viernes, 8 de abril de 2022

LA ÚLTIMA ASTRONAVE DE LA TIERRA — DISTOPÍA PARA PIJOS

 

Enésima sugerente portada de la
colección de Martínez-Roca. 
Podría ser la primera novela de
este autor, empero ese final no
tiene perdón ni de Dios ni de
la computadora que, en el
relato, oficia de Papa. Nefasto

La función principal de la derrotista distopía, por arte consciente o subconsciente, es presentar una reflexiva faceta de cuán mal va a ir el futuro, más/menos próximo, sobre fantasiosas especulaciones hechas por el escritor; acaso, en proporción mínima-nimia, teoriza sobre sucesos de su cotidianeidad. Es labor de CASANDRA, la sibila troyana a la que ignoraron, por estar maldita, cuando auguró la caída de Ilión. El escritor de ciencia ficción, pues, arroja sus runas, escribe 1984, y poco a poco, esos elementos empiezan a encajar hasta convertirse en realidad. Cómo es eso posible, es fatal misterio.

Otra función de la distopía es convencer al lector que el héroe será derrotado, aunque gane importantes batallas. Se enfrenta a un titánico monolito: el Estado. Cuenta con infinitos y aplastantes recursos para acabar anulando al rebelde. Hasta GABRIEL T sabe que no podrá derrocar al Socialismo Pragmático, por fuerte que le arree en ocasiones. WINSTON SMITH, ¿cómo termina, pese a no ir pegando tiros, o poniendo bombas, en plan V, de V DE VENDETTA? Amando al GRAN HERMANO. Absorbido por el Estado.

Y, aunque el opresor cayera, su sustituto, pese a un posible aspecto más benigno, buscaría sus formas de oprimir, abortando por tanto esa conquista de la libertad absoluta que el rebelde persigue. Quizás la búsqueda sea la auténtica libertad, no conseguirla…

Este señor tan mayor es JOHN
BOYD, veterano de la Segunda
Guerra Mundial. La impericia no
dispensa algunos dislates que 
contiene esta
opera prima suya

JOHN BOYD escribió la enésima distopía, su primera novela, aunque incluye tales elementos en la narración que, la hostia, ignoras si, al final, estás leyendo sobre una confusa ucronía en realidad. Cita a poetas del XVIII (a cuenta del romance que teje para HALDANE IV y la poetisa HELIX). Empero, a continuación, te dice que es 1859. Luego, se retrotrae a el Hambre, época misteriosa de antropofagia, a viajes estelares, a superar la velocidad luz, a colonizar remotos Mundos Exteriores, como Infierno, terror capital del relato, a los prodigios científicos de FAIRWEATHER I. Esta incapacidad de precisar si lees ucronía o distopía induce tal grado de anarquía que va menoscabando la obra. ¿Es, finalmente, mezcla de ambos? ¿Una distópica ucronía? No lo tengo aún claro.

Porque no es el único defecto de una obra de pésimo remate, aviso. Boyd nos detalla la “imposible” unión de dos especialistas de ramas de estudios opuestas. Haldane es matemático. Helix, poetisa. Uno y otra deben emparejarse con miembros de su colectivo. Consideran dará mejores individuos, por selección genética. El mestizaje: crimen estatal.

Así lo ha dispuesto el regente Triunvirato de Sociólogos, Psicólogos e Iglesia (una católica futurista, al parecer, pues tienen un Papa-computadora) pensando obtendrán la perfecta ciudadanía del perfecto Estado. Existe un légamo de proletariado (cuyas condiciones se nos hurtan; les estiman como subhumanos) y sólo las clases de especialistas gozan de varios privilegios en un mundo superpoblado (otro crucial detalle sobrevolado).

Un mezcla de profesionales acarrea, entre otros castigos físicos y sociales, el exilio a Infierno, planeta congelado allá donde YODA sentó la era. Y esto sucede entre Haldane y Helix: amor prohibido, embarazo inesperado. Condenados al infierno gélido.

Otra de sus novelas. Espero que
se desenvolviera mejor que con
la de la nave reseñada

La última astronave de la Tierra, pese a estos defectos, funciona bien hasta el momento en que deportan a Haldane. Es cierto que, por detalles sueltos, intuyes su futuro allá, mas una vez aterriza allí, la historia alcanza tal grado de absurdo delirio que sospechas que Boyd, pretendiendo desmarcarse de otras distopías, como LOS AMANTES (a la cual debe mineral, y en cantidad), proporciona justo lo opuesto a lo que esperas del subgénero: ¡la victoria sobre el Estado opreso! Pero triunfo… ¡de qué inefable modo! Aun el transgresor PHILIP JOSÉ FARMER respetó la fórmula. Boyd, en cambio, se echó p´adelante resolviendo el relato de forma abominable. Recomiendo, por tanto, al caveat lector deje de leer una vez destierren a Haldane. Todo lo importante, e interesante, concluye ahí.

Un dramático final “usual” ajustaba mejor al romance que Boyd desmañado relata.