miércoles, 2 de marzo de 2016

KAMANDI – THE LAST BOY OF EARTH

Tragantón para la cándida ingenuidad
norteamericana: ¡el apoqueclipse ladeó
el sagrado icono de la libertad!
El veterano dibujante JACK KIRBY (quizás el auténtico promotor del Marvel Universe y pilar fundamental de la Casa de las Ideas, motor de bullente fantasía que STAN LEE supo explotar/encauzar sabiamente), durante su exilio de Marvel Comics, engendró varias colecciones en DC Comics, con la esperanza de que ahí tuviese más suerte, y justo reconocimiento, que en su empresa matriz. No fue así. Pero su vasto legado permanece para nuestro deleite y análisis.

Kirby, durante esta etapa, manifestó varias inquietudes “catastrofistas” sobre el futuro de la Humanidad. La influencia de EL PLANETA DE LOS SIMIOS (más el filme de FRANKLIN J. SCHAFFNER que la novela de PIERRE BOULLÉ) queda patente en la distopía Kamandi (en realidad, COMMAND-D, nombre del silo donde el joven protagonista de estas andanzas creció tras el apoqueclipse que barrenó el ancho mundo), pero sólo eso: pronto, replicando las estructuras creativas acuñadas en Marvel, Kirby generó su propio “planeta de los animales andantes-parlantes”, encauzando a Kamandi por los senderos del superheroísmo.

KAMANDI abandona el bunker protector para descubrir
que los humanos son menos que las mascotas; ¡que el
zoológico lo dirigen los inquilinos!
Esboza un toque social de atención en Kamandi (que Kirby desplegó de forma algo embarullada —pero con buena intención—) sobre cómo tratamos a los animales, mascotas o no, y la transitoriedad del poder mundano humano (algo que H.G. WELLS cristalizara en LA GUERRA DE LOS MUNDOS). Estamos actualmente en la cumbre. La incesante continuidad de días en que lo usual prosigue parece garantizar nuestra permanencia y pervivencia en la cúspide milenios más. Mas ¿y mañana?

Algo fuera de nuestro control (o no tanto) puede hacer que desaparezca esta sensación de triunfo y ensalmo material inagotable actual. Así, durante la cocción de Kamandi, el miedo a la guerra nuclear era constante, no sólo una anécdota a anotar en las producciones de Década 80. De ahí su intensa manifestación en estas viñetas.

Pero los animales reinantes replican
nuestras taras. No tenemos remedio
[Hoy día, los de la guerra antiterrorista, nos cuesta creer tal posibilidad. Pero es pánico que puede regresar apenas cualquier Capitoste de las grandes superpotencias decida erigir otro Telón de Acero, o abrazar viejas doctrinas imperialistas.]

Mas la moraleja que Kirby ‘enseñaba’ (nutrida de aventura, ¡más aventura!, ¡es la guerra!) era que los humanos podíamos pasar del mando a la servidumbre en cualquier momento. Nuestro estatus reinante presente es aleatorio, frágil, inestable. Todo eso se constata en distintos momentos dramáticos que Kirby imposta durante la narración, quedando sutilmente solapado por los bizarros avatares que dibujaba.

Reclama atención, sin embargo, que la nueva estirpe gobernante, animales andantes-parlantes antropomorfos (conservan los cráneos casi idénticos a cómo eran cuando caminaban a cuatro patas —¿por qué?—), repiten nuestros mismo errores; se enfrascan en batallas, juegos de tronos y traiciones y querellas humanas. Se especula que otra forma de vida, estimulada por impulsos biológicos y hormonales diferentes, podría generar distinta idiosincrasia. Una Sociedad donde nuestros valores usuales carecieran de viabilidad. ¡Idea estimulante!

KIRBY le pega una novia a Kamandi,
que jamás encontró camiseta que lucir
En la citada cinta sobre los simios, éstos (o, al menos, lo que su casta pensante apuntaba) pretendían esquivar todas nuestras taras para fomentar una civilización más decente, pura, menos violenta, digna de ser encomiada por las culturas estelares que habrían superado toda la agresividad primigenia y, supuestamente, “nos vigilan”.

Pero los simios se distinguen de nosotros por un gen; el resto (la codicia, la violencia, la astucia, la territorialidad tribal…) sigue ahí, latente, listo a estallar. Distinta Sociedad, que superase nuestras deficiencias, de los simios al menos, no la esperemos. (No sé de aves o gatos.)

Kirby debió sentir cierto pánico racial al ver nuestra especie pisoteada y esterilizada sin complejos

(como hacemos nosotros)

por los primates reinantes, y decidió, como CHARLTON HESTON, combatir la idea mediante la

Y una suerte de mentor, BEN BOXER,
un singular hombre nuclear (en serio)
(disparatada)

raza de hombres nucleares a la cual pertenece BEN BOXER. (La cosa es que el Hombre continúe en la cúspide, como sea.) Pero los vástagos nucleares no dan el paso preciso para asegurar nuestro reinado ante/entre los animales andantes-parlantes. Residen en la Zona Prohibida (o el símil de Kamandi), intentando vivir día-a-día, sin más. Reconquistar nuestro estatus soberano no estaba en su agenda.

Kirby tenía este “problema”: su fertilísima imaginación lo obligaba a avanzar Avanzar AVANZAR sin tregua, galopando sucesivas fantabulosas inspiraciones que luego se sustentaban precariamente. Un ejemplo: estos hombres nucleares. De algún modo debían ayudar a este MOWGLI en la Isla del DR. MOREAU a terminar la serie, pero no tenían demasiado sentido en la misma lógica intrínseca de la narración.

No obstante, como (casi) todo lo de Kirby, es ameno e ingenioso relato. Más (extrañas referencias al creacionismo, por ejemplo), no hay.