterales al auténtico drama:
sobrevivimos a una guerra nuclear.
Que luego no es tal. Evidentemente, la
idea original (o sospecho) era esa: mostrar la degradación, cívica y moral, de
una afable comunidad agrícola según la radiación, los desplazados, la
incertidumbre, las penurias y el Invierno Nuclear llegan y avanzan.
Pero se acojonaron en algún momento de la
redacción de los borradores y alguien (el $, sin duda; los productores de CBS;
algún sentido “patriótico” que pedía no alarmar a la población, sensibilizada
tras el 11-S/2001, y solicitaba mostrar a Norteamérica incapaz de corromperse
por desesperada que fuese la situación), decidió darle un toque poético a la
saga, otro bello canto a la Conquista del Oeste pero con furgonas Ford en vez de chuckwaggons
y Mustangs. Y cumplen de puta madre
magistral su cometido.
Según avanza la trama (sustentada en
improvisaciones) y van sabiéndose hechos, más inconsistente se hace Jericho. Descubrimos que sólo un puñado
de núcleos estallaron en ciudades de relativa importancia. No hay Gobierno,
pero se efectúan lanzamientos de cohetes nucleares sin objetivo preciso. La
poderosa Norteamérica, al parecer, puede ser vencida y doblegada si aniquilas
veintitantas ciudades: ¡asombroso! Sus fuerzas en el extranjero, su bien
estudiado organigrama de sucesión en el cargo, no valen nada.
Resulta que si le endiñas con núcleos a esas ciudades de Norteamérica, les derrotas. Entonces, todo lo que vemos de los Marines, los tanques, los portaaviones... RAMBO... ¿les vale de algo en realidad? |
Si Washington y el Presidente volaron,
¿quién ordenó disparar los cohetes y fijó los blancos? El estrago, sin llegar a
ser baladí, en una nación tan rica y cohesionada, sería rápidamente solventado.
La ayuda internacional llegaría pronta (porque no fue una guerra total con
múltiples lanzamientos, blancos y naciones enfrentadas; fue terrorismo local) y
el orden gubernamental se instalaría en otra capital. El pulso de la nación no
tardaría demasiado en recuperarse.
Pero venden la moto de que es el apoqueclipse final. El pillaje más virulento
y visceral domina carreteras, almiares y establos. HUMUNGUS y los suyos
patrullan las autopistas y nadie escapa a su rapaz férula. En absoluto sucede
nada parecido, salvo unas poco convincentes evidencias de vandalismo que
parecen situadas ahí con enojo, pues prima el romance.
Otro gran mito norteamericano: la cohesión cívica contra el enemigo. Menuda partida de caza en plan libertadores |
Jericho está, dicen al principio, a
treinta kilómetros del foco de una explosión nuclear. Y los vientos soplan en
su dirección. Mas ni la más mínima-nimia partícula radiactiva les llega jamás.
El pulso electromagnético, que debió suceder ese primer capítulo, pasa varios
episodios después. Los bandidos no representan, nunca, un grave problema; no
hay ejércitos de salteadores nómadas. Jericho no precisa alzar ni murallas ni
empalizadas para protegerse.
Qué flipantes los americanos; cómo explotan el mercado. Tanto que aprender. Es ALEX ROSS quien ilustra, ¿no? |
La humareda tóxica generada por la explosión no empaña el alto cielo saneado por todos los vientos del pueblo. El
cúmulo de incoherencias similares va entorpeciendo y paralizando la serie, que acaba
siendo evangelio sobre el perdón, la compresión, la reconciliación y la
cooperación en unos tiempos difíciles que no debieron ser tan largos.
Jericho es producto propio de la Propaganda
gubernamental de Década 50, sazonada con algún tiroteo de saloon y un adulterio para sintonizar con la modernidad. FRASIER podía llegar a ser más audaz.
Vuestro Scriptor.
También en: http://spnkgirl.blogspot.com.es/
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