O La
última tentación de PAUL ATREIDES, podría ser subtítulo de esta secuela de Dune, con tan controvertida adaptación cinematográfica (creo que hay serie, incluso) que cuenta
con remake a cargo del director de la
“segunda parte” de BLADE RUNNER.
Imagino que ésta le irá mejor que con el concepto acuñado por PHILIP K. DICK, porque parece estar más en su onda
creativa: una pretenciosidad pomposa que suple los recovecos del alma o el
suspense noir que imprimió RIDLEY SCOTT a la cinta original. Ya sabéis: Dune es tan de monólogo interior, de sombras
palatinas, suspicacias y ambigüedades, que igual hasta triunfa.
Frente al primer Dune, novela de exóticos escenarios e intrincados personajes, tarima
de una futura Galaxia feudal yoqui (lo propio de Década Sesenta, tan psicodélica…), donde el
imperio regente se tambalea por mor de los insaciables apetitos económicos, las
conspiraciones nobiliarias, el miedo a que el DUQUE LETO Atreides liderase una
rebelión, iniciando una nueva dinastía, y los tejemanejes de la semirreligiosa
BENE GESSERIT, esas JEDIS femeninas, con su ansiada aspiración de crear al que
traería el equilibrio a la Fuerza, mediante enlaces genéticos seleccionados durante
milenios, El mesías de Dune es obra
intimista, casi siempre circunscrita a un espacio cerrado con dos,
ocasionalmente tres tertulianos, que intentan mantener el interés de un libro
que va de, reflexión sobre lo nocivos que son los extremismos religiosos y la
ciega deificación de uno a quien designan legendario por mor de procelosos
tiempos, o falso mito, deponer a Paul, a su profética hermana, ALIA, e
instaurar un no sé qué (una absurda república), pues el atormentado Atreides
talibán acapara no sólo demasiado poder, la producción de la vital melange, causa
de fatal adicción (otra cavilación del texto), sino que además puede ver el
futuro y abortar cuantas conspiraciones atenten contra su gobierno o real
persona.
FRANK HERBERT al mando de su máquina de escribir. Extraño la mía, en serio |
‘Imita’ a FUNDACIÓN empero siendo más barroca y retorcida que la pretenciosa historia de SAN ISAAC ASIMOV, quien no tenía por qué bandeárselas como FRANK HERBERT porque para eso era San Isaac Asimov: ´Nuff said. Yo no escribo: evangelizo, y quien no me crea, es hereje. Herbert, en ese sentido, es más humilde.
Eso no elude los demarrajes presentes en la
secuela, como el de las poderosas HITECH de “clonrresurrección” o los DANZARINES
ROSTRO descritos en el libro, y que, por su simple magnitud, debieron haber
sido reseñados, aun de refilón, en la precuela.
Herbert se esfuerza en constatar, en un
prólogo con pasajes interesantes, que estaba más “por estudiar” los aspectos
humanos de un mesías, y cómo esto torcía su construcción moral o psicológica,
que otra cosa. Lo cual NIKOS KAZANTZAKIS ya hizo en La
última tentación de CRISTO
(o el inefable J.J. BENÍTEZ intentó con su largo “testamento” CABALLO DE TROYA…), aunque aquí prima la
clave galáctica.
¿Cómo encajó Herbert ver parte de sus conceptos reflejados en esta cinta? ¿Le agradó, o pensó en buscar un abogado? ¿Hubo un final proceso de simbiosis entrambas sagas...? |
La cierta conclusión que sacas de la novela
es que Paul da lástima. Es un desgraciado pelele, pese a sus alucinaciones de
libre albedrío. Le han puteado desde el útero, pues su madre le concibió para
ser mesías (a la VIRGEN MARÍA le cayó el “encargo” sin más) y, luego, lo criaron
como a un refinado animal de exposición o competición para ser guerrero, duque,
mesías, ayatolá de Jihad, ser omnisciente,
dios vivo, emblema y motor de genocidios estelares. ¿Cuándo Paul gozó de un
instante propio, para ser persona,
él? Nunca. El libro destaca la idea... con laberíntica ‘filosofía’. Paul posee
la clave: retirarse a lo más recóndito de la Galaxia, aunque esto, por su
destino, también le han negado.
Es tan poderoso el vínculo que le liga a la Historia, como padre de gemelos divinos (así, del tirón), que su única salida, encima viudo inconsolable, es suicidarse (¡tanto ‘le quiere’ Herbert!). Eso sí: antes de morir le tientan… con una esposa-clonbie, como el DUNCAN IDAHO que, de intentar asesinarle, pasa a ser su valido, leal testaferro. En fin. Pienso que El mesías de Dune desalienta por ser espeso pseudofilosodiálogo de dos en cualquier despacho, mazmorra o sala del trono. Perdió la exótica maravilla y acción de Dune.