La función principal de la derrotista distopía, por arte consciente o subconsciente, es presentar una reflexiva
faceta de cuán mal va a ir el futuro, más/menos próximo, sobre fantasiosas especulaciones hechas
por el escritor; acaso, en proporción mínima-nimia, teoriza sobre sucesos de su
cotidianeidad. Es labor de CASANDRA, la sibila troyana a la que ignoraron, por
estar maldita, cuando auguró la caída de Ilión. El escritor de ciencia ficción,
pues, arroja sus runas, escribe 1984, y poco a poco, esos elementos empiezan a
encajar hasta convertirse en realidad. Cómo es eso posible, es fatal misterio.
Otra función de la distopía es convencer al
lector que el héroe será derrotado, aunque gane importantes batallas. Se
enfrenta a un titánico monolito: el Estado. Cuenta con infinitos y aplastantes
recursos para acabar anulando al rebelde. Hasta GABRIEL T
sabe que no podrá derrocar al Socialismo Pragmático, por fuerte que le arree en
ocasiones. WINSTON SMITH, ¿cómo termina, pese a no ir pegando tiros, o poniendo
bombas, en plan V, de V DE VENDETTA?
Amando al GRAN HERMANO. Absorbido por el Estado.
Y, aunque el opresor cayera, su sustituto,
pese a un posible aspecto más benigno, buscaría sus formas de oprimir, abortando por tanto esa conquista de la libertad absoluta
que el rebelde persigue. Quizás la búsqueda sea la auténtica libertad, no
conseguirla…
Este señor tan mayor es JOHN BOYD, veterano de la Segunda Guerra Mundial. La impericia no dispensa algunos dislates que contiene esta opera prima suya |
JOHN BOYD escribió la enésima distopía, su primera novela, aunque incluye tales elementos en la narración que, la hostia, ignoras si, al final, estás leyendo sobre una confusa ucronía en realidad. Cita a poetas del XVIII (a cuenta del romance que teje para HALDANE IV y la poetisa HELIX). Empero, a continuación, te dice que es 1859. Luego, se retrotrae a el Hambre, época misteriosa de antropofagia, a viajes estelares, a superar la velocidad luz, a colonizar remotos Mundos Exteriores, como Infierno, terror capital del relato, a los prodigios científicos de FAIRWEATHER I. Esta incapacidad de precisar si lees ucronía o distopía induce tal grado de anarquía que va menoscabando la obra. ¿Es, finalmente, mezcla de ambos? ¿Una distópica ucronía? No lo tengo aún claro.
Porque no es el único defecto de una obra de
pésimo remate, aviso. Boyd nos detalla la “imposible” unión de dos
especialistas de ramas de estudios opuestas. Haldane es matemático. Helix, poetisa. Uno y otra deben emparejarse
con miembros de su colectivo. Consideran dará mejores individuos, por selección
genética. El mestizaje: crimen estatal.
Así lo ha dispuesto el regente Triunvirato
de Sociólogos, Psicólogos e Iglesia (una católica futurista, al parecer, pues
tienen un Papa-computadora) pensando obtendrán la perfecta ciudadanía
del perfecto Estado. Existe un légamo de proletariado (cuyas condiciones se nos
hurtan; les estiman como subhumanos) y sólo las clases de especialistas gozan
de varios privilegios en un mundo superpoblado (otro crucial detalle sobrevolado).
Un mezcla de profesionales acarrea, entre otros castigos físicos y
sociales, el exilio a Infierno, planeta congelado allá donde YODA sentó la era.
Y esto sucede entre Haldane y Helix: amor prohibido, embarazo inesperado. Condenados
al infierno gélido.
Otra de sus novelas. Espero que se desenvolviera mejor que con la de la nave reseñada |
La
última astronave de la Tierra,
pese a estos defectos, funciona bien hasta el momento en que deportan a
Haldane. Es cierto que, por detalles sueltos, intuyes su futuro allá, mas una
vez aterriza allí, la historia alcanza tal grado de absurdo delirio que sospechas que Boyd, pretendiendo desmarcarse de otras
distopías, como LOS
AMANTES (a la cual
debe mineral, y en cantidad), proporciona justo lo opuesto a lo que esperas del
subgénero: ¡la victoria sobre el Estado opreso! Pero triunfo… ¡de qué inefable
modo! Aun el transgresor PHILIP JOSÉ FARMER respetó la fórmula. Boyd, en
cambio, se echó p´adelante resolviendo
el relato de forma abominable. Recomiendo, por tanto, al caveat lector deje de leer una vez destierren a Haldane. Todo lo
importante, e interesante, concluye ahí.
Un dramático final “usual” ajustaba mejor al romance que Boyd desmañado relata.