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Prefiero mostrar esta portada de las siempre seductora SuperFicción de Martínez Roca. En resumen: novela ni fú-ni fá; se deja leer |
Peculiaridad de esta premiada novela del
acaudalado LARRY NIVEN está en que no disgusta empero tampoco entusiasma. Considero
su peor falta es la nula empatía que siente el lector por los personajes.
Muchos personajes establecen con el lector una tácita complicidad; pueden
repelerle o simpatizar, alentarles en sus propósitos (cuando leí EL OJO DEL
HURACÁN, de lo bien construido que estaba el malo deseé su éxito, pese a
saber/ver era un despiadado terrorista). Nada en el diletante LUIS WU y
compañía estimula simpatía por ellos.
Son hueros títeres que Niven manipula por
un indefinido “espacio conocido” para demostrarnos cuánto sabe de Física, años
luz, velocidades luz y colapsos cósmicos. Dar lección de cosmología al lector
medio que puede sentir tedio por la presencia de estos conceptos técnicos. En
algún momento descubrió que una novela hard science fiction pura/dura
podría cercenarle lectores, así que, para agilizar la trama, no ahuyentar
público, insertó un tibio concepto space opera (para los SANDIOSASIMOVIANOS
puristas de la ciencia ficción, lo más repelente, más nefasto aún que el
siempre denostado pulp —y eso que SanDios ISAAC empezó publicando en
revistas de ese corte; pero, claro, es SanDios: su presencia purificaba dichas
páginas—).
Aunque… Luis Wu y compañía no son JOHN CARTER. Éste es tan… expansivo… que sí,
acaba convenciéndote pese a los disparatados golpes de ocurrencia súbita de
EDGAR RICE BURROUGHS que salpican sus sicalípticas aventuras. Y apenas importa cuanto
les pase en la portentosa obra de ingeniería del Mundo Anillo. Porque sabes de
antemano que, siendo Niven de la banda sandiosasimoviana, jaleos a lo JOHNNIE
RICO mínimos-nimios. Algún sobresalto y todo eso, seguro. Pero, hasta ahí.
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LARRY NIVEN en juvenil pose. Puede el hombre dedicarse a la literatura a tiempo completo. Mejor para él |
Otro defecto de una novela carente de
celaluares, robots, IA, aun replicantes (una incoherencia absurda que desmonta
nuestro ahora), que puede rozar el siete en una calificación escolar, es la
idea que desarrollan estas elaboradas páginas: Mundo Anillo es una gargantuesca
estructura construida por unos misteriosos INGENIEROS (grosso modo evocan
a los ÉTICOS de EL MUNDO DEL RÍO) cuyo diámetro equivale a la órbita de
Venus, con su sol (estrella menor que nuestro astro rey) en el centro
proporcionando en principio un caudal infinito de energía (renovable) por transmisión desde unas placas que generan día-noche al
Anillo (aun así, en apariencia no hay
energía en la estructura, salvo aislados puntos agónicos; el resto ha caído en
una harto discutible barbarie —recordemos la vastedad del complejo; quizás en
sus antípodas, las cosas están de Mega City Uno subido—), y, descubierta su
asombrosa anomalía, una manipuladora raza alienígena envía un comité/embajada
de CUATRO sujetos a investigarla.
¿Cuatro personas (humanas, aliens, canto a
la integración/diversidad) para evaluar tan desmesurada estructura? ¿Cuatro?
¡Precisas al menos todas las TROPAS DEL ESPACIO y una flota de calificados científicos
para medir las dimensiones socioculturales-políticas-económicas del complejo!
Niven parece no calculó del todo la brodignaniana proporción del Anillo. Sus potenciales
riesgos. Maravillas.
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Conforme lees MUNDO ANILLO vas descubriendo (y temiendo) que se dilatan las circunstancias. Esto huele a que tiene secuela, piensas. Hela aquí. Otro porrón de datos científicos para dignificar con ecuaciones la ciencia ficción, tan vapuleada por la crítica literaria y el público en general. Y, ojo: Niven se explaya en las secuelas; da para mucho el Anillo; empero: ¿interesante? |
¿Y si lo habitaban conquistadores espaciales listos a enviar una ofensiva general
contra ese espacio conocido? Ahí pecó de sandiosasimoviano hasta las cachas.
Pensó que, por ser una construcción que requirió unidad de acción
científico-social, se logró mediante pacifista consenso y, por tanto, toda la
peña del Anillo eran macrobióticos calvos vestidos de trekkies maoístas que, aunque un tanto fríos al Primer Contacto, acogerían luego
amables la minúscula embajada de Luis Wu, mostrándoles su colosal Disneylandia.
Encontraron escuálidos bárbaros
dogmatizados por preceptos religiosos abstractos y un cable irrompible en apariencia
que podía ayudarles a reflotar su abatida nave.
Tengo la sospecha de que Niven vio el STAR
TREK clásico y, alterado, decía a su señora: ¡No no no no! ¡Una nave que
sale de la velocidad luz no frena como lo haría tu Buick ante la coctelería!
¡Necesita desacelerar desde Plutón a dos mil gravedades! Y para demostrar lo
azaroso que es el viaje estelar, no como asegura la tripulación de la Enterprise,
parió Mundo Anillo como ZEUS a PALAS ATENEA. ¡Como si al espectador ávido de evasión
interesase ese agobio matemático! Mas Niven lo incrusta en su historia para negar
tontas fantasías televisivas, avaladas o no por los de Vulcano.
Niven esboza una Tierra de. dentro de mil
años semejante a una Arcadia Feliz. Tras librar victoriosas batallas con unos
wookies felinos, viven en plena Pax Galáctica. El mestizo Wu no tiene
característica especial que le haga emprender este viaje; menos, liderarlo. Es
un aburrido hedonista rico que se teletransporta (o sea, murió al primer
“salto”. Su ánima voló a donde sea vayan las almas. Lo que reconstruyen es un
cúmulo de impulsos neuronales sin espíritu; quizás eso explique qué sosedad nos
genera) por el planeta. Y el resto comparte su (in)trascendencia para enrolarse
en esta misión.
Lo de que el Núcleo de la Galaxia ha
estallado creando una devastadora onda expansiva que deslavazará la Galaxia… no
me parece. Consideran el Núcleo está lleno de masivos agujeros negros. La especulación
de Niven por tanto es incorrecta, porque, en vez de crear una indescriptible supernova,
el colapso generaría un agujero negro cuya magnitud devoraría toda la Galaxia,
empezando por su propia onda expansiva. Eso sí justificaría la diáspora
TITEROTE, no ese espectáculo pirotécnico.